IV Certamen de narrativa breve - Canal #Literatura

Noticias del III Certamen

2 abril - 2007

90- Las tres islas de Cork. Por Si te dicen que caí
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 Escribo esto desde Cork, una ciudad de la bella Irlanda, gracias a una beca a la que estuve a punto de renunciar. Mamá viene a verme mañana, la imagino en el aeropuerto, con sus imponentes ojos que todo lo observan y buscando desesperadamente un lugar donde la dejen fumar. No he conseguido convencerla de que deje de hacerlo, la quiero viva para siempre.

 Tengo que contarle muchas cosas, algunas no le van a gustar y me hará mil preguntas y reflexiones. Estos tres meses fuera de casa me han servido para tomar distancia y creo que el timón de mi vida, por fin. Voy a terminar con Andrés, sé que mamá sufrirá por él, sufre demasiado por los demás, pero ella lo intuye desde hace tiempo.

 Cuánto daño nos ha hecho mi padre. Andrés es una víctima más. Me refugié en él, mi amigo de la infancia, y le quiero tanto como a mi hermano, tanto como a un hermano, pero no más. No puedo seguir con él y no sé cómo voy a vivir sin su ternura.

 Mamá se ha quedado sin vacaciones para venir una semana a Irlanda, a hacerme compañía. Esta mañana me llamó para decirme la hora de llegada y la encontré preocupada. Tengo tantas ganas de abrazarla, de decirle la enorme mujer que me parece en la distancia, y necesito plasmarlo por escrito, gritarlo a los cuatro vientos.

-¡Mamá, qué ganas tenía de verte!
-Hija mía, no veía el momento de llegar. ¡Pero si estás guapísima! Te has cortado el pelo…
-Sí, mamá, y muchas más cosas que quiero contarte. Anda, cuéntame qué tal con Juan Antonio. ¿Ya habéis…?
-¡Lucía, por favor! Eres tremenda. Estoy enamorada, Lucía. Nunca pensé que me volvería a pasar, a mi edad.
-¡Anda, por favor, ni que fueras una abuelita! Estás preciosa, mamá. ¿Qué te pasaba esta mañana?

 Fuimos a por las maletas sin parar de hablar y reír. Parecía una cría mi madre, siempre lo pareció, siempre que no estaba mi padre en casa florecía su sonrisa y su alegría, y nosotros con ellas.

-Cuéntame, mamá, ¿qué te preocupa?
-Ayer me llamó tu abuelo para decirme que tu padre había tenido un accidente. Parece ser que está mal y preguntó por ti. Ya sé que no quieres volver a verlo, pero tenía que decírtelo.

 No puedo explicar qué sentí. Hace tres años que no mantengo ningún contacto con él, desde aquel día que mamá se fue de nuestra casa de la sierra, cuando descubrió que estaba con otra mujer. Aquel malhadado día murió la mejor amiga de mi madre y nunca la había visto tan hundida, tan desvalida. Sufrió pero comprendió por fin que no podía ayudarle ni seguir con él, y mi hermano y yo le pudimos contar después, muy despacio, lo que siempre permaneció oculto. Ya no le odio, siento una terrible indiferencia por ese hombre que me daba clases de moralidad y, a un tiempo, me contó con pelos y señales sus escarceos sexuales cuando mi madre se separó de él la primera vez. Fue su venganza porque aquellos detalles me persiguieron durante largo tiempo, aquella