premio especial 2010

 

Abr 25

       Todavía conservo el pequeño libro de las Rimas de Bécquer. Sigue conmigo, ha sido testigo de mis alegrías, de mi soledad y de mis tristezas, me ha acompañado a lo largo de la vida.

         Por cuestiones de trabajo de mi padre, tuvimos que salir de la ciudad donde vivíamos, para irnos a radicar a la capital. Tenía yo doce años de edad, era el mayor de tres hermanos: mi hermana Carmela de seis y mi hermano José de cuatro.

         Mis hermanos, quizá por su corta edad, no sintieron la tristeza que se siente cuando tienes que partir para emigrar hacia otro lugar. Por el contrario, mi madre no se consolaba por haber tenido que dejar a su madre y a sus hermanas, yo sentía y comprendía su tristeza, como si fuera mía, pues dejaba atrás amigos, abuelos, tíos y primos, a mis queridos maestros y sobre todo a Isabelita, mi primer amor, ese que piensas que es el amor para toda tu vida. Isabelita, una niña de trenzas rubias y hermosos ojos verdes. En esos momentos comprendí cuanto de nosotros se quedaba en mi ciudad.

          Ya en el tren, en el trayecto rumbo a la capital, mamá me consolaba como si fuera yo el más pequeño de sus hijos y al mismo tiempo se consolaba conmigo, pues sabía bien que yo entendía su tristeza. Mi padre había llegado un mes antes a la capital, en donde nos esperaría en la estación del tren.

          Los primeros días no tuvimos tiempo de dar cabida a nuestras tristezas, después de haber llegado a una casa de huéspedes cerca de la estación de trenes, mi madre y yo nos dimos a la tarea de buscar la que iba a ser nuestra vivienda. Una vez instalados en un pequeño departamento de la colonia Santa María, mamá comenzó a buscar escuela para mis hermanos y para mí, que ya iba yo a entrar a la secundaria. Con nuestra nueva casa, con nuestras nuevas escuelas y nuevos amigos nos fuimos consolando de la tristeza por lo que habíamos dejado detrás, o al menos la tristeza iba aminorándose un poco. Además estábamos asombrados de descubrir día con día a la ciudad capital, admirar sus enormes edificios, sus monumentos y sus bellos jardines, mi padre procuraba llevarnos al cine y al teatro, hermosos cines y teatros los de aquella época.

          Sólo había algo que no se me olvidaba: el afecto que sentía por Isabelita, la niña de trenzas rubias y hermosos ojos verdes, Isabelita era tierna y afectuosa, llena de cualidades y muy estudiosa, además aficionada a la poesía, a pesar de su corta edad. Cuando nos despedimos, Isabelita me dio, como “regalo de viaje”, un pequeño libro con las Rimas de Bécquer con una flor seca dentro de él, como se acostumbraba en esa época. La niña estaba hecha un mar de llanto, me pedía que le escribiera, que no me olvidara de ella, pues si lo hacía, se moriría de tristeza. Prometí escribirle una carta para contarle los pormenores de nuestro viaje y para que supiera que ya había ingresado a la secundaria, además para decirle lo mucho que la extrañaba.

            En cuanto tuve dinero para el timbre postal y supe el camino al correo, para ir y regresar sin perderme, en lo que me parecía una enorme ciudad, llevé la carta. Todavía recuerdo la emoción que sentí cuando deposité mi primera carta en el buzón del correo central. Luego empecé a contar las horas y a imaginarme el rumbo de esa carta, a imaginarme, momento a momento, por dónde iría la misiva. Después le envié muchas otras cartas más.

            En aquellos años, el correo y el telégrafo, además del teléfono (el que resultaba excesivamente caro) eran los únicos medios para comunicarte con tus seres queridos y casi no había día en que el cartero no se apareciera por el edificio en donde vivíamos, por supuesto que cuando lo oía tocar su silbato, anunciado su llegada, me emocionara esperando la respuesta a mis cartas. Pasaron las semanas y los meses y la respuesta no llegaba, creo que mi madre se daba cuenta de mi tristeza, pero quizá pensaba que era el efecto de mi crecimiento o mi desarrollo, pues en aquel tiempo empecé a crecer más de la cuenta y a convertirme en un chiquillo flaco y desgarbado que no sabía que hacer con sus extremidades inferiores. Además el pelo corto y la cara llena de espinillas, hacían verme poco agraciado, al mirarme en el espejo, pensaba en lo que diría Isabelita si viera mi nuevo aspecto, pero finalmente llegaba yo a la conclusión que poco habría de importarle, pues no había contestado ninguna de mis amorosas cartas.

