Estoy solo. Tan jodidamente solo que antes de escribir esta mierda ya tuve tiempo de imaginar como la comenzaría. He puesto música de fondo, porque hace compañía. Es una de esas relajantes que devuelven a la tierra a los gilipollas y hunde en la miseria a quien no tiene la suerte de ser gilipollas. Porque para vivir bien uno no puede estar loco, ni tan siquiera parecerlo. (más…)
El ambiente del local era el de siempre, un lugar oscuro y lleno de humo debido al tabaco y quizás por algún que otro porro. Yo me hallaba en mi rincón habitual, aquel en el que disfrutaba de la visión de todos sin apenas ser visto. (más…)
Desde que nací, nunca fui supersticiosa. Ni siquiera en los momentos en los que tenía mala suerte de verdad. Nunca me importó pasar debajo de una escalera, o cruzarme con un gato negro, y todas esas cosas. Sin embargo, desde que ocurrió todo aquello creo que algo ha cambiado. (más…)
Poco a poco me vi envuelto entre las olas, avanzaba hacia el oscuro horizonte sin límites y notaba como el aire se iba de mis pulmones y era sustituido por el agua salada. (más…)
En la ruidosa estación un gran número de personas, arrastrando pesadas maletas repletas de ropa, objetos de aseo y libros, esperan a que los maleteros y las puertas del tren vuelvan a abrirse para permitirles el acceso. (más…)
-Ya sabes. Tres noches seguidas como máximo. Una cama limpia, dos comidas calientes. No se puede más. Como tú, ya ves, hay un montón. Después puedes probar en los de San Juan de Dios. En Santa Clotilde, sólo una comida al día; por la noche tienes que buscarte el alojamiento por tu cuenta. Lo siento, hombre, es lo que hay por ahora. (más…)
Solitario, triste y mudo
hallase aquel cementerio;
sus habitantes no lloran…
¡Qué felices son los muertos!
Gustavo Adolfo Bécquer
Era una preciosa mañana otoñal de nubes con sol. Blaqui, mi mastín del pirineo, me miraba mientras conducía a toda pastilla campo a través. Si me daba prisa, por la noche cenita con velas y un cheque en el bolsillo. (más…)
SOBERBIO MAR AZUL. Lo indago a diario como quien busca en un espejo las cicatrices del tiempo. Rostro viejo surcado de ondas jóvenes, nunca cede al cansancio, se mueve perezoso ahora y mañana salta ágil como las cabras que suben abruptas laderas. (más…)
La jardinera era un panteón donde los muertos resucitaban. Aunque mis padres no lo creían, nunca me tiraron a loco: simplemente estaba muy chavo y no me tomaban en serio. No recuerdo haber tenido amigos: los escuincles del barrio eran demasiado estúpidos para entender lo que pasaba. Sin embargo, era cierto: ahí enterraba a mis mascotas y cuando tocaban tierra, volvían a la vida. (más…)
Durante el periodo de exámenes del año pasado, Ildur estaba ante la pantalla del ordenador estudiando para un examen. Llevaba todo el día repasando fórmulas y ejercicios, que seguía sin sabe qué estaban mal hechos. (más…)
Cuando Nicolás, traje y corbata, maletín en mano, sale de su oficina en Gran Vía, los escaparates están decorados y las tiendas llenas. Guirnaldas de bombillas de colores van de un lado a otro de la calle, vistiendo la ciudad. (más…)
El río le parecía hermoso. Las ramas de los árboles, que se alzaban junto a él, parecían brazos desnudos, frágiles pero abiertos, dispuestos a acoger lo que llegara. ¿Podía ella abrir los brazos así? (más…)
Las luces de neón del coche fantástico que atravesó la calle, cegaron a Emilio durante escasamente quince segundos. Tiempo suficiente para que los integrantes del vehículo le arrebataran de un tirón aquel extraño bolso triangular a la anciana que paseaba por la otra acera. (más…)
Lo primero que quiero deciros es que soy una perdiz. Una perdiz reclamo. Una perdiz asesina.
No recuerdo todas mis vidas anteriores. He sufrido cambios enormes. Me he vestido de piel, de escamas y de plumas; he habitado el mar, la tierra y el cielo; he sido persona y animal. Incluso he olvidado muchos de los nombres de los seres que he sido. De lo que estoy segura, hasta donde alcanzo, es de que siempre he sido mala. (más…)
Aquella tarde, en el interior del ascensor, sobre el fondo del espejo, la vi por primera vez, entre la neblina del sucio cristal, mirándome fijamente y con un rictus de amargura en la boca. Intenté sonreír, pero ella pareció no entender mi gesto de cortesía. (más…)