premio especial 2010

 

May 28

Querido lector que me lees, estoy por narrarte una historia que aunque te parecerá increíble es enteramente cierta; salvo algunas modificaciones. Estaba yo en el aeropuerto esperando, como todos los demás, como el resto del país, a nuestra gran estrella. Estábamos allí desde temprano, pues daba la sensación de ser un día histórico para nuestra gran república; y es que en los últimos meses la popularidad de la gran estrella se había disparado con la misma velocidad que nuestra inflación. Era un día ansiado, ella tenía años sin venir al país, se fue siendo una desconocida, y ahora regresaba en un momento que incluso el Presidente de la República deseaba conocerla personalmente y al menos estrechar su mano. Ahí estaban también todos los medios nacionales, que el día anterior habían anunciado hasta el cansancio su llegada, ahora con la señal en vivo, pues el avión que la traía había llegado y sólo esperaban que pisara la tierra que la había visto nacer. Finalmente, después de una insufrible espera, se abrió la puerta del avión y apareció ella sonriente y rozagante. Tenía una deslumbrante cabellera rubia; cargaba unos jeans desteñidos y ajustados, unos lentes gigantes y oscuros que tapaban sus ojos azules grandes  y penetrantes, y una franela color carmesí con la imagen estampada del Ché Guevara que se distorsionaba al nivel de sus lolas perfectas. Los periodistas y camarógrafos comenzaron a codearse para tener las primeras palabras, a su regreso al país, de la compatriota que era una superestrella en los Estados Unidos. “Qué rico estar nuevamente en mi país- dijo por fin, luego de dar algunos pasos en la pista en medio de la multitud-, quiero comer un desayuno bien criollo, ver a mis amistades y sobretodo a mis familiares”.

En el mismo aeropuerto, en un espacio decorado para tal fin, realizó una corta rueda de prensa donde encantó con sus atributos y su humildad a los periodistas ávidos de ella. En las horas finales de la tarde asistió al palacio de gobierno, donde el Presidente del país le hizo entrega de la privilegiada Orden del Paladín como premio por dejar en alto el nombre de la patria ante el mundo, como también lo había hecho un pelotero que había ganado un montón de premios en las Grandes Ligas pero jamás había jugado una temporada en el país, y un par de extranjeros socialistas que trabajaron para su país como espías en los Estados Unidos y eran considerados íconos en América Latina. Ella, por su parte, elogió la labor del Presidente, al que calificó como gran revolucionario y antiimperialista, y concluyó  para sorpresa y gusto de todos, con un enérgico: “Patria o muerte”.

En EE.UU. la apodaron Cum Laude porque se hacía un pintoresco juego de palabras, en latín e inglés, que reflejaba tanto su rendimiento académico como sus destrezas en la industria de la pornografía. Cuando vivía en el país y era solamente una ciudadana más de esta república, solía ser una chica que destacaba por sus altas notas y por su petrificante belleza, una joven que aspiraba a graduarse de abogada, casarse y formar una familia. En el segundo año de la carrera, animada por sus amigas, participó en un concurso de belleza regional el cual ganó sin discusiones. Un empresario que fungía como jurado del certamen le aconsejó que más haría como miss que como estudiante de derecho, y que más haría trabajando en tal cosa que desfilando como miss. Aquello de tal cosa quedó claro como el agua pues el empresario en ningún momento dejó de sobarle las piernas. Ella no resistió a sus insinuaciones, así que le ofreció bisturí, silicona y muchísimos billetes verdes a cambio de permitirle ser su cliente unas cuantas veces. En el país se hizo popular porque aparecía repetidas veces en varias páginas de Internet, y su imagen en manos de vendedores ambulantes que promovían sus películas pirateadas ora con un hombre blanco, ora con una mujer, ora con dos mujeres, ora con tres  hombres negros, ora con cinco hombres negros, ora metiéndose esto, ora metiéndose aquello. Se paraban en los semáforo, metían la cabeza por la ventana de los automóviles manejados por hombres solos, y le decían con voz discreta: “La cum laude, la cum laude; llévate el nuevo CD de la cum laude. Cien por ciento criollita; el orgullo del país”. Debo confesar que al principio estuve renuente a ver esas películas; ella no me resultaba muy atractiva. Pero a medida que se me hacía más fácil acceder a sus videos la fui conociendo poco y a poco, y llegó a fascinarme; ver la bandera de mi país a lo largo de la pantalla del televisor ondeando vigorosamente en una de sus nalga por varios minutos encendió en mí inevitablemente un profundo sentimiento nacionalista y una evidente admiración a nuestra estrella internacional. En sus películas, a pesar de ser filmadas en los Estados Unidos, hablaba en español con su buen acento de estas tierras; se presentaba y decía: “Hola, soy Cum Laude y vengo de tal país”; y eso, sin duda, era una razón de orgullo para todos nosotros. Vestía trajes de baños y ropa íntima con los colores de la bandera del país, y eso era también una razón de orgullo para nosotros. Además participó brevemente en algunas películas de Hollywood insinuándosele a luminarias famosas, y se presentó en programas clásicos de alta sintonía donde enfatizó que las mujeres del país eran bellas, atrevidas, picaras y divertidas; y esta generalización, lejos de escandalizar a las mujeres compatriotas, impulsó un fuerte sentimiento de identificación e idiosincrasia, de suerte tal que cada compatriota nuestra se define de tal manera. En un par de años se hizo celebridad en los Estados Unidos y, por ende, también aquí en el país. Y un día, en un programa de farándula nacional, uno de tantos, anunció por vía telefónica que vendría al país, y al oír esto, todos parecimos perder la cordura.