            La que si recibía cartas era mi madre, no había semana en que no le llegara cuando menos una, su madre, sus hermanas y hasta sus tías y cuñados mantenían correspondencia con ella. Mi madre solía leerme sus cartas, o cuando menos parte de ellas, pero no encontraba ninguna referencia sobre Isabelita, y como iba a encontrarla, si seguramente mis familiares no la conocían o no sabían de su existencia y aunque supieran de ella, no se iban a ocupar mayormente de una chiquilla, además yo no preguntaba por ella ni pedía referencias de su existencia.

            Había pasado un año desde que dejamos mi ciudad y mi interés en los estudios, en la lectura y en el cine, me hicieron archivar en mi mente el recuerdo de Isabelita, a la que consideraba una ingrata o desconsiderada por no haber contestado mis cartas o por haberse olvidado de mí, aunque en ocasiones me entraba la duda de si habría recibido mis cartas o no. En la escuela y en el barrio había hecho nuevos amigos y no faltaba alguna niña que se fijara en mí, pero yo no me interesaba en esas cuestiones, había muchas cosas que ocupaban mi mente, además me estaba dando por escribir algunos versos y cuentos. Creo que Isabelita sembró en mí el gusto por la poesía y la lectura. Tenía yo la firme idea de convertirme algún día en un escritor famoso. Cuando acomodaba mis libros o mis cosas, salía a relucir el pequeño libro de poemas.

             Hacía ya doce años desde que salimos de nuestra ciudad, mis hermanos y yo ya habíamos hecho buena parte de nuestra corta vida en la capital, sobre todo ellos que ya se consideraban capitalinos. Mi padre y mi madre volvían a nuestra ciudad en cuanto podían, pero Carmelita, José y yo siempre teníamos pretextos para no acompañarlos. Había terminado mis estudios universitarios en la Facultad de Filosofía y Letras, ya tenía yo un buen trabajo en una agencia de publicidad como redactor de textos para los anuncios, pero aquello de llegar a ser un escritor famoso todavía estaba muy lejos de convertirse en realidad y no era otra cosa más que una quimera, comenzaba a comprender que no es fácil abrirse camino en el mundo de las letras. Sin embargo no perdía la esperanza de convertirme, algún día, en un famoso escritor y poder ofrecerle a Isabelita mi nombre y mi fama.

            Volví a mi pequeña ciudad cuando falleció mi abuela materna, no podíamos hacer algo mejor que acompañar a mi madre al sepelio de la querida abuela, hicimos a un lado el trabajo y los pretextos y con gusto la acompañamos en tan penoso momento. Fue ahí cuando surgió en mí la inquietud de saber que habría sido de Isabelita, aquella niña de trenzas rubias y hermosos ojos verdes. Me di cuenta de que no me había olvidado totalmente de ella, ahí estaba su recuerdo, guardado en mi mente y en mi corazón. Puse entre mis cosas de viaje aquel pequeño libro de versos, que era una prueba de su amor hacia mí.

            Lo que yo consideraba mi pequeña ciudad se había convertido ya en una gran ciudad, como muchas de la provincia de mi país, del aeropuerto hasta la casa de mis tías me fui dando cuenta de su progreso gracias a zonas residenciales que no existían cuando yo era niño. Si la ciudad había cambiado, ¿Cómo habría cambiado Isabelita? ¿Se habría casado? ¿Seguiría viviendo en esa ciudad?, ¿En el mismo barrio, en la misma casa? – eran algunas de las preguntas que me hacía.

Después de las exequias de mi abuela me di a la tarea de buscar a Alejandro, compañero de la primaria y uno de mis mejores amigos de aquel tiempo, su padre tenía una carpintería que seguía estando en el mismo lugar, no me fue difícil ponerme en contacto con mi amigo de la infancia. Quedé con Alejandro de vernos por la tarde, a la salida de su trabajo, para comer y tomarnos unas refrescantes cervezas (en mi ciudad hacía mucho calor casi todo el tiempo) en un lugar que yo recordaba, en el mero centro de la ciudad, pero que en aquel tiempo, sólo podíamos verlo por fuera debido a nuestra corta edad.

