La pequeña cocina parecía un campo de batalla. Cacerolas, grasientas sartenes y platos indisciplinados sepultaban la encimera. El suelo, cubierto por una densa y pringosa capa de aceite, había adquirido un tenue color amarillento y deslizaba como una pista de hielo. Todo ello, aliñado por un denso humo que escapaba del horno con violencia. seguir leyendo »
Enviar a un amigo ImprimirFuera de sí, barritaba, bufaba y sacudía la cabeza con violencia hacia todos los lados. Sus patas, gruesas como moles, se movían sin control por toda aquella estancia y temblaban como columnas presas de un terremoto. seguir leyendo »
Enviar a un amigo ImprimirLos poderosos rayos del sol eran traducidos por el inmenso follaje de los grandes árboles, los señores del bosque caducifolio, en tenues briznillas que acariciaban sutilmente el rostro de dos regordetes clérigos errantes que dormían aferrados a botijas de vino seguir leyendo »
Enviar a un amigo ImprimirPrimero se recuerda la caminata por el bosque de árboles azules. Luego aparece el astrolabio de un tal Gonzalo, y a lo lejos el velero. seguir leyendo »
Enviar a un amigo ImprimirBajo el pórtico de la catedral de Canterbury, John I de Inglaterra* tembló de frío mientras contemplaba, indiferente, los techos brillantes de las casas que se apretaban frente a la plaza, recibiendo el aguacero. seguir leyendo »
Enviar a un amigo ImprimirLeonardo era persistentemente inconstante. Sentía repentinas pasiones por las cosas y súbito desinterés casi inmediato. seguir leyendo »
Enviar a un amigo ImprimirDaniela nunca está donde está. Sus ojos ensimismados miran algo que ocurre en su interior, o que ocurrió en otro tiempo y en otro lugar. seguir leyendo »
Enviar a un amigo ImprimirOtra vez haciendo el equipaje. Siempre huyendo, como si hubiera un lugar seguro.
Martín me avisó. Hace ya bastante tiempo. La historia era tan inverosímil que no le creí ni media palabra. Solo cuando el jefe me echó con su mirada furibunda de saberlo todo tuve que darle la razón. Entonces ya era demasiado tarde. seguir leyendo »
Enviar a un amigo ImprimirAlex se levantó de su cama tan sigilosamente como pudo, se calzó las zapatillas, y bajó las escaleras. Atravesó el salón y el pequeño pasillo que daba al recibidor. Caminaba de puntillas, evitando así el crujir de la madera. No sabía qué hora era, pero sabía que si papá o mamá se despertaban y se enteraban de que no estaba en su cuarto tendría problemas. seguir leyendo »
Enviar a un amigo ImprimirToco las puertas, nadie me abre, me aprisionan los muros, se encogen, más, más, más… se encuentran sobre mí.
Es tan extraño; mis pies, mis pies siguen sus huellas, se trasladan, pero mi cuerpo sigue aprisionado en estos muros.
Respiro profundo, que funcione mi cerebro, tengo que encontrar la forma de liberarme de mi prisión. seguir leyendo »
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