premio especial 2010

 

May 20

Se despertó sobresaltado. Del bote que pegó, tiró con algo. No sabía dónde estaba. Por fin, entre sudores y con el corazón a cien, encontró el interruptor de la luz. ¿Dónde estaba? Ah, ya. En casa de Toni. Se había quedado dormido. ¿Qué hora era? Las seis y media. ¿Y Toni? Toda la casa estaba en silencio. Fue al cuarto de baño. La puerta estaba entreabierta y la luz encendida. ¿Toni? Dio un toque en la puerta. ¿Toni?

Asomó la cabeza y lo que vio, le hizo echarse para atrás. El corazón volvía a acelerarse. Toni estaba tirado dentro de la bañera. Cogió aire y entró. Los ojos abiertos como platos y la postura de su cuerpo desnudo no presagiaban nada bueno. No necesitaba tocarlo para saber que estaba muerto. Maldita sea. El creciente pánico le impedía pensar. Había que largarse de allí. Lo que le faltaba ahora era verse implicado. Salió presuroso del cuarto de baño y empezó a vestirse. Sacó un pañuelo, y de forma desmañada, se puso a limpiar todo aquello que había tocado. Era tarde, cerró la puerta sin hacer ruido y bajó las escaleras de puntillas.

            Cuando sintió el aire frío del amanecer sobre su cara, respiró aliviado. Parecía como si se hubiese despertado de una pesadilla. Se dirigió hacia su coche, apretó el acelerador y se perdió entre las primeras luces del día.

            Corría a toda velocidad rumbo a casa. Escapaba hacia su refugio antes de que lo cogieran. Necesitaba sentirse seguro y olvidar lo ocurrido.

            Llegó justo cuando los niños ya estaban desayunando. Los saludó pero, como era habitual, lo ignoraron. Con las cucharas a medio camino entre el tazón de cereales y sus bocas, miraban hipnotizados la pantalla del televisor donde guerreros de otros mundos, estaban enzarzados en peleas imposibles.

Sally, en la cocina, tomaba una taza de café. Ni se acercó a ella. Gruñó un “buenos días” y se encerró en el cuarto de baño. Necesitaba quitarse aquella ropa, darse una buena ducha y meterse en cama. De buena gana querría quedarse dormido para no despertar jamás.

            Pero sus deseos, apenas se cumplieron. Dos horas más tarde, sonaba el teléfono. Era Mónica.

            – Por aquí, hace rato que andan preguntando por ti. Tenemos un caso en la calle 63. Nos vemos allí.

            El corazón, otra vez, bombeando a toda marcha. No se había despertado. Seguía inmerso en aquel maldito sueño.

            Media hora después, aparcó el coche, donde hacía apenas unas horas antes, había arrancado a todo gas. Le indicaron el lugar de los hechos. Como si no lo supiese. Al llegar, un policía le dejó pasar al interior de la vivienda. El circo a tres pistas ya estaba montado. Unos, sacando fotos; otros, empolvándolo todo, y Mónica, husmeando por todas partes con unos guantes puestos.

            – ¿Qué tenemos?

            – Varón, afroamericano, muerto en la bañera. Según la documentación que hemos encontrado en su cartera, se llama Anthony Porter, 24 años, estudiante.

            – ¿Signos de violencia?

            – No.

            – ¿Entonces?

            – No estuvo solo.

            – ¿Quién lo ha denunciado?

            – Su novia.

            ¿Su novia? Infarto inminente. Toni no le había comentado nada de una novia.

– Es enfermera. Montó el turno de noche y cuando ha llegado, se lo ha encontrado tirado en la bañera.

            – ¿Dónde está ella?

            – Se la han llevado al hospital. Le dio un ataque de ansiedad.

            – ¿Se puede ver?

            – El forense está dentro.

            – ¿Drogas?

            – No, hasta el momento. Sólo cervezas.

            Las cervezas. La mesita del salón. Contó once botellines de Heineken vacías y una, medio llena. Esto se estaba complicando cada vez más.

            – ¿Algún vecino oyó o vio algo?

            – Estamos en ello.

            – ¿Algo más?

            – Sí, a parte de las cervezas también hubo cama.

            – Vaya, estás muy deductiva para ser tan temprano.

            – Será que he dormido ocho horas.

            El forense salió del cuarto de baño.

            – ¿Y bien?

            – A primera vista, parece algo fortuito, resbaló dentro de la bañera, cayó hacia atrás y la cabeza golpeó con el grifo. Esperemos a la autopsia.

            – ¿Cuándo se sabrán los resultados?

            – En cuanto pueda, el trabajo se me está acumulando.

            – Gracias, doctor.

            Le estrechó la mano con una sonrisa de agradecimiento pero su mirada ya estaba buscando a Mónica. Ella seguía husmeando por todo el apartamento.

Entró un policía. Mónica se dirigió a él.

            – ¿Qué dicen los vecinos?

            – Nadie sabe nada, nadie ha visto nada. Era muy temprano.

            – Gracias, agente.

            Vicent se la quedó mirando y le preguntó:

            – ¿A qué conclusión llegas?

            – Accidente doméstico. Aprovechando la ausencia de la novia, se corrió una pequeña juerga con alguien, fue a ducharse y tal vez se mareó, resbaló y se quedó en el sitio. La persona que estaba con él, se asustó y salió pitando.