            Me vi con Alejandro en el lugar convenido. Nos sentamos en una de las mesas del exterior y ordenamos un par de cervezas. Mi amigo seguía siendo un muchacho sencillo y jovial, le dio mucho gusto verme y más gusto que lo hubiera buscado. Después de que platicamos de lo que había sido de nuestras vidas y de lo que estábamos haciendo, de que me pusiera al tanto de los compañeros que terminaron con nosotros la educación primaria, caí inevitablemente en preguntarle por Isabelita, él ya lo esperaba, sonrió un tanto malicioso. –Isabelita es ahora una funcionaria muy importante y con un gran futuro político, trabaja en donde yo lo hago, en el ayuntamiento de la ciudad, seguramente la veremos en un momento más, ella acostumbra comer en este lugar. En ese momento comencé a ponerme nervioso, doce años habían pasado y yo estaba como un chamaco frente a su primera cita de amor. No podía ocultar mi nerviosismo ante mi amigo.

            Efectivamente, Isabelita se apareció instantes después, era una mujer muy bella e interesante, de porte altivo y distinguido. Seguía peinando su hermosa cabellera rubia con un par de trenzas que ahora unía en un chongo que le daba más personalidad. Al verla llegar, Alejandro se levantó a saludarla, yo hice lo mismo,

–Licenciada Robledo, ¿recuerda usted a Everardo? él estudió la primaria con nosotros.

La bella joven levantó la vista y me vio, como tratando de acordarse de mí, pero se veía que no me recordaba.

–Creo que sí, cómo está usted…

Sólo acerté a contestarle el consabido bien, gracias, luego ella se disculpó diciendo que la esperaban en el interior del lugar y que venía retrasada.

Cuando se despidió, Alejandro notó mi turbación y amablemente buscó una disculpa para ella… –Vamos hombre, seguramente se acordará más tarde y vendrá a platicar contigo. Yo estaba seguro de que no lo haría, se veía que era una mujer triunfadora y seguramente ya tendría un compromiso con alguien que estuviera a su altura. Metí una de mis manos a la bolsa del ligero saco y palpé con mis dedos el libro que me había dado Isabelita, “como regalo de viaje”.

Soy ahora un escritor afamado, autor de varias novelas de éxito. Tengo el reconocimiento de mucha gente, pero no soy feliz. No la he olvidado, fue la mujer de mis sueños e ilusiones, aunque tuve amores y amoríos, no quise entablar una relación en serio con ninguna mujer, me negué la oportunidad de tener una esposa que me hubiera dado hijos y proporcionado la felicidad que yo, tontamente, dejé pasar por el recuerdo de Isabelita, una niña dulce, sensible, de trenzas rubias y hermosos ojos verdes que había llorado tristemente mi partida. 



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52 Responses to “22- Isabelita. Por La Ciudad”

  1. Noelia dice:

    Un dulce y amargo recuerdo! Enhorabuena…

  2. Ágata dice:

    Una historia sencilla, pero deliciosa. Es fácil empatizar con el protagonista. Salvo algunas expresiones, rimas o repeticiones, es un relato bien estructurado y con un ritmo progresivo. Y tiene un final creíble, aunque a mí como lectora, me hubiera gustado una vuelta más de tuerca.

    Suerte.
    Mi relato es el 41

  3. la ciudad dice:

    Noelia y Ágata, gracias por vuestros comentarios, claro leere vuestros cuentos y les daré mi opinión.

  4. amdex dice:

    Hola «la ciudad». Algunas partes del relato me recuerdan a ciertos episodios de mi vida y seguro que no soy la única que se siente identificada.

    Me parece que es un relato escrito con mucha sensibilidad. Mucha suerte también a ti.

  5. Adafina dice:

    Yo solo puedo decirte que he pasado un ratito maravilloso leyendo tu relato, no sé por qué pero me ha dado paz. La sensibilidad, la falta de estridencia, casi de conflicto, y aunque habla del desamor no habla con rencor. Me ha gustado mucho. Que tengas mucha suerte

  6. HÓSKAR WILD dice:

    ¡Qué tiempos en los que aguardámos nervisosos las cartas de nuestro primer amor! Historia evocadora, sencilla, tierna.
    Mucha suerte

  7. la ciudad dice:

    amdex, adafina y óskar wild: os agradezco vuestros comentarios, creo que mi relato cumplió con el fin para el cual fue hecho, es lo que yo esperaba de sus lectores. gracias, mil gracias. buscaré vuestros nombres para encontrar vuestros relatos y dar mi opinión. oscar, haz escrito algo esta vez?

