premio especial 2010

 

May 12

  Amé a Violette profundamente. Tanto que, cuando se marchó, el mundo se apagó. Quedó muerto. Al menos el mundo que yo conocía.

El mundo en el que yo había vivido apaciblemente dejó de existir.

  Sencillamente.

  Supongo que todos los que han sufrido un desengaño amoroso pueden decir lo mismo.

  Supongo que sí.

  Incluso si me paro a pensar puede que, tú mismo, sufrido lector, seas uno de ellos. Uno de nosotros. Uno más de los que vivimos con el corazón roto.

  Si es así, seas hombre o mujer, sabes de lo que estoy hablando.

  Cuando Violette se marchó de casa me pidió, me ordenó, que no la molestase; que no la llamara, que no la escribiese y por supuesto, que no la buscase. Yo, con el corazón destrozado, me alejé de ella como un perro apestado y ella, Violette, desapareció llevándose nueve años de mi vida como si nunca hubieran existido.

  Desapareció de mi vida. Pero no de mis sueños, y en mis sueños es donde se desarrollaba mi verdadera vida.

 Así seguí soñando con ella; besándola, tocándola, amándola. Riéndonos juntos, jugando a querernos cada día más y cantar bajo la lluvia aquellas viejas y cursis canciones de amor…

  Aquello era toda mi vida. Mi verdadera falsa vida de sueños reales.

  Hasta que, entre el psicólogo primero, y el psiquiatra después, y tras un largo tratamiento, me convencieron de que no podía refugiarme de forma permanente y obcecada en aquel mundo de fantasías y sueños. Terminará usted mal. Dijeron. Terminará confundiendo lo real con lo imaginado.

  Y regresé a la vida sin sentido y gris que lleva todo aquel que ha sido abandonado. Y volví a estar muerto. Todo quedó muerto otra vez. El mundo entero. Al menos el mundo que yo conocía.

  Ya lo dije antes: dejó de existir.

  Sencillamente.

Pasaron más de cuatro años de silencio y distancia, en los que intenté olvidar a Violette y durante los que, amargamente, me arrastré por la vida como mejor pude, que fue bastante mal, hasta que un día, cuando menos lo esperaba, una mañana tan gris como otra cualquiera, mi corazón dio un vuelco. Un vuelco tan grande que casi me muero otra vez en aquel mismo momento.

  ¡Violette!

  Alguien pronunció su nombre en voz alta. Al volverme la vi. Allí estaba. Desayunado en el mismo bar en el que lo hacía yo. Sentada en el fondo de la sala, con un café en la mano y una sonrisa en los labios  y, por lo visto, esperando a una amiga.

  ¡Violette! Repitió aquella otra mujer mientras se acercaba a ella. Se dieron dos besos y se sentaron juntas a la misma mesa.

  ¡Maldita sea! Me dije ¿ No hay más bares en toda la ciudad que tenemos que coincidir aquí? Fue solo la primera y dolida reacción provocada por la sorpresa. Al momento mi corazón se rindió de nuevo y cuando volví a posar mis ojos en ella, la encontré más hermosa que nunca.

  Por supuesto, no dije nada. Me escondí tras el periódico e intenté escuchar su conversación. Apenas pude enterarme de lo que hablaron, el barullo de la mezcla de conversaciones del bar lo hacía difícil, pero durante el rato que estuve allí, en mi mente comenzó a tomar forma un plan; un decidido plan con el que poder recuperar a Violette. Y lo puse en marcha en aquel mismo instante.

  Cuando dejó el bar la seguí hasta su trabajo, un nuevo trabajo y cuando salió, a última hora de la tarde, la seguí hasta su casa. Una nueva casa. Entré furtivamente en el portal y tomé nota del piso en el que vivía. En la guía telefónica encontré el número del teléfono de su empresa. Llamé la mañana siguiente y con una hábil mentira, una amable señorita, me facilitó un correo electrónico donde podría escribirla.

  Comencé mandándole flores. Rosas rojas. Ramos de rosas rojas con hermosas dedicatorias. Después escribí románticas cartas de amor y se las envié a su domicilio. Cientos de cartas. Encendidas cartas donde le confesaba anónimamente mi amor por ella. Y al final, cuando estaba convencido de que había ganado su corazón, la escribí al correo electrónico confesándole que el ferviente enamorado era yo, y suplicándole que necesitaba volver a verla.

  Mi plan surtió efecto. Una tarde, cuando menos lo esperaba, llamaron a la puerta de mi casa…

  Era Violette.

  Pero nada fue como yo había previsto. Al contrario. Cuando abrí la puerta entró como una exhalación. Me dijo que estaba loco, que necesitaba un médico, que la olvidase, que llamaría a la policía…

Se puso a dar voces, me insultó, me amenazó… y después, como un animal herido de rabia y, sin ningún remordimiento en su mirada, se dio la vuelta bruscamente con la intención de marcharse otra vez de mi lado. Por segunda vez me abandonaba sin la más mínima consideración.

  No lo pensé. No podía pensar.

  Cuando quise darme cuenta Violette estaba caída en el suelo, sobre un charco formado con su propia sangre y con un martillo clavado en la parte trasera de su cráneo.

  Creí que la había matado. Pero eso fue en el primer momento.

  Cuando levanté su cabeza comprobé que estaba viva. La senté en una silla. La sujeté con unos cinturones para que no se cayera y le curé las heridas lo mejor que pude.

  Pasaron varios días. Violette, poco a poco, mejoraba con mis cuidados, pero seguía enfadada.