            – ¿Excluimos el robo?

            – La novia nos lo tiene que confirmar aunque parece que está todo en orden.

            – Bien, pasemos por el hospital. Tal vez, se encuentre mejor y pueda contarnos algo.

            Cuando Vicent Arjona se puso de nuevo al volante de su Toyota Corolla, respiraba ya más tranquilo. La mañana estaba resultando demasiado estresante. Aún así, la sucesión de semáforos en rojo, en vez de enervarlo más, extrañamente le produjo la reacción contraria, lo cual le indujo a concentrarse en el problema que tenía ahora entre manos. Que más que problema, era consecuencia de lo que le estaba ocurriendo desde hace ya algunos años.

            Cada vez que pensaba en ello, se sorprendía como si fuera la primera vez. Él, Vicent Arjona, acostándose con jovencitos. Cuando lo pensaba fríamente, no le entraba en la cabeza que eso le pudiera estar ocurriendo a él pero cuando se dejaba llevar por esa especie de “ansia” que le dominaba, acababa en ciertas posturas que si Sally lo hubiera visto, seguramente habría saltado hacia él, como una gata, con las uñas por delante, con intención de sacarle los ojos.

            Ya en el hospital, les informaron que Telma, la novia de Toni, estaba sedada. Decidieron ir a tomar un café antes de regresar a la comisaría.

            Serían las doce y media cuando salieron a estirar las piernas y comer algo. Se metieron en una pequeña hamburguesería. La primera que encontraron. A pesar de estar atestada de gente, se hiceron un hueco en la barra del mostrador y el camarero los atendió.

            – Allison parecía cabreada contigo esta mañana.

            – ¿Por?

            – Porque no estabas a primera hora.

            – ¿Ahora se dedica a pasar lista por las mañanas?

            – Digamos que últimamente se fija si estás o no en la comisaría. Está controlando tus idas y venidas.

            – Vaya. Es bueno saberlo. Gracias, compañera.

            – De nada pero ándate con cuidado con ella.

            – ¿Me tiene ganas o qué?

            – Algo hay. La semana pasada tuvo visita de los chicos de Asuntos Internos.

            De repente, la cerveza tuvo un regusto más amargo que de costumbre.

            – ¿Te encuentras bien, Vicent?

            – Sí, un poco cansado, nada más.

            – ¿Tal vez una noche agitada?

            – No pegué ojo en toda la noche.

            – Ya.

            Vicent se la quedó mirando.

            – ¿Qué significa ese “ya”?

            – Nada. ¿Te acabas la cerveza y nos vamos?

            – ¿Y ahora esas prisas?

            Mónica bajó la vista, cogió aire y le miró directamente a los ojos.

            – Vicent, sé que esta noche la pasaste con ese Toni.

            – ¿Qué estás diciendo?

            – Mira tu cerveza.

            Vicent estaba tomando una Heineken directamente del botellín. Estaba bien fría por lo que el botellín estaba empañado. Mientras hablaban, Vicent distraídamente había despegado la etiqueta del botellín.

            – ¿Qué le pasa a mi cerverza?

            – Siempre bebes Heineken y siempre tienes la costumbre de quitarle la etiqueta al botellín.

            – ¿Y?

            – Casualmente esta mañana había doce botellines de Heineken y a seis les faltaba la etiqueta.

            – Tú misma lo has dicho, “casualmente”.

            – Lo que ya no es tanta casualidad es esto.

            Metió la mano en el bolsillo de su pantalón y sacó un encendedor Zippo. Tenía grabado el escudo del submarino nuclear SSBN-629 “Daniel Boone”.

            – Dime Vicent, ¿cuánta gente puede tener este Zippo, un encendedor de coleccionista, a parte de ti, claro está?

            Entonces recordó lo que había tirado al suelo cuando se despertó. El Zippo que estaba en la mesilla de noche.

            – Vicent, ¿qué es peor? ¿acostarte con él o matarlo?

152-Altibajos. Por dprigom, 6.1 out of 10 based on 10 ratings

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5 Responses to “152-Altibajos. Por dprigom”

  1. Luc dice:

    Me gusta ese aire a serie de TV estadounidense, con detectives humanamente vulnerables junto a polis listas que convierten las huellas de un crimen en la caligrafía de la Verdad.
    Sabes escribir diálogos a la perfección (no escribo tu nick porque se me traban los dedos), incluso a tres bandas. Unos diálogos que no tienen edad y que siguen siendo atractivos casi un siglo después de inventarse el cine sonoro.

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  2. HÓSKAR WILD dice:

    Huele a blanco y negro, a humo, a sudor contenido, a dedos nerviosos…
    Mucha suerte

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  3. Cánquel dice:

    Es divertido y tienes una chispa en los diálogos que se agradece mucho. Efectivamente parace el guión de un trailer de película. Ese ritmo le viene muy bien a la historia. Pero deja al corazón tranquilo, que en las primera líneas no pasa de estar entre pálpitos y vuelcos. Suerte

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  4. Antístenes dice:

    Una simple historieta policiaca con un final forzado y «traído por los pelos»…
    Suerte.

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  5. la ciudad dice:

    Un cuento un tanto osado, se deja leer, aunque el final es un tanto falso. la mujer poli parece sacada de «la ley y el orden».

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