  8. Luc dice:

    A mi vecina le puedo decir que su cuento es un recorrido vital tan común como asumible. Tiene más explicaciones de las que yo hubiera puesto, pero, por otro lado, también una sencillez y una humanidad que tumban, lo que no es tan común.
    Narrar episodios que atraigan al lector a base de un vocabulario cotidiano es casi una heroicidad dados los artefactos lingüísticos que actualmente uno puede llegar a leer en los inevitables best-sellers para regalo de Navidad.

  9. la ciudad dice:

    mi querido Luc, lo que me tumba a mí es tu comentario, me gustó mucho, no sabes cuánto te lo agradezco. a lo mejor las explicaciones o lo reiterativo es a propósito y tienes razón, no es fácil ofrecer al lector un vocabulario cotidiano.

  10. Constance dice:

    Sencillo y tierno. Suerte!! (gracias por todo)

  11. Dominose U dice:

    La ciudad.. ¿Cómo estás? Espero que sigas escribiendo, cada día, con la misma intensidad con que respirar pretendes; Si es verdad que de todo se aprende, ningún profesor hay mejor que la tenacidad.

    Me agrada ver que por todo lo que aquí contestas, a ti mismo (¿’a’, ‘o’? Para volverse loco.. :D) no te tratas de hallar. Escribes para los demás, de tal manera que cualquiera de sus amables miradas te ponen una sonrisa: te imagino al otro lado de la pantalla, contemplando maravillado que unas simples palabras, una bella sonrisa en tu cara sean capaces de trazar.

    Más no por ello –creo que me repito como un locuaz anciano- dejaré de recomendarte que te abstraigas… Y que tu propio relato leas, leas, leas… y al fin, si te sobra tiempo… Vuelvas a leer :D; en definitiva, estúdiate a ti misma, y sé tu mayor crítica. Consciente soy, desde hace mucho tiempo, de que todo aquello que el Silencio nos pueda sugerir, nada tiene que envidiar a lo que cualquiera de nosotros nos podamos aportar.

    Pero ya que me pides que te lea –ingenu@ de ti :P-, lo hice con todo el cariño del lejano Plutón (entiendo que se te haga rara la expresión, ya que una muy parecida solía acompañar esas letras… Pero tan revuelta en horrores esta la tierra, que ya nadie creería tan manoseada expresión).

    Me encanta el Principio. Aunque no sé si el mérito es tuyo, o del propio Becquer: tiempo al tiempo

    “Por cuestiones de trabajo de mi padre, tuvimos que salir de la ciudad donde vivíamos, para irnos a radicar a la capital”

    Creo que es el fallo más común que todos cometemos. Siempre que articules tres frases, piensa en la del medio como si de un niño se tratara; éste, agarrado de la mano de sus padres, debería poder salir corriendo en cualquier momento, permitiendo a papá y a mamá de la mano proseguir su caminar. Es una chorrada, aaaadmitido quedaa… 😀 y en tu caso:

    “Por cuestiones de trabajo de mi padre (…) para irnos a radicar a la capital”. Algo le pasa, ¿no crees :D?

    “Por cuestiones de trabajo de mi padre tuvimos que salir de la ciudad donde vivíamos, para irnos a radicar a la capital”
    “Tuvimos que salir de la ciudad donde vivíamos -por cuestiones de trabajo de mi padre-, para irnos a radicar a la capital”

    Puede que yo esa frase la dijera de otra manera… Pero es TU relato y el de nadie más (no dejes que nadie te diga ‘qué’ escribir, y pide que a todo aquel en quien confíes que te critique el ‘cómo’). Atiende a lo que quieras, y después haz lo que te plazca.

    -Tenía yo doce años de edad, era el mayor de tres hermanos: mi hermana Carmela de seis y mi hermano José de cuatro.
    Me encanta, pero creo que es una cuestión personal; en concreto –y por mi forma de escribir- todo lo que suene a musical detiene el canto mi alma… Y la pone inmediatamente a escuchar.

