premio especial 2010

 

May 15

La lluvia caía al otro lado de la ventana, Marta sujetaba con las dos manos una taza de café caliente, absorta miraba a través de los cristales el baile que producía el agua en los charcos.

            Sentía una mezcla de alegría e impaciencia, una sonrisa suave se dibujaba en su rostro y sus ojos reflejaban  un brillo intenso, una sensación la envolvía: Libertad, se sentía libre.

            Acababa de llegar de la consulta de su ginecólogo y este le había confirmado que todo iba bien, en esta primera ecografía ya se podía ver que sería un niño, un niño que si todo seguía como cabía esperar, Marta podría abrazar dentro de seis meses.

            Marta empezó a recordar: hacía un año que le rondaba por la cabeza la idea de ser madre, ya tenía 39 años y no podía demorarse más, tenía un futuro laboral bastante estable al cual había dedicado mucho esfuerzo y sacrificio y sobre todo muchos años de su vida (de su vida fértil, como mujer). No tenía pareja estable, por lo que decidió someterse a un tratamiento de inseminación artificial. Sería madre soltera, seguro que no   iba a ser  nada fácil (eso le sonaba un poco), pero en cualquier caso no lo tendría tan complicado como 39 años atrás lo tuvo su madre, pues entre otras cosas, Marta tomaba esta decisión desde su libertad de mujer adulta e independiente, su madre no gozó de la misma suerte. La historia se repetía, pero con distintas circunstancias.

            Tomó asiento en su cómodo sillón de terciopelo verde, y  siguió observando a través de la ventana la persistente lluvia que caía acompasada en esta tarde invernal, que le recordó a aquella otra tan lejana de su niñez, en la que sentada junto a su madre alrededor de una mesa camilla, al  calor del brasero con el sonido de fondo de la lluvia, Marta se atrevió a preguntar otra vez:

-¿Mamá, por que yo no tengo papá?-

Era su eterna pregunta, a la cual su madre siempre respondía con un gesto (con el mismo gesto que Marta conservaba  en su  memoria como una losa que aplastaba su alma) serena y muy seria, la madre llevaba su dedo índice al centro de sus labios y con un suave…chuuss… le dejaba la duda más intrigante y dolorosa que un corazón de niña podía soportar.

            Así recordaba Marta su niñez, llena de dudas y preguntas sin respuestas, y así recordaba a su madre: con el pelo blanco recogido en un moño bajo, silenciosa, porte austero, como intentando ocultar una juventud que se le escapaba por los poros de la piel, una piel joven y tersa que la delataba, al igual que su talle aguileño y sus finas manos, que revelaban esa hermosura que Marta tanto admiraba y que su madre tanto se empeñaba en ocultar.

Acostumbrada desde pequeña a resolver sus propias dudas, Marta aprendió a suponer  cosas, suponía que su padre podría haber muerto en algún accidente, y por eso su madre tenía esa sombra de tristeza en los ojos, suponía que tenía el pelo blanco porque se lo teñía a propósito para parecer más vieja, suponía tantas cosas…

              Marta dedujo con cuentas torpes, pintando con tiza palitos en el suelo, que cuando ella nació, su madre solo tenía 16 años, cosa rara comparada con las madres de otras chicas de su edad.

            Pocos consejos de madre recibió, solo recordaba uno, o mejor dicho una advertencia; cuando Marta tenía 16 años, al igual que sus amigas empezaba a flirtear con los chicos del pueblo, una tarde de verano en plenas fiestas de San Juan, adornando su juventud frente al espejo, su madre la  cogió de los hombros y con voz temblorosa le dijo:

            -Hija mía, no te fíes nunca de un hombre, puedes casarte si quieres, pero resguarda tu corazón, no se lo entregues a nadie.

Se  quedaron ambas frente a frente, sosteniendo las miradas en un silencio largo, después de muchos años sin atreverse a preguntarle nada, Marta solo acertó a decir:

 – ¿Fue a mi padre a quien tú le entregaste el corazón?

            En silencio (siempre en silencio), la madre tomó la mano de su hija y la condujo hasta su cuarto. Pocas veces tenía Marta acceso a ese cuarto misterioso y austero que ahora se habría ante ella para desvelar el enigma mas anhelado de su vida.

            Con paso lento, la madre se dirigió hacia una cómoda recia, que formaba parte del escueto mobiliario del dormitorio, y de uno de sus cajones, entre las sabanas de muselina, sacó una carta amarillenta: –Léela– le dijo  la madre.

 Con ansiedad y con miedo Marta extrajo la cuartilla del  sobre y comenzó a leer: 

            Querida María:

            No he querido despertarte porque no tengo el valor suficiente para despedirme de ti. Aún queda la humedad del sudor en las sabanas, testigos mudos de esta incontrolable noche que nunca olvidaré.

            No sé  a quien hago mas daño con  mi partida;  a tu hermano Antonio, amigo intimo y compañero de seminario, a tus padres que me han acogido en vuestra casa todo este verano, a ti…  que no puedo imaginar el alcance que tendrá  esta noche de ¿amor? en tu vida, o a mí mismo, aunque mi dolor poco me importa ahora.