  No comía y tampoco me hablaba.

  Yo insistía en que la amaba con toda mi alma, que la haría la mujer más feliz del mundo. La compré vestidos nuevos, regalos caros, le prometí que en cuanto estuviera bien nos iríamos juntos de viaje; al caribe, a Roma…donde ella quisiera. Pero parecía no darse cuenta de lo que estaba haciendo por ella. De lo grande e incondicional que era mi amor.

  Terminé desesperándome con todo aquello. Habían pasado ya dos meses desde que estábamos viviendo de nuevo juntos y seguía sin hablarme.

  Una noche perdí la paciencia.

  ¿ Quieres que te demuestre mi amor? ¿Quieres que te demuestre lo importante que eres para mí? ¡ Te lo voy a demostrar…!

  Eso le dije y saqué una pistola que guardaba en el dormitorio. La tenía desde hacía años, desde que Violette me abandonó, para suicidarme, pero nunca me atreví a hacerlo. Siempre fui un cobarde.

  Hasta ese momento.

  ¡Di que me quieres!

  ¡Di que me quieres!

  Grité lo mismo tres veces más, pero ella permanecía en silencio. Yo lloraba.

  Estaba perdiendo el control. Nada había salido como yo había imaginado. Mis manos, nerviosas y crispadas, apretaban el cañón del revolver contra mi sien mientras repetía obsesivamente una y otra vez…

   ¡ Di que me quieres! ¡ Di que me quieres!

  No lo dijo.

  No dijo que me quería y, por eso…apreté el gatillo y me volé la cabeza.

                              ………………………………………………

  Diario La Comarca

  2 de junio de 2010

  Crónica de sucesos:

  Anoche, en una vivienda del barrio de La Soledad y tras la alerta provocada por una llamada de los vecinos del inmueble, la policía encontró en su domicilio a J.G.M., varón, de cuarenta años, caído en el suelo y apunto de morir. Al parecer y a falta de más aclaraciones oficiales, por haberse disparado un tiro en la cabeza. El sujeto, según los vecinos, llevaba varios meses sin salir de la vivienda y la noche pasada, a eso de las 21 h. escucharon una detonación que les pareció un disparo, motivo por el que llamaron a la policía.

  Según otras fuentes, que no podemos dar a conocer, el sujeto debía sufrir algún tipo de enfermedad mental. Afirman que los agentes policiales hallaron, junto al cuerpo tendido de J.G.M., a un maniquí atado en una silla, frente a una mesa repleta de platos con comida putrefacta, joyas y catálogos de viaje.

  El maniquí era de mujer, vestido con ropa de marca y de buen gusto. Las mismas fuentes  añaden que el maniquí, tras la retirada de unas vendas que cubrían parte de su cabeza, tenía rota la parte posterior de la misma, lugar donde se hallaba incrustado un martillo de carpintero.

  Los doctores que atendieron de urgencia a J.G.M. afirman que, aunque el estado del presunto suicida es grave y de pronóstico reservado, la vida del mismo está fuera de peligro, gracias a la llamada de los vecinos, que fue providencial, así como la rápida actuación policial. Ambos hechos han sido determinantes para que esta historia termine con un final feliz.



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7 Responses to “99-Violette. Por Thomas Sawyer”

  1. Luc dice:

    Una historia de confrontación entre realidad y sueños con un protagonista psicótico. Creo que el final feliz aquí es poco coherente con el tono del resto del relato, pero nos quedamos todos más tranquilos. Suerte.

  2. Tom Sawyer dice:

    Hola, gracias.
    «Un final feliz» es solo una ironía…
    quién ve aquí un final feliz?

  3. Dominose U dice:

    Impresionante.

    Muy bien narrado, querido Tom… Mantiene la atención hasta el final del texto; y, como tú dices, todo el que se haya sentido desdichado en algún momento (¿acaso hay alguien sobre el que no te dignaste a posar, cruel amor?) , no podrá más que empatizar -sólo hasta cierto punto, y hasta la mitad del relato :D- con el protagonista. De todas formas, el final “tan de locos” –y no por ello deja de ser impactante e inesperado- puede que aleje a éste, a la vez, del más común de los mortales.

    Pero tan solo es una opinión… y ni mucho menos respetable. Ánimo Tom: No dejes que el gordito de Twain te diga nunca, que rio no debes vadear.

    Dominose U

  4. Antístenes dice:

    Eso de dirigirse al lector, aunque lo utilizase Cervantes en su introducción al Quijote, no es aplicable en una narración a menos que sea un comentario de un relator externo, caso que no es éste. Y no sigo para que no me tome manía…
    Suerte.

  5. Tom dice:

    Bueno, sí pero no,
    se ha hecho muchas veces, Poe lo hace y otros muchos autores de relatos de terror también, no quiero decir con esto que el mío sea digno de compararse a ellos, ni mucho menos, pero esa formula de buscar y dirigirse al lector se utiliza muchas veces.
    Que sea correcto o no , no lo sé.
    Y puedes seguir, ni voy a ganar el concurso ni voy a tomar manía a nadie. Gracias.
    Un saludo.
    Tom

  6. la ciudad dice:

    Me gustó mucho tu relato, pero yo le hubiera quitado el final feliz para hacerlo más impactante. suerte Tom

  7. HOSKAR WILD dice:

    Hay más chalados de este tipo de los que nos imaginamos. Coincido con el autor ¿dónde está el final feliz?
    Mucha suerte.

 

 

 

 

 

 

 

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