    – (…) Por el contrario, mi madre no se consolaba por haber tenido que dejar a su madre y a sus hermanas, yo sentía y comprendía su tristeza, como si fuera mía, pues dejaba atrás amigos, abuelos, tíos y primos, a mis queridos maestros y sobre todo a Isabelita, mi primer amor, ese que piensas que es el amor para toda tu vida (…)

    ¡Respiro al fin! ¿No se te hace muy larga? Imagino que no conocerás a Pedro Antonio Urbina (falleció hace dos años), uno de los mejores escritores en lengua Castellana de los últimos 20 años (su novela, “Cena Desnuda”, está considerada una de las 100 mejores -en esta lengua- de toda la historia). Sus libros están plagados de textos como este, párrafos inmensos e interminables. A duras penas logra uno mantener la atención en lo que está leyendo; pero cuando lo consigues… Que bello resulta en conjunto.

    Pero ni tú ni yo nos llamamos Pedro… 😀

    ¿Qué tal de esta manera?

    – (…) Por el contrario, mi madre no se consolaba por haber tenido que dejar a la abuela (¡Habla la nieta :D!) y a sus hermanas; yo sentía y comprendía su tristeza -como si fuera mía-, pues dejaba atrás amigos, abuelos, tíos y primos, a mis queridos maestros y sobre todo… A Isabelita: mi primer amor, ese que piensas que es para toda tu vida (…)

    Hay más frases como esa… Pero no creo que debamos nosotros ser quienes reescribirán tu bello relato: deberías ir reservando algún hueco en el trabajo.. 😛

    – “En esos momentos comprendí cuanto de nosotros se quedaba en mi ciudad”. Precioso. Creo que el mismo J. Bucay estaría orgulloso de tan tierno trazo.

    No te quiero comentar mucho más… en parte por que me da vergüenza, en parte porque rozaría lo no tan formal (materia y forma… no lo digo en el sentido de ‘formalidad’). Creo que, si continuara a partir de aquí, comenzaría a valorar el contenido más que el envoltorio… Y eso es algo muy personal.

    Por ello, saltaté esta parte si no te interesa. Pero si te arriesgas, quedas advertido: esto que te diga no tiene porqué ser TU verdad… Tan solo es la de alguien, que se cruzó contigo al andar.

    Las tristezas no se aminoran… Si lo hace la velocidad. Las miradas se dispersan, se difuminan, desvanecen, diluyen, disipan, disi, disi, disi,.. Pero sólo dilo, ‘sí’, si verdaderamente lo piensas; en caso contrario, que aminoren… Que para eso es tu relato.

    “(…) al cine y al teatro, hermosos cines y teatros los de aquella época”. No repitas, por favor… Le harás pensar al lector que esa frase entrañaba una mensaje oculto o complicación extrema… descifrable solo si de nuevo la presentas.

    Y a partir de aquí paro de desmenuzar… Porqué –de tantas cosas que comentaría- estaba empezando a no disfrutar, costándome incluso proseguir la narración; y por ese aro no paso. Así que retomo de nuevo el relato, con el único propósito de encariñarme con esa niña de “trenzas rubias y hermosos ojos verdes”.
    Es un dócil relato, que discurre sin giro alguno que lo torne particular… pero que se redondea suavemente allí donde algunas esquirlas podrían saltar. El final se vuelve muy abrupto, excesivamente lineal… Comparto la opinión de Ágata de que le convendría hacerlo girar (no a ti.. sino al propio relato :D)

    Animo, y no dejes de brincar (las letras más bellas son las que más alto se encuentran…)

    Dominose U

    Jajaja una última cosa.. Si Antístenes (uno de los compañeros que tiene publicado un relato –te lo recomiendo encarecidamente) viera esto, se colgaría de un árbol:
    “en el mero centro de la ciudad”, (mismo, mismo.. :D)

  12. la ciudad dice:

    DOMINOSE: No sabes cómo agradezco que me hayas leido y que me des tu valiosa opinión, que para mí es muy importante, tanto que ya la saqué de este contexto y la conservo en mis archivos para leerla con calma y aprovechar de ella todo lo que sea posible. gracias, gracias, gracias.

  13. Antístenes dice:

    Qué conste que he continuado leyendo (a saltos, pero leyendo, al fin y al cabo) hasta el final y tras «…no sabía que (qué) hacer con sus extremidades inferiores..». He tenido la sensación de que el muchachito se transformaba en un lagarto o algo parecido. En fin, no está mal como guión para una telenovela de tercera…

  14. Granizo dice:

    Es una historia bonita y está bien contada. El final me parece demasiado rotundo, o quizás increíble, fíjate, pero claro eso es una opinión personal. La cuestión es que me cuesta creer que alguien condicione tanto su vida por un amor de la infancia, pero ya te digo, creo que adolezco de romanticismo (pobre de mi).

