premio especial 2010

 

May 12

  Esa mañana de agosto el marqués oyó ruidos espectaculares pero difusos, los cuales por simple inclinación humana a la curiosidad, lo impelieron a asomarse al balcón.

 Metros abajo unos jóvenes vestidos de verde-oliva, correteaban de aquí para allá, enarbolando oscuras armas de cañón largo, tal vez, fusiles o escopetas.

 Los muchachos, en su mayoría pelilargos y barbudos, aunque

 ágiles por elocuente juventud, lucían desgarbados. Y aún, para mayor perplejidad, advirtió bajo aquellas ropas guerreras, pechos bamboleantes y, mal ceñidos por los casquetes con visera, rebeldes cabellos femeninos.

 Estando así, el pocillo de té en una mano y en la otra una masa azucarada, se abrió la puerta.

 ___ ¡Señor marqués! ¡Señor marqués!

 Entró Mairena agitado.

 ___ Espere, espere, Mairena. ¡No sea escandaloso, hombre! Lo escucho perfectamente.

 El marqués adelantó en tono perentorio su confitura.

 ___ Haga el favor.

 ___ Pero, señor marqués.

 El hombre, casi en la edad provecta, intentó cumplir las reglas, a pesar del jadeo y la transpiración.

 ___ Es la guerrilla, esta mañana han entrado en la ciudad.

 ___ ¡Mairena, Mairena. Déjese de barullo! ¡A su edad!

 ___ ¡Pero, es que disparan contra la casa!

 ___ ¿Ah, sí? ¿Por qué es tan pusilánime? Hace un buen tiempo que estoy frente a la ventana y esos jóvenes snobs ni siquiera han rozado la balaustrada.

 En eso, el vidrio de la ventana se agujereó. Algo zumbante penetró en la habitación por el orificio y, antes del estrépito de los fragmentos en el suelo, el objeto rebotó en dos paredes y se clavó en la tercera con golpe rabioso.

 ___ ¡Señor!

 El viejo, increíblemente activo, apartó a su amo con un empellón.

 Voló el pocillo, el té que contenía y la masa, en tanto que el noble aterrizaba ignominiosamente sobre el desastre.

  ___ ¡Mairena!

 El marqués, rojo de furor y de asombro, apretó los labios para impedir una catarata de palabras soeces cuya vulgaridad no se permitía.

 ___ ¿Quiere dejar de hacer escándalo de una vez? Venga aquí, por favor, ayúdeme.

 Iba a obedecer el viejo, pero un segundo proyectil desportilló un jarrón ornamental y otro subsiguiente, voló la lámpara del techo, indicación fehaciente de que los muchachos de abajo afinaban la puntería.

 Mairena comprendió que el servilismo de toda su vida no incluía la fórmula “hasta las últimas consecuencias” y, ante esa revelación, se alejó raudamente por donde había venido.

 El marqués sólo atinó a mover la cabeza.

 A duras penas incorporado, lo sobresaltó un trote farragoso que ascendía por la escalera.

 Patearon la puerta con tanta fuerza como para arrancarle las bisagras.

 ___ ¡No se mueva!

 El rostro barbado era feroz, desorbitado, cruel. Advirtió que los gruesos botines maculaban su alfombra.

 ___ Señor, no estoy acostumbrado a recibir órdenes de extraños y mucho menos cuando no han sido invitados.

 ___ ¿Qué?

 ___ ¿Sufre usted de sordera? ¿O acaso es el resultado transitorio de tanto ruido?

 El barbudo avanzó con una sonrisa a medias.

 ___ ¿Quién sos, viejito? Esto no es joda.

 El marqués apretó las mandíbulas, se le afinaron los labios y los ojos.

 ___ ¿No le parece, señor, que no le corresponde interrogar? Prefiero suponer, de su parte, una lamentable equivocación.

 El hombre alzó las cejas, dio una vuelta alrededor del viejo.

 ___ Aunque estés disfrazado, no es carnaval afuera. Lo que oís no es pirotecnia. Tampoco este fierrito es cotillón.

 El marqués transpiraba.

 ___ Señor, concluya de inmediato con sus dichos, o me veré obligado a acudir a la ley.

 Recrudeció la fusilería. Una explosión postrera hizo temblar el suelo y las paredes.

 ___ ¿Qué ley?

 ___ La que rige para usted y para mí. La que hace cumplir la policía.

 ___ No te van a atender. Están ocupados, ¿escuchás?

 Sonaban tres sirenas al unísono en tono de urgencia desesperada.

 ___ Insistiré, señor, es mi derecho.

 ___ Desde luego, entonces, no perdás tiempo, andá, ya.

 ___ Le doy la última oportunidad de retractarse, si lo hace, ignoraré el incidente.

 ___ Dale, viejito, que pierdo la paciencia.

 Silbó otro plomo bravo, y encontró en su trayecto la gorra verde, la atravesó sin más, peinó el pelo tupido, partió el cráneo y fue a aquietarse, aún incandescente, en el cerebro.

 Sin un ay, se dislocó el barbudo con los hilos cortados. La sangre lo rodeaba como un halo.

 Por unos segundos quedó el marqués inmóvil. La sangre discurría hasta sus pies.

 ___ ¡Mairena! ___ gritó ___ ¡Mairena! ¿Dónde te has metido, hombre?

 Acababa de ver en su pechera salpicaduras rojas. Y sentía sus manos pegajosas, y también su cara, y su cabello.

 ___ ¡Mairena! ___ gritó con la voz distorsionada ___ ¡Mairena, te conmino a que vengas pronto! ¡Mairena, hijo de puta, de mil putas, ven pronto, ya, a limpiar este estropicio!



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5 Responses to “98- Desayuno. Por Sureño”

  1. Luc dice:

    Si es una parte de un relato más largo, lo entiendo. Si no es así, no.
    No veo un antes ni un después que centre el episodio, ni conflicto ni tratamiento lógico del mismo ni desenlace. Pero, ojo, no los veo yo, lo cual no quiere decir que no los haya.

  2. Toribio dice:

    Pues para mí que es una sátira sobre un miembro de una clase social anclada en lo anacrónico. Un episodio divertido, una escena teatral.

  3. Antístenes dice:

    En la primera frase la fastidia. Es IMPOSIBLE que los ruidos sean a la vez espectaculares y difusos al mismo tiempo. Mezcle como quiera significados y sinónimos y verá que es imposible y, si no quiere mentirse, acéptelo. A partir de esto no sigo leyendo…
    Suerte.

  4. la ciudad dice:

    divertido, nada más.

  5. HOSKAR WILD dice:

    Divertida escena envuelta en flema británica. Lástima que al final el marqués se ponga, como algunos, un poco nervioso.
    Mucha suerte.

 

 

 

 

 

 

 

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