Al siguiente día, desde temprano, firmó decenas de autógrafos y se tomó decenas de fotos con sus enloquecidos admiradores en el gigantesco lobby de un reconocido centro comercial. Estaba acompañada de las chicas del más importante concurso de belleza del país, todas muy retocadas y emperifolladas, orgullosas de estar al lado de Cum Laude. Una de ellas comentó a un periodista que Cum Laude era todo un ejemplo a seguir. Y era verdad, cada vez más mujeres se hinchaban las lolas y las nalgas para imitar a la súper estrella; aquellas que no querían lucir como ella simplemente eran mujeres anacrónicas totalmente ignorante del buen gusto y de la moda; unas pobres diablas que preferían lucir como peroles en lugar de verse bellas y glamorosas. Las niñas preadolescentes y adolescentes, por su parte, se desesperaban por llegar a la adultez para “cumlaudizarse”. Las muchachas de diecinueve y veinte años se colocaban silicona en el rabo y en los senos, se teñían el cabello de amarillo y se colocaban lentes de contactos color azul para lucir como Cum Laude; y también se vestían con la franela del Ché y pregonaban el socialismo y el antiimperialismo, porque era la moda. Una niña fue digna de sonoros aplausos cuando confesó, a un canal de televisión que cubría la jornada de la súper estrella, que quería renunciar a los estudios y meterse de lleno a la industria del modelaje y luego ser como Cum Laude. Finalmente, para cerrar la actividad, anunció que estaba pensando en la creación de su propia fragancia y una línea de ropas tanto para mujeres como para hombres con una foto de ella muy al estilo de la foto del Ché de Korda, la misma que llevara estampada en el pecho el día anterior. Horas más tarde, en el Aula Magna de la Universidad donde cursó sus dos años de carrera de derecho, dejando un excelente registro académico, el rector, trémulo de la emoción que lo embargaba, frente a una atiborrada audiencia, le hizo entrega de una medalla y del título Doctor Honoris Causa. La ministra de la cultura le entregó un premio inherente a su cartera que constaba de una medalla de oro y unos cuantos miles de la moneda de circulación en el país; también le ofertó trabajar en películas nacionales para impulsar la cultura endógena, pero ella declinó la oferta diciendo: “Lo siento mucho; yo soy muy socialista y antiimperialista, pero cobro en dólares”. Algunos representantes del partido de gobierno también aprovecharon la presencia de Cum Laude para homenajearla. La vicepresidenta del partido, antigua guerrillera, conservaba inmaculada su gorra verde olivo con una estrella de rojo ardiente estampada en el centro del lado frontal. Palabras más, palabras menos, dijo que Cum Laude era una digna representante de la mujer antiimperialista que resistía a la transculturización norteamericana a la vez que reafirmaba su identidad nacional y hasta imponía la cultura y los valores patrios de este noble país. Pero todos esperaban el pronunciamiento de la Iglesia, que se había mantenido al margen del boom mediático alrededor de nuestra estrella internacional y tenía una tendencia consabidamente conservadora. Fue el arzobispo quien tomó la palabra y, tras un breve silencio, comenzó por elogiar a Cum Laude pues era una compatriota que se había esforzado por devolverle la fe a nuestra nación; si estaba en esos menesteres había sido Dios quien la había colocado allí, llevándola a aquellas tierras extranjeras, y no era que ella pecaba sino que libraba de pecado a los hombres con su labor. “En Dios confiamos, dicen los gringos- señaló el arzobispo finalizando-, y Dios confía en nuestra queridísima Cum Laude. Dios te bendiga Cum Laude”.