            No sé que nos ha pasado, quizás haya sido la juventud que revoluciona el alma  y mi alma está entre dos fuegos cruzados, quizá tu belleza y carisma  que me han cautivado, tal vez la noche que caía… tus padres no estaban… el calor sofocante… mi entrada accidental en el cuarto de aseo mientras tu te bañabas…   y un montón de miradas clandestinas e inevitables, encerradas en el corazón durante estos meses, nos empujaron sin poder evitarlo a la experiencia primera, única, e inolvidable que nunca antes había vivido, y dudo que pueda volver a vivir.(La llamada de Dios es muy fuerte), partido en dos, se va mi corazón a pedirle a Él  que intente recomponerlo.

                                                                                                    Alejandro

            Dentro del sobre,  una pequeña foto  de un joven,  con un Te Quiero emborronado quizás por una lágrima furtiva, y una sorpresa mayúscula: a Marta le parecía estar mirándose en un espejo ¡¡las facciones de ese muchacho eran como las suyas!!

            Sonrojada y temblorosa estaba su madre cuando Marta alzó los ojos de la carta.

– ¿Y que pasó después madre?- preguntó la joven.

            –Pasaron los meses y en silencio intentaba apretar mi  vientre cada vez mas abultado, mis padres lo descubrieron y me amenazaron con echarme de casa si no delataba al culpable de mi deshonra, nunca imaginaron que fuera Alejandro. La gente me señalaba con el dedo y yo solo podía sobrevivir intentando comprender lo que me estaba pasando, era tan joven… Y naciste tú, con sus ojos, con sus gestos, con su dulzura, llevo 16 años con la herida abierta  y solo mirarte me produce escozor, ni un solo día he podido dejar de pensar en él, en su amor, que rompió mis entrañas, como cuando tragas una corteza de pan sin masticar, mi pelo empezó a encanecer y mi vida, se marchitó.

            -¿Sabe él que yo existo?, ¿Se lo dijiste?, ¿Sabes donde vive?, ¿Lo volviste a ver?- Las preguntas brotaban de los  labios de Marta como de un surtidor brota el agua.

            -Cuando fue ordenado sacerdote, años después junto al tío Antonio, tuve la oportunidad de verlo, pero me faltó valor para enfrentarme a él y a su Dios, no quería destrozar su vida, ni  terminar de desgarrarme el corazón, ese corazón cobarde que no supo luchar por lo que más amó en el mundo. Y así sigo, lamiéndome  las heridas, rehén de mis miedos y de los prejuicios del mundo

                                               ————————

El ruido de la lluvia que azotaba contra los cristales de la ventana, sacó a Marta de sus pensamientos, notó como las lágrimas resbalaban por sus mejillas, tomó un sorbo de café y se recostó contra el respaldo del sillón, y por primera vez comprendió cuanto había sufrido su madre. No había sido ninguna cobarde como ella se definía, ¡menuda proeza! renunciar a un gran amor por el bien del otro,  y más aún, criar a una niña siendo ella una adolescente, sin oportunidad de quejarse por nada, sin los medios y comodidades con los que ahora contamos, ¡sola!,  de ninguna manera podía llamarse cobarde, todo lo contrario, fue una heroína.

            Hacía cinco años que había muerto victima de un infarto fulminante (según el medico) aunque Marta siempre pensó que murió de amor.

 Cuanto habían cambiado los tiempos afortunadamente, (pensó) ella que había anunciado a bombo y platillo la noticia de su embarazo, ella que había compartido con sus  amigos la buena nueva, ella que no tuvo que dar explicaciones de su decisión de ser madre soltera, ni excusarse ante nadie, ni ser objeto de los prejuicios del mundo, ella…siguió llorando acariciando su incipiente abdomen y pensando en  tantas  mujeres que pasaron por la misma situación que su madre, vulnerables, cabeza de turco de un “error” que era de dos, escudriñadas por la opinión de los demás, con miedo a disfrutar de la vida que se gestaba en su interior, con  mucho miedo…

 Marta siguió llorando tristemente, al compás de las gotas de lluvia que se deslizaban por los cristales de su ventana, y fue consciente de su situación privilegiada, y dio gracias por disfrutar de  su tan apreciada: LIBERTAD.

124- Desde mi libertad. Por Alexo, 5.6 out of 10 based on 14 ratings

Enviar a un amigo Enviar a un amigo Imprimir Imprimir


8 Responses to “124- Desde mi libertad. Por Alexo”

  1. Dominose U dice:

    Querido Alejandro:

    Un estupendo relato, aunque frágilmente construido.Solo me centraré en dos detalles, que espero te sirvan -en un futuro- de alguna ayuda.

    Colocas -a mi entender- demasiadas frases a un mismo nivel sintáctico, de manera que el lector no sabe nunca cual es la que da, realmente, significado a la oración.

