Desde mi ventana observaba como se desperezaban las encinas intentando salir del letargo en el que las había sumido la templada noche. Abrí las ventanas empapándome de un suave viento con aroma a jara. El tibio amanecer me empujó hacia las cuadras donde comencé a preparar a Rosa, mi vieja yegua. El resto de los caballos la observaban de reojo envidiosos, sin entender por qué era ella siempre la primera en salir. No sabía como explicarles que tantos años juntos merecían al menos esa deferencia. Un paseo antes de que el día fuera tórrido nos vendría bien a ambos. Al salir por la cerca que rodeaba la casa vi como algo se movía entre los matorrales. (más…)
Y encima describir el delirio… las voces que al pobre tipo le mordían las sienes, las imágenes blandas que lo rodeaban, los espectros con nombre y apellido que se le presentaban sin necesidad de truenos y lluvias nocturnas, ni de viejos castillos fantasmales de leyendas sajonas. (más…)
Entro en casa y un vacío silencio me golpea en el pecho. No estás, no queda nada de ti. El reloj de la cocina me confiesa que ya es tarde, que finalmente has cumplido tu amenaza, que ya no volverás, que te perdí como se pierden y no vuelven los instantes en que uno no ha sido feliz. (más…)
Una maraña de hormigas cruzaba la puerta del edificio gubernamental. Hormigas apresuradas, hormigas de uniforme, hormigas en pos de una oficina, hombres de mirada penetrante, hombres que se sabían hombres, mujeres de ciudad, mujeres recién ascendidas, mujeres con poder, jefes, técnicos, funcionarios… (más…)
Hace sol, un sol tibio que calienta los huesos de los viejos que acuden a la plaza cada día, buscando amortiguar sus soledades. Unos hablan de fútbol, otros leen la prensa, todos miran pasar la vida. (más…)