premio especial 2010

 

May 23

Hay secretos de familia que  son mejor guardarlos para siempre, olvidarnos que existen y que algún día tuvieron valor. El azar, la malicia o la pura curiosidad pueden hacernos partícipes de un tremendo secreto que flota en el limbo del olvido familiar. Aquel tío tan bueno que todos recordamos y que luego resultó ser un nazi sin escrúpulos, aquel primo tan encantador que estafó a nuestros padres, o aquella abuelita entrañable de la que penden las más oscuras sospechas de adulterio. El depositario de este hallazgo suele encontrarse ante el dilema moral más terrible: ¿qué hacer con semejante información?, y sobre todo:¿quién más lo sabe?

Narciso Galván fue uno de los escogidos en una soleada tarde de junio. Una de aquellas tardes de cielo azul, sin apenas nubes, que presagian la llegada del verano con su largos días y sus calurosas noches, con el sol apretando ya de lo lindo y la mente puesta en las playas, el mar y las vacaciones.

Era la tarde que su hermana Clara se casaba con aquel imbécil de los barrios altos, prototipo de burguesito educado y eficiente, de buena familia y voluminosa cuenta corriente, pero con menos iniciativa y garra que la delantera de la selección nacional.

A Narciso le disgustaba aquella boda. Odiaba enfundarse aquel traje de pingüino con el calor que hacía y sobre todo pensar que Clara, su  Clara, sería territorio virgen para aquel niñato de clase bien que tan poco se la merecía.

Pero que podía hacer él si a fin de cuentas era su hermana. Si no era aquel desgraciado de Pablo, sería otro, quizás mucho peor, quien probaría aquel regalo de los dioses, digna amazonas del Olimpo de los griegos.

Hasta que llegó Raúl a las cuatro en punto de la tarde. Justo dos horas antes de la boda. Puntual como un maldito reloj suizo. Vestía uno de sus polos Ralph Lauren que tanto le gustaban. Había escogido uno de color fresa, chillón, que repelía a simple vista y que para un hombre hecho y derecho como Narciso olía a gay. Pero Raúl era así, siempre jugando con las dudas de los demás, pisando la línea de lo prohibido, flirteando con la incertidumbre, buscando sensaciones  que asustan  a la mayoría de los mortales. ¿Gallo o gallina?, a Raúl le encantaba tontear con la respuesta.

Pero aquella tarde decidió ser gallo. Le entregó el sobre con el informe a Narciso. Se apartó de él unos metros y esperó su reacción. Narciso leyó aquel trozo de papel de un vistazo, sin titubeos.

– Así que es cierto- dijo secamente Narciso, intentando demostrar que aquel secreto no le afectaba lo más mínimo, lo cual era simple y llanamente mentira.

-Si- contestó Raúl con voz afectada.

-¿Por qué me lo traes ahora?- preguntó Narciso dándole la espalda a Raúl.

-Porque es de justicia, amigo mío. No podía dejar que todo el mundo pensase que eras un enfermo, un ser abyecto y despreciable. ¡Joder, estuvieron a punto de encerrarte en un manicomio! ¿O es que no te acuerdas?

-Claro que me acuerdo. Una cosa así no se olvida fácilmente. Yo debería tener diecisiete años y el miedo que pasé pensando que me encerraban en aquel inmundo psiquiátrico no se lo deseo a nadie. Aún sudo por las noches al recordarlo.-

– ¿Y sabes por qué? Porque tu familia estaba asustada al verte enamorado de tu hermana. Eso era una vaina, una maldita pendejada del destino que había que cortar por lo sano. ¿Dónde se ha visto que un hermano desee a su hermana?

-Si, Raúl, si. Tienes toda la razón. ¿Y ahora qué narices hago? La boda es dentro de dos horas.

Narciso suspiró. Faltaba poco para que se derrumbase, para que el peso de aquel secreto le hundiese en el fango y con él  a toda su familia. Su vida se torcía a pasos agigantados y él no se veía con fuerzas para enderezarla. Raúl se acercó hasta él. Le puso la mano en el hombro y dijo:

– Todo el mundo tiene del deber de saber que Clara no es tu hermana. Que el hijo puta de tu padre la secuestró de pequeña cuando era oficial mecánico en esa escuela donde torturaban a la gente. Tú tenías todo el derecho de enamorarte de ella. No sois familia, no sois nada. Y desde luego, no eres ningún monstruo.

– Joder, Raúl. Mi hermana, perdón, Clara, adora a mi padre. El lo es todo para ella. Si lo descubre se hundirá. Su mundo de fantasía se derrumbará. Yo no la recuperaré, pero estoy seguro que la perderé para siempre. Me importa un bledo el cabrón de mi padre. Me ha jodido todo lo que ha podido y más. Prefirió sacrificar a su hijo para esconder su sucio secreto. Temo por Clara.