    Me explico: fíjate en los tres primeros párrafos. En todos ellos, una frase seguida de otra (3 en cada uno) tratan de construirlos, aunque de un modo que resulta tanto más artificial. En general, siempre que se coloca una frase entre coma, de modo que cercene una oración más larga, esta debería poder extraerse sin perder por ello la oración un ápice de su significado.

    Puedes hacerlo una vez, dos… Pero usas este recurso sintáctico de manera habitual, cuando debería emplearse (si quieres que los lectores más críticos lleguen al final del relato), y tan solo en determinadas ocasiones- en muy pequeñas dosis.

    Un pequeño detalle, Alejandro… Espero que puedas aprender a disfrutar de los silencios pronto. En la medida que tú lo hagas, respirarán vida tus -ya de por sí- bellos personajes… Y en silencio te acompañará el lector hasta el final del relato.

    Mira este párrafo:

    » (…) Tomó asiento en su cómodo sillón de terciopelo verde, y siguió observando a través de la ventana la persistente lluvia que caía acompasada en esta tarde invernal, que le recordó a aquella otra tan lejana de su niñez, en la que sentada junto a su madre alrededor de una mesa camilla, al calor del brasero con el sonido de fondo de la lluvia, Marta se atrevió a preguntar otra vez (…)

    Y mira este otro:

    Tomó asiento en su cómodo sillón de terciopelo verde, y siguió observando a través de la ventana la persistente lluvia que caía, acompasada, en esta tarde invernal. Le recordaba a aquella otra tan lejana de su niñez, en la que -sentada junto a su madre alrededor de una mesa camilla y al calor del brasero- Marta se atrevió a preguntar de nuevo:

    Me he permitido -perdona mi indiscreción- quitar ese enunciado. Deja que el lector -casi siempre docto- descubra algunas cosas por si mismo… Y ya mencionaste a ‘lluvia’ (querida amiga, espero que nunca te canses de visitarnos) en este mismo párrafo.

    Espero haberte sido de alguna ayuda… Y te felicito por llegar hasta el final de mi torpe crítica; puede que yo, en su momento, no lo hubiera hecho.

    Un abrazo, Alejandro.

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 5.0/5 (3 votes cast)
  2. Ágata dice:

    Me ha gustado tu relato; inteso y real. Me encantan algunas imágenes que has utilizado.

    Creo que Dominose U te ha dado consejos muy útiles. Muy loable por su parte hacer una lectura pormenorizada y una parada para compartir sus conocimientos contigo.

    Suerte.
    Mi relato es el 41

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 0.0/5 (0 votes cast)
  3. Luc dice:

    Relato ambicioso, por cuanto se trata, ni más ni menos, de reivindicar la libertad del individuo como bien universal, independientemente de la edad, raza, religión, etc. etc., y, en este relato, del sexo. ¡Casi nada!
    Un relato con estructura de paréntesis: presente-pasado-presente.
    Y hablando de paréntesis, veo dos o tres que no se comprende el porqué de su uso, parece que no vienen a cuento. Revisa también las reglas de guión, dos puntos y acentuación; y échale un vistazo al condicional de algún verbo utilizado.
    No obstante esos pequeños deslices, mi reconocimiento por lanzarte a la arena con un tema tan peliagudo.

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 5.0/5 (2 votes cast)
  4. la ciudad dice:

    Me gustó tu relato. dentro de lo que podía esperarse, resulta sorpresivo saber quien es el padre de Marta. felicidades

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 5.0/5 (1 vote cast)
  5. HÓSKAR WILD dice:

    Los tiempos cambian, aunque algunos sigan erigiéndose en vigilantes de una moral arcaica.
    Mucha suerte

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 0.0/5 (0 votes cast)
  6. Alexo dice:

    Muchísimas gracias, Dominose U, es de gran ayuda tu comentario, teniendo en cuenta que estoy «aprendiendo a escribir» , ojala pudieras corregirme todos mis escritos.

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 5.0/5 (1 vote cast)
  7. Antístenes dice:

    Segundo párrafo, libertad en minúsculas. Tercero, cuidado con los acentos. Cuando se cuenta la historia desde fuera hay que tener cuidado con los verbos y los cambios temporales en el cuarto y el quinto. Y sigo leyendo… La pregunta de la niñita va acentuada. Salto al final… Y su relato será premiado en Villa Cabezón de Abajo el Día de la Mujer, no lo dude…

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 0.0/5 (0 votes cast)
  8. Alexo dice:

    Hola Antístenes, ¿Cómo se atreve a menospreciar la inteligencia de los habitantes de Villa Cabezón de Abajo? Seguro que en ese pueblo hay gente tan lista como usted, que también se percatarían de la discapacidad de mi relato.
    Gracias por tomarse su tiempo para corregirme, lo tendré en cuenta.
    En cualquier caso me queda la conformidad de Dº Quijote en relación con las burlas que recibió en el capítulo de Clavileño: “Déjales que rían, Sancho; que a nosotros nos queda la gloria de haberlo intentado…”

    VA:F [1.9.22_1171]
    Rating: 4.0/5 (2 votes cast)

 

 

 

 

 

 

 

Pagelines