Sin embargo, todo tiene su final. Por compromisos y obligaciones impostergables se hizo la hora de regresar a los Estados Unidos. La despedida fue una orgía de pesares; el aeropuerto se atiborró de gente nuevamente, pero esta vez para verla partir. Señaló a los medios que nosotros, los de este país, teníamos suerte por tener al Presidente, pues era obvio que el país ha mejorado y ha progresado en sus manos, porque antes no habían centros comerciales y ahora prácticamente hay uno en cada avenida y en cada calle; y ello, sin dudas, era señal de desarrollo. Dijo también que es cierto que había mucha inflación, pero que era culpa de la guerra del capitalismo contra el país, y que sin dudas estaríamos peor si estuviéramos nuevamente en manos de los cipayos y lacayos del imperio; finalmente comentó que esperaba regresar pronto al país para estar con nosotros y poder inaugurar todas las cosas que había prometido hacer. Entonces caminó por la pista, subió las escaleras y abordó el avión rumbo a los Estados Unidos. Permanecí varios minutos en el aeropuerto, incluso después de haber visto despegar el avión y perderse en el horizonte, sintiendo ese inmenso vacío que compartía con mis miles de compatriotas. 

Ese mismo día pero en horas de la noche, el Presidente de la República, embargado por esa mezcla de tristeza y emoción que había dejado Cum Laude no sólo a él, sino a todos nosotros, anunció la creación de la Misión Cum Laude para que las féminas de escasos recursos tuvieran acceso a las cirugías estéticas y así lucir como la adorada estrella. Sin duda, otra manera de elogiar a nuestra queridísima diva y otra gran decisión por parte de nuestro visionario Presidente. Y hasta aquí llega esta historia, querido lector que me lees, deseándote suerte a ti, y mucha suerte a Cum Laude para que siga cosechando éxitos en USA y siga dejando en alto nuestra bella república.

205- Cum Laude, folleto primero del país de la locura. Por Chelenin Marxminh , 5.3 out of 10 based on 9 ratings

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6 Responses to “205- Cum Laude, folleto primero del país de la locura. Por Chelenin Marxminh”

  1. HÓSKAR WILD dice:

    A todo llegaremos, sólo hay que esperar. Cualquier día nos encontraremos con un plan para ‘Estebanizar’ a las niñas para obtener futuras candidatas al Congreso.
    Muha suerte.

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  2. Chelenin Marxminh dice:

    Ciertamente, quizás nos estemos acercando a sociedades distópicas a lo Orwell…o ya estamos allí.
    Gracias, saludos 😉

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  3. Antístenes dice:

    ¡Uff! Menudo comienzo aclaratorio: «Querido lector que me lees…». ¡Menos mal! Estaba por suponer que los «lectores» escuchaban a través del tacto… De cualquier modo he continuado y… Me ha parecido un relato divertido, sarcástico a ratos. Sin embargo, una sugerencia: limpie su historia de las frases en las que se dirige al «lector». Son totalmente innecesarias y «pecan» de intención pedagógica burda.
    Suerte.

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  4. la ciudad dice:

    Excelente relato, salvo las sugerencias que te hace antistenes y que mejorarían mucho tu trabajo. divertido y políticamente correcto, felicidades Chelelin

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  5. Chelenin Marxminh dice:

    Gracias por los comentarios, hubo una intención en dirigirme así (redundando) pero tomaré en cuenta las sugerencias para el futuro.

    Saludos!

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  6. Luc dice:

    Por la extensión de los párrafos y el detallismo de sus descripciones, lo veo perfecto para el tono de una novela. Creo que para un relato breve quedan mejor otras hechuras de escritura.
    En todo caso, redactar una crónica semejante tiene su mérito. El personaje protagonista, una perla literaria del tamaño de un garbanzo, se ajusta como un guante a los iconos actuales que provocan suspiros, divorcios y hasta suicidios.
    PD.- Cum Laude en España (aparte de calificar un doctorado) es una marca de lubricante sexual. No sé si el apunte sobre la destreza pornográfica de la chica va por ahí. Si no, lo considero una feliz coincidencia.

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