  15. Abeja dice:

    La Ciudad: una historia tierna, que nos hace reflexionar sobre lo que dejamos, por atarnos a ilusiones….
    Suerte y un abrazo: Abeja.

  16. la ciudad dice:

    granizo y abeja: os agradezco vuestros comentarios. suerte a los dos

  17. MaxEstrella dice:

    Me gusta tu historia, la nostalgia y el calor de los recuerdos congelados. Mucha sensibilidad y una sencillez que se agradece, Te deseo suerte

  18. Cánquel dice:

    Tiene sus momentos tiernos desde luego. Sólo un pequeña pega y es el abuso reiterado en el empleo de adjetivos delante de sustantivo. Hace que todo «hermoso relato» se vuelva un tanto pomposo sin necesidad. Un «relato hermoso» hubiese hecho del chico un chico todo el tiempo hasta el final (creo yo).
    De todos modos es entrenido. Tiene la chispa del reencuentro. Pregunto ¿por qué no hubo una reacción violenta, tartamudeos, que se le caiga algo de las manos, sudor frio, algo que no pudiese controlar que diese la medida de lo que realmente la quería? Toca el libro que lleva como recuerdo y la flor seca, peeeeero… ¿qué pasa? Me cuesta creer que siga tan enamorado como para renunciar a su vida amorosa. Conste que se lee fácil y que tiene momentos fáciles de compartir. Suerte

  19. la ciudad dice:

    Max estrella y cánquel os agradezco haber dedicado su tiempo a leerme y agradezco también a cánquel las observaciones que me hace y que son bienvenidas, algo se aprende de ellas. leeré mas tarde vuestros relatos

  20. Jerry Cornelius dice:

    Muy bonito.

  21. la ciudad dice:

    Igual que tu comentario. gracias jerry

  22. Aida dice:

    Un relato tierno y hermoso, plagado de recuerdos y de un primer amor que es lo más bonito que hay en la vida.
    Te deseo mucha suerte

  23. Rosa azul dice:

    La ciudad, tu relato me ha gustado mucho. En cuanto a críticas constructivas que te pueda dar, creo con las que ya te han dado no tengo más que añadir. Mucha suerte.

  24. Rob Vermeulen dice:

    El tono sencillo, natural, de la narración me gusta. O la falta de artificios lingüísticos. Como prefieras. Y hasta con menos adjetivos aun, ganaría en naturalidad.
    Suerte.

  25. la ciudad dice:

    Gracias Rob, esa era mi intención al escribirlo

  26. la ciudad dice:

    Rosa azul, tu comentario, al igual que el de Rob, me levantan el ánimo. gracias

  27. la ciudad dice:

    AIDA: agradezco mucho tu hermoso comentario.
    un beso

  28. Croqui dice:

    Emotivo. Como se ha señalado, hay alg´un problemilla de redacci´on, s´i. Sin embargo, la historia entra mejor que otras m´as correctas formalmente.

    Enhorabuena y suerte.

  29. la ciudad dice:

    Croqui: agradezco tu comentario en todo lo que vale.

  30. Radiquero dice:

    Creo que el relato «pringa» un poco. Me explicaré para que mi comentario no resulte hiriente -de cualquier modo, no soy profesional de la escritura ni de la crítica literaria- y, al contrario, aporte una vía de mejorar este trabajo. Habría que revisar la repetición de tristeza / tristezas. Cuando algo se prodiga mucho, pierde efectividad. Yo reduciría el relato en cuanto a extensión y sustituiría momentos «externos» -no explicar tanto lo que se ha de transmitir creando ambientes, con algún rasgo, no con palabras y más palabras- por más tensión interior. Hay que meterse más en las tripas del tal Everardo. Por último, si dice de sí mismo que ahora es un gran escritor, falla la credibilidad en cuanto al soporte que ha utilizado -todo lo que ha precedido- para que un literato se exprese así.
    Gracias, La Ciudad, por haber comentado mi relato.
    Aquí creo que casi todos somos aficionados y nuestra principal herramienta es la ilusión y la buena voluntad, tanto para escribir como para opinar sobre los relatos de los compañeros.
    Un abrazo para ti y muchos saludos para todos.

