El pueblo, a sus espaldas, huía de él con rapidez. La carretera se deslizaba bajo las ruedas de su coche a una velocidad desmesurada. Los insectos lanzaban sus ataques en oleadas contra el vehículo, en vuelos suicidas; y los árboles, los huertos, las viñas venían hacia él y se lo iban tragando muy deprisa, dejándolo atrás con la misma rapidez. Miró por el retrovisor y vio cómo ahora el pueblo se escondía tras una loma. En el cuentaquilómetros, la aguja pasaba de los cien; en una carretera comarcal eso era peligroso, pero el pueblo quería escapar de él cuanto antes.
Atrás, en el paisaje que huía, quedaba Lola…Lola…Lola… Durante diez años Lola había vivido dentro de su cabeza, un día tras otro, un mes tras otro, un año tras otro. Solo algunas veces escapaba por un momento de allí. Entonces la veía bailar en aquel baile de pueblo de hacía diez años, con su vestido amarillo destacando sobre el moreno de su piel. Luego ella se le agarraba del brazo y los dos se apartaban del gentío; y envueltos en el calor del verano, con unas cervezas enfriándoles las manos; empapados con la música de “Extraños en la noche” que la orquestina hisopaba sobre ellos, se sentaban en el prado a observar cómo las estrellas se les venían encima. Sus cuerpos y la noche hacían todo lo demás, hasta que llegaban a fundirse en uno sólo.
Quizás fueron las estrellas las que les trajeron la felicidad. Una felicidad que duró seis meses; hasta el día en que Eloy fue a pedirles, a los padres de Lola, permiso para casarse con ella.
?¿Por qué se opondrían sus padres? ¿Por qué ella no diría nada?
Nunca llegó a saberlo, pero desde ese momento Lola pasó a vivir en su cabeza; en sus manos conservaba su tacto; en sus oídos, su voz; en sus labios el sabor de los suyos. En ese tiempo, Lola vivió en él con más vida que nunca.
Ahora, después de volver al pueblo, con la esperanza de encontrarla ya libre de sus padres, se había encontrado a una mujer madura, un poco ordinaria, llevando de la mano a un niño de unos tres años y besando con aburrida indiferencia a un hombre, a cuyo brazo se agarró con desgana.
En ese momento Eloy mató a la Lola de su cabeza, no supo si por desilusión o celos, pero después de ese asesinato, subió en su coche y Lola y su mundo escaparon de su vida para siempre.
José María Araus
La experiencia del antes y despu
Me ha gustado mucho, y me ha encantado esa forma de describir desde el punto de referencia opuesto en el primer p