Quería negarme a la existencia de un amor que según mis pensamientos vivientes solo existía en la realidad de los que no sueñan, de la gente catalogada como “normal”. Pero un amor derivado de la normalidad no es precisamente el peor de todos. Como un unicornio que sale del polvo de arena, llegó él a trasladarme al Olimpo, a las cárceles de los dioses insurrectos.
Yo estaba sentada a la orilla del mar. En ese tiempo las cosas ya habían cambiado. El agua era azul y las olas, como una fotografía en sepia. Estaba llorando porque estaba demasiado extasiada con la naturaleza, con mi soledad que suele ser una excelente amiga y con mis ojos cerrados sintiendo un orgásmico nirvana espiritual. El murmullo de las olas se introducía por los poros de mis caderas, llevándome casi al delirio. Una cosa pendiente que tenía en el trabajo me asaltó de repente de la forma más maliciosa y tuve que despertar de mi ensueño. Con el índice de mi mano izquierda sequé ligeramente las lágrimas que asomaban y que iban quemando levemente mis pestañas. Cogí mi bolso, el de siempre, el que guarda millares de cosas y sacudí la arena de mi vestido blanco.
Empecé a caminar y parecía que la playa era virgen. No había nadie con quien conversar, no había persona alguna que se pusiera a explorar mis defectos y no existía ningún inconsciente que empezara a botar su botella plástica mortal (la que luego iría a exterminar a una especie de mi mar. Sí, en ese momento era mío) Me puse los audífonos: “I can´t breath, untill you´re resting here with me”…Linda canción…
Estaba absorta, como cuando ves las estrellas al aire libre, y lo vi…Fue cuando lo vi caminar a lo lejos, también vestido de blanco. Hubiese parecido una mujer por el cabello largo que llevaba y por lo dócil que aparentaba ser su cuerpo, pero nada más lejos de la verdad… ¡hermosa masculinidad! Traía una maleta colgando de uno de sus hombros y con la mirada baja. La canción que yo escuchaba estaba por acabarse, pero como un reflejo fuera de mis posibilidades, di play en mi reproductor para escucharla nuevamente y me sentí malditamente enamorada.
Él ya estaba entonces demasiado cerca y parecía que no se percataba de mi presencia. Pensé que a lo mejor sería un asesino (siempre suelo pensar de mal a bien), o un trovador que se escapaba del mundo extraterrestre de los mortales, así como yo. Cuando estuvo a unos pocos metros de mí, anhelé que subiera su cabeza y me mirara. Pero, como si yo fuera un espíritu invisible, siguió su camino y solo alcancé a oler esa sal que su piel emanaba. Sí, el hombre iba regando sal y el camino que dejaba era muy blanco, como una alfombra de diamantes, ¿o de perlas de ostras? No lo sé. Así se iba iluminando la playa y el hombre seguía caminando. Se dirigía hacia el ocaso que ya para ese entonces estaba en todo su esplendor.
Lloré una vez más, no porque me diera miedo, sino porque toda mi vida había esperado poder vivir una experiencia fuera de los límites lógicos y sin que nadie quiera con su estupidez, querer sacarme de mi momento “ensimismado”. Fue cuando dejé mis cosas y lo perseguí, ¡sí!, como una loba a su presa, como un asteroide vengativo que quiere plantar su materia en el planeta víctima. Pero yo quería algo fuera de las bajas pasiones, esos solo fueron los primeros pensamientos que se me ocurrieron. Me estaba lavando el corazón…
Comencé a caminar por el camino de diamantes que él había dejado y después de unos instantes, también mi piel se fue iluminando…también comencé a derrochar sal y de mis uñas crecían pequeñas semillas doradas. Arranqué una de ellas y la eché con fuerza hacia el mar. Una humarada se expandió en ese lugar y un arcoíris se dibujó. Sin querer había abierto una puerta. Me vi a mí misma iluminada, siendo parte de un acontecimiento extraordinario, pero tenía que seguir a ese ser, porque desde el momento en que lo había visto, ninguna maravilla era suficiente para tapar el sol de mi amor. Y seguí mi camino, pensativa, dudosa. Y comencé a andar con la cabeza baja también. Vi muchos caracoles pequeñitos que querían jugar con mis pies. Yo solo sonreí y me di cuenta de que tantas veces había caminado mirando hacia un solo punto, que me había perdido de las huellas que dejaba…de los caracoles…