  31. la ciudad dice:

    Agradezco tus sabias palabras. ya había pensado en lo de ser un gran escritor, tal vez debí haber escrito: un «escritor exitoso», lo cual no lleva precisamente a ser un gran escritor.

  32. paulena dice:

    Primero darte las gracias por dejar tu comentario en mi relato, me alegro de que te haya gustado.
    Y segundo decirte que el tuyo me ha pareceido enternecedor, que es una historia muy sencilla y muy real, por la que muchos habrán pasado y seguro que al leerla volvieron aquellos maravillosos recuerdos. Eso sí que es un gran amor, hasta el punto de no haber encontrado a otra mujer por el peso del recuerdo de Isabelita.
    Mientras leía la historia, por un momento pensé que se había casado con Alejandro, su mejor amigo de la infancia.
    Me has hecho pasar un rato muy grato.
    Mucha suerte.

  33. la ciudad dice:

    Gracias Paulena. hombre, hubiera sido totalmente sorpresivo que alejandro la presentara como su esposa. buena ocurrencia la tuya, me hizo sonreir.
    un beso

  34. Atena de fuego dice:

    Una bonita historia
    ¡Enhorabuena!

  35. la ciudad dice:

    Atena: muchas gracias por tu comentario, buscar{e tu relato y te daré mi opinión.

  36. BOB dice:

    Muchas gracias por comentar Maybe, me ha impresionado positivamente la impresion que te causé, por lo que he buscado su relato para leerlo. Decirle que me ha encantado su lectura, que he terminado y he releido una segunda vez y eso significa que es un buen relato, que apetece saborearlo de nuevo.
    Igualmente, mucha suerte en el certamen.

  37. nesteia dice:

    Muy hermoso el relato.
    Sencillo, lleno de ternura y con esos amores que recordamos toda la vida.
    Me ha gustado mucho.

  38. Violeta Nerolí dice:

    Me llevó a mi niñez, donde también andaba Bécquer, pero ni me lo regalaron ni lo regalé.., así ni olvidé ni me olvidaron…
    También pensé por un momento que se hubiera convertido en la mujer de Alejandro..
    Suerte!

  39. la ciudad dice:

    Nesteia y Violeta, agradezco vuestros generosos comentarios. un beso a ambos o ambas.

  40. Medusa dice:

    la ciudad…a caminar se aprende andando, poco a poco, y quien más quien menos cometemos «fallos» reiteraciones. Cuenta, sobretodo, la intensidad del relato, ni modas, ni formas, ni estilos van a misa, cada cual con el suyo. Lo importante es el retazo de memoria que nos ofreces, sentida, tierna, sencilla. Suerte y gracias por leerme.

  41. la ciudad dice:

    Os agradezco vuestro comentario y os mando mi voto.

  42. Luzzz9 dice:

    Hola La Ciudad.
    El relato tiene buena redacción, pero lo encuentro un tanto «ñoño» o un pelín «cursi» si me permite la expresión.

    Saludos de Luzzz

  43. la ciudad dice:

    Efectivamente, esa era mi intención al escribirlo. gracias por tu comentario Luzzz

  44. la ciudad dice:

    Efectivamente, esa era mi intención al escribirlo. Agradezco tu amable comentario.

  45. Adafina dice:

    La ciudad, a mi humilde entender tu relato es precioso y nada pretencioso. Votos para ti.

  46. la ciudad dice:

    Adafina, gracias por tu comentario. suerte ¡vas muy bien!

  47. berny dice:

    «la ciudad», bello relato , lleno de inocencia,
    me gusta como las palabras fluyen ligeras y suaves,
    mucha suerte.
    un abrazo

  48. la ciudad dice:

    Gracias Berny, otro para ti

  49. Roberta B. dice:

    Me hubiera gustado otro final para esta historia, un poquito más féliz.
    Suerte y ánimo.

  50. la ciudad dice:

    Roberta: Gracias por tu amable comentario. Un beso

  51. Saraiba dice:

    Una bonita historia de cómo alguien se puede amargar la vida pensando en lo que pudo ser y no fue. El hecho de que no rehiciese su vida después del último encuentro, apunta a algún trastorno tipo síndrome de Peter Pan. Isabelita era un sueño y él no quería despertar.
    Suerte.

  52. la ciudad dice:

    Me gustó mucho el análisis que haces de mi relato. Te lo agradezco mucho, te mando un abrazo

 

 

 

 

 

 

 

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