135- Sólo quiero cantar. Por Amaranta K.
- 13 julio, 2011 -
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Mi médico me recomendó que leyera mientras viajaba en tren. A mí no me gusta leer, pero como tengo que viajar desde Bilbao hasta Málaga, me he armado con un libro tan largo como el viaje que me espera: el Ulises de Joyce.
El tren se pone en marcha con mi vagón casi vacío, apenas una mujer y su hija, y yo que me siento enfrente. Abro el Ulises. Empiezo bien, resuelto a cumplir con la tarea que se me ha encomendado, pero pronto mi atención se dispersa. El traqueteo del tren me resulta tan poderosamente rítmico que no puedo pasar de la página treinta. Dejo el libro a un lado porque a mí no me gusta leer. A mí lo que me gusta es cantar.
Es difícil no cantar cuando se escucha tanta música en la cabeza. Un día normal me levanto con el dum-dubi-dum-dubi-dum-dum-dum de Nancy Sinatra y me acuesto con los acordes del Fisherman’s Blues de The Waterboys. Se me quedan en la cabeza todas las canciones que escucho por la radio, aparecen de repente, sin saber de dónde vienen, otras que hacía años que no escuchaba y de vez en cuando compongo mentalmente mis propias melodías.
Mi médico dice que debería reprimirme en público, por eso comienzo a tararear tímidamente, pero una vez que he traspasado esa pequeña barrera, ya no puedo dejar de cantar. Mi tono sube a la vez que mi entusiasmo. Me siento cada vez más y más emocionado y pronto me encuentro dando mi particular concierto en el vagón del tren. Sé que en los círculos de música experimental valoran mis creaciones, pero no dejo de percibir asombro o malestar cuando salgo de ese contexto.
La mujer no es una excepción y noto que se empieza a sentir incómoda. Agarra a su hija del brazo y se queda algo desorientada, sin decir nada. A la niña parece que le agrada y me sonríe. Sigo cantando porque es maravilloso. Mientras, llegan más pasajeros al vagón. En un principio ríen, pero al cabo de un rato, me piden que me calle. Como no accedo a sus peticiones, llaman al revisor:
-¿Está usted loco? ¿No ve que molesta? No cante, ¡lea! –me dice señalando el Ulises.
A mí me gusta cantar en alto y saltar de baldosa en baldosa sin pisar las líneas que inundan las calles, pero mi médico me ha recomendado que no cante en público y que pise indistintamente las líneas y las superficies lisas de las aceras. Y parece que todo el mundo le da la razón sobre lo que yo debería hacer. Por eso trato de no exteriorizar más mi impulso musical durante el resto del viaje.
Cae la noche y la niña está tan aburrida que se pone a golpear insistentemente una pelota contra el cristal. Su madre se ha quedado dormida y está roncando. Me parece que forman una orquesta extraordinaria. Sin embargo, los demás pasajeros no parecen compartir mi alegría y comentan que así no se puede dormir.
Me pregunto si la madre tendrá un médico que le diga que no debería roncar en público y si a la niña le asignarán un revisor que le diga que no debería jugar, sino dibujar, siempre que sea dentro de los estrictos límites de un cuaderno.
135- Sólo quiero cantar. Por Amaranta K.,
Bien escrito y con su toque de café amargo.
Suerte.
El mundo está lleno de incomprendidos. Espero que tú no seas uno de ellos.
Suerte!
Algo desconcertante, pero bien escrito.
un saludo.
A mí tb me gusta saltar de baldosa en baldosa… dum-dubi-dum
Un texto que nos deja pensando.
Enhorabuena.
Realmente inspirador. Enhorabuena.
simpatiquísimo microrelato, dile a jara maga que tu no eres uno de esos incomprendidos porque habemos quienes comprendemos tu cuento y lo celebramos. suerte
Me ha encantado. Suerte en el certamen
Me ha gustado bastante; es realmente divertido (pero da qué pensar) y creo que bastante bien escrito.
Mucha suerte
Me pone los pelos de punta leer un relato y sentirme tan identificada, te deseo mucha suerte Amaranta K 😉
Bien escrito. A mi me pasa algo parecido, sólo que mentalmente (siempre tengo alguna melodía en la cabeza). Suerte para el certámen
Está simpático este incomprendido.
Suerte
Estoy releyendo, algo así como el no a ls lílmites que no hagna daño a los demás, ¿no?
Suerte