Cuando subí mi cabeza, vi que el cielo había bajado y casi podía rozar mi cabeza. Por el camino que yo seguía, lo vi nuevamente a él a lo lejos y me miraba. Me había estado mirando hace mucho tiempo, y me sonrió. Yo había caído en su trampa y si los demonios existen, ¡bendito infierno que me ofrecieron! Sentí la necesidad de ir corriendo a abrazarlo, a respirar hondamente por fin y descubrir mi humanidad en el mundo de lo absurdo. Pero mi ego estaba tan lejos de esa historia que imaginé, que me digné solamente a bosquejar una leve sonrisa. Él comprendió todo. Sin hablar una sola palabra, me llegó a conocer en el primer acto apenas de mi gran obra teatral. Fue él que dejando su centella diamantesca, se decidió a caminar rápidamente hacia mí. Sus pasos fueron demasiado fuertes, porque la tierra empezó a temblar y el mar comenzó a hacer una tormenta en sí mismo… grandes olas empezaron a crecer. Pero él no perdía su perspectiva, él no dejaba de sonreír de esa manera pícara y solemne. El cielo se abrió frente a nosotros y miles de hadas con ruedas en sus pies, empezaron a desfilar por la arena, la arena se fue convirtiendo en pasto y del pasto empezaron a crecer árboles. Había un caos alrededor. Finalmente él llegó y cuando estuvo cerca, respiraba lentamente para descansar y para frenar su impulso. ¡Dios!, dije para mis adentros. Nadie me respondió en realidad. Simplemente las hadas volvieron a su lugar allá arriba, y una maraña de círculos de energía y tronos relucieron con el mejor de sus esplendores en ese cielo, arriba de mi cabeza. El mar también comenzó a hacerse un solo remolino para viajar detrás de las hadas que seguían subiendo. Creo que eran amigos.
Las demás cosas que vi apenas puedo describirlas. Sólo sé que lo interpreté como quise, y no tuve la necesidad de aclarar dudas ni de hacer acrobacias con mi razón. Simplemente, la única certeza era que él se acercaba con sus ojos profundos: parecía que las gotas del mar se habían escondido en su mirada. “Until you´re resting here with me” (la canción seguía avanzando) Cerré mis ojos y el “hombre de sal” me besó. El cielo terminó de cerrarse, el bosque se había formado y lo que fue mar, era ahora un desierto. ¡Qué experiencia! Hallé en su lengua la virtud y en nuestra fusión el sacrilegio de haber dejado de ser mortal. No éramos dos seres más, éramos NOSOTROS.
¡Mierda! ¿Cómo hago para explicarles lo que sentí en ese momento? Sólo atino a querer llorar como una “cursi” romántica y a respirar apresuradamente como una enferma. Ya no puedo decir nada. El recuerdo de ese momento me ha consumido moralmente. Estas mismas letras son leche agria, la esperanza muerta de mis ninfas.
En fin. No nos adentramos en el bosque, no nos gustan las cosas fáciles por suerte (¿suerte?) Decidimos irnos por el desierto, nosotros, los dos seres vestidos de blanco, renunciando a la sal y a los diamantes. Lo único que quedó del mar fue el arcoíris que dibujé con las semillas-lápices de mis manos. Era mi creación y uno de esos colores le pertenecía a él también. Con la brisa de la alegría que se enfurecía cuando su mano se cruzaba con mi mano, seguimos hacia esa puerta multicolor. Ahí nos adentramos, por ahí nos perdimos, sin saber qué era lo que nos esperaba. En la entrada había faroles con luces moradas, pero más allá, ¿quién sabe? A oscuras y yo clara, dejé de estar con las manos arriba, con ese miedo gatuno. Había bajado las manos para cerrar el telón del pánico y comenzar el rojo drama…
Comenzamos a derrochar sal nuevamente… Eso es el amor para mí…

Cautivador, Alfil azul. No es mi estilo, pero lo sigo… Y agradablemente. El texto transmite magistralmente la ‘pertubada’ mente (locos nos vuelve el amor) de la protagonista.
Parecía poderse tocar la arena.. 😀
Dominose U
Sutil, delicado, repleto de poesía.
Mucha suerte.
¿Pero alguna persona que no esté respirando (no vayamos a hospitales) deja de tener pensamientos «vivientes»? Quite adjetivos y permítame una sugerencia. Desde la primera frase el relato debe «enganchar» y, por supuesto, no demostrar menos de lo que nos va a dejar leer…
La verdad hay muchas cosas que no entendi como por ejemplo: «Estas mismas letras son leche agria, la esperanza muerta de mis ninfas.» Lo siento, a lo mejor no doy para más…