Nov 20

I
Atado a la niebla de los ayeres del mundo
preguntas sin verme a dónde voy,
por qué me detengo en la estación más densa
a contemplar tu espalda enrarecida.

Está argos además jugando a los espejos,
esos ojos que piensan a pares
y escrutan el llanto y cuantos pasos al abismo.

No quiero vivir en esta casa abierta
entre seres pensantes hasta la obtusidad;
no me gusta esta vida apuntalada en las renuncias,
ni la voz que grita que me calle:
que se haga el silencio como alguna vez la luz.

Otras son mujeres de la vida…
y yo sigo fraguando la gran muerte,
como hibernar encima de los árboles,
sin que el légamo, ni el nepente que brota en las raíces,
ni los lechos montados en la bruma,
sepan de mi cuerpo.

Otras transmutan en carne de Perséfone
y se cuelgan de un manojo de nervios
y caen desde los edificios con los sesos abiertos,
viejas equilibristas y la vida las tumba
y aun sueñan las neófitas que la muerte no mata.

Tú partes de mi estación,
todo está listo:
hasta el alma hecha jirones compuso su disfraz
no quiebres el azar con otra pregunta…

II

Cuando la connivencia de mares te arrastró de esta isla
toda puertos donde soltar amarras
toda tierra feraz donde los sueños germinan
prometí esperarte aunque no sé tejer.

Y la ausencia crecía
Y el lecho de rosas sacaba sus espinas a la luz
a la oscura carne mía lacerada de estar sola,
decúbito expectante por si caes desde el techo
o llueves por alguna de las goteras.

Como no sé tejer, el dolor me hizo rasgar tus vestiduras
(alguien se llevó todos los cuchillos)
pacientemente cosía y descosía ropajes con cicatrices
y el tiempo iba limando las asperezas de la espera.

Llené la casa de puertas y quité las puertas
para atisbar tus pasos con mi oído en el centro del miedo;
pero mi corazón sonaba más alto que otros nuncios.

Levántate y anda: el grito desde el techo,
y dejé de hincarme con la aguja del recuerdo.

Unos cuantos pétalos perdidos se encajaban en mis tacones
y yo bailaba loca por la casa,
y en las puertas aparecieron fisgones
y la casa se fue llenando de gente feliz.

El amor no se hizo de una vez,
sino que se tejió entre muchas manos siempre innominadas,
que se rasgaban alegremente las vestiduras.

Entonces retornaste desde cualquier suburbio
a reclamar mi cuerpo y su pureza;
pero Penélope y yo somos muy solicitadas:
otra cosa no tenemos en común.

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85- Penélope y yo. Por Circe, 2.9 out of 10 based on 15 ratings  Imprimir

7 Responses to “85- Penélope y yo. Por Circe”

  1. Susto dice:

    Ja Ja Ja… Es una genialidad de poema. «Penélope y yo somos muy solicitadas:
    otra cosa no tenemos en común»
    Siempre sentí ese estigma machista de los escribas griegos. Supongo que ha llegado la era de las reivindicaciones. Seré sincero contigo, no creo que ganes este concurso, pero has ganado un lugar en mi corazoncito de poeta prematuro y lector empedernido. Ja ja ja no puedo dejar de reir pensando en la cara de Ulises, si llega y encuentra a Penélope borracha de amores o embarazada ja ja ja. Me ha encantado leerte.

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  2. Circe dice:

    Gracias Susto por tus comentarios, no es tan importante ganar como llegar de alguna manera al corazon de alguien

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  3. morrisey dice:

    Solo un simpático chiste.Nada más.

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  4. Viena dice:

    Me parece un ejercicio muy valiente, una forma muy válida de acercarse a la mitología. Sinceramente, me agradan mucho más estas aproximaciones que las estrictamente «ortodoxas». Falta cohesión, hay repeticiones, la idea de «rasgar las vestiduras» aparece en dos ocasiones, trabajas mucho más algunos versos que otros…

    Personalmente, estas dos estrofas me parecen estupendas:

    «Otras transmutan en carne de Perséfone
    y se cuelgan de un manojo de nervios
    y caen desde los edificios con los sesos abiertos,
    viejas equilibristas y la vida las tumba
    y aun sueñan las neófitas que la muerte no mata.

    «Y la ausencia crecía
    Y el lecho de rosas sacaba sus espinas a la luz
    a la oscura carne mía lacerada de estar sola,
    decúbito expectante por si caes desde el techo
    o llueves por alguna de las goteras.»

    Me gusta esa combinación entre mitología y frases hechas: Consigues que Argos, Penélope, Perséfone… convivan con «rasgarse las vestiduras» y «manojos de nervios». Y Ulises, siempre latente, como Pepe el Romano… capto cierta ironía dirigida a esos dramas «tan de mujeres». ¿Un chiste nada más? A mí no me lo parece. Cuando el humor se desvanece, aparece la reflexión. Mi voto y mi deseo de que continúes escribiendo.

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  5. En la isla dice:

    Excelente, para mi gusto. Genial la alusión a Perséfone. El rasgamiento de vestiduras no sólo no debe repetirse sino que debiera sustituise por otra expresión menos manida.

    «decúbito expectante por si caes desde el techo
    o llueves por alguna de las goteras.»
    Más original e irónico, imposible.

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  6. Antonio Mur dice:

    Me ha gustado muchísimo tu trasposición. Es cierto que sólo te une a Penélope ser mujer y la espera. Pera nada más, cada una toma su camino y tu elección me parece acertada, no están los tiempos para perderlos.
    Veo que conoces muy bien el mundo clásico, con referencias muy acertadas (en efecto lo de Perséfone es genial). En cuanto a lo del humor no estoy tan seguro. Porque si bien es cierto que hay toques sutiles e irónicos, en general encuentro mucha acidez, desencanto e incluso reproche. De alguna manera te retratas íntima y sincera. O resumiendo, le vienes a decir, de manera maravillosa: ¡Anda y que te espere tu madre!
    (que ya vale de noches decúbitas y aire)

    Te voto con un ocho y te deseo suerte en el concurso. Aprovecho también la ocasión para invitarte a leer mi poema, el 139, y a que dejes allí tu opinión sincera si así lo deseas.

    Un saludo.

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  7. Circe dice:

    Gracias a todos por leer el poema. Viena, creo que tienes razón en todo lo que señalas, ciertamente falta algo de cohesión y de seguro preste mas atencion a unos versos que a otros, eso es por la premura y tambiém porque a algunos poetas nos parece que corregir y cambiar a posteriori afecta la esencia de la poesia, talvez sean supersticiones literarias, que tambien las hay…

    Sobre lo de «rasgar las vestiduras» aunque constituye un lugar cómún trate de darle otro sentido, quizás mas moderno, como las mujeres que cortan las ropas de los hombres cuando las abandonan o algo asi, en las dos ocasiones aunque la frase es la misma, las emociones que expresan son contrapuestas: simplificando un poco, el dolor y el placer. Esto es solo una explicación porque si el poema no lo comunica por sí mismo, no funciona.

    Gracias también a En la Isla y a Antonio Mur y ojalá quienes se dedican oficialmente a la crítica fueran tan constructivos como ustedes y Viena, me alegro de que les haya gustado aunque sin dudas tendrá otras imperfecciones, de Morrisey no hay mucho que decir, he leído sus lapidarias sentencias en casi todos los poemas que concursan y creo que no hubiera vacilado en quemar la biblioteca de alejandria, jaja, de todas formas gracias tambien por opinar, un saludo a todos

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