Raúl suspiró. No estaba de acuerdo con la postura de Narciso. Los escogidos siempre tienen la misma reacción. El peso de las consecuencias les asusta y optan por callar y guardar el secreto. Había que vencer ese pudor para que se supiera la verdad.

– Entonces piensa en los verdaderos padres de Clara, en sus familiares, en el sufrimiento de todos estos años de ausencia. Piensa en tu vida estigmatizada de forma tan injusta. No puedes callar, Narciso. No puedes aunque estropees la boda o rompas las ilusiones de Clara. Ella te odiaría si algún día llegara a saber que le hurtaste su verdadera identidad.

Narciso se dio la vuelta y miró a los ojos de su amigo. Lloraba. De rabia, de impotencia. Enormes lagrimones resbalaban por sus mejillas. Estaba abrumado por el peso de la responsabilidad que recaía sobre sus hombros. ¡Maldito Raúl y sus informes del diablo!

-No podré hacerlo, Raúl-

Raúl perdió la paciencia, agarró por los hombros a Narciso y lo zarandeó con fuerza.

-Escúchame, imbécil. No lo sabes todo. Clara no es tu hermana, es hermana de Pablo. Del hombre con quien va a casarse. Tu padre nunca supo que los padres de Clara tenían otro hermano dos años mayor que ella. Cuando murieron, sus carceleros lo dieron en adopción a una familia de banqueros con problemas de fertilidad. La familia de Pablo. Si no haces nada, entonces sí que se casaran dos hermanos de verdad.

Narciso no dijo nada. Tuvo que sentarse en el sofá para poder tomar aliento y serenarse. Aquello le superaba. Maldijo el día que le insinuó a Raúl que le costaba creer que Clara fuera su hermana. Aquel periodista de barrio, fanfarrón y chanchullero no cejó hasta descubrir la verdad.

Narciso se levantó, descolgó el teléfono  y marcó un número. Se aclaró la garganta y se enjuagó las lágrimas.

– ¿María?, soy Narciso. Póngame con Clara, es muy urgente.- y mientras Narciso esperaba que Clara se pusiera al teléfono vio como Raúl recogía sus cosas y se disponía a marchar. Entonces le gritó:

-¿Por qué Raúl?, ¿Por qué me hiciste caso?

Raúl lo miró sin ningún atisbo de compasión. Su rostro era serio y severo. Sus formas afeminadas habían desaparecido por completo dejando entrever una mirada triste y apagada.

-Porque yo soy hijo de desaparecidos. Y nunca he podido averiguar  la identidad de mis padres. Mi familia fueron las cuatro paredes grises del orfanato de San Juan. Nadie debería pasar nunca por eso.

Narciso bajó la mirada. El era un escogido. Y ahora la luz se proyectaría sobre el gran secreto de su familia, aunque su nombre sería maldito para siempre.



Imprimir Imprimir


8 Responses to “179- El secreto. Por Cayo varas”

  1. Luc dice:

    Cayo, el cuento es original, pero creo que, además de algunos errores de acentuación, le falta verosimilitud en los diálogos (y en algún comentario del narrador).
    Es más difícil de lo que parece aprender a escribir diálogos que fluyan sin extrañezas para el lector, que suenen a frases habituales en el lenguaje oral; y precisamente lo es porque debemos escribirlas alejándonos de las palabras usadas en lenguaje oral.
    No se habla como se escribe; es una paradoja, pero más que comprobada.
    Al margen de ello, el argumento me parece un poco cogido por los pelos.

  2. HÓSKAR WILD dice:

    Esos secretillos de familia son los que hacen la vida interesante.
    Mucha suerte.

  3. Rita dice:

    Me ha gustado, quisiera saber que pasa después…

    Mucha suerte!

  4. Cánquel dice:

    Efectivamente, viva los secretos. Gracias a ellos se despierta la curiosidad que es una de las sales de la vida. Tengo que apuntarme al problemilla con los diálogos. No me imagino a alguien diciendo «hurtar identidad» o «vida estigmatizada» como parte de una conversación, pero tiene su «intrigulis» y eso siempre es divertido.

  5. Antístenes dice:

    Una historia del montón narrada cursimente…
    Suerte.

  6. la ciudad dice:

    vaya con los parentescos, ni en las peores telenovelas de latinoamérica o de miami se ven parentescos o secretos como estos.

  7. cayo varas dice:

    muchas gracias a todos por perder un poco de tiempo leyendo mi relato. Es muy apasionante ver como un mismo relato genera distintas reacciones, pero cada lector es dueño de opinar lo que quiera.

    Y , ja,ja, buenísimo lo de Antístenes, realmente genial.

    saludos,

    cayo varas

  8. penélope dice:

    Pues a mi me ha gustado.
    Suerte

 

 

 

 

 

 

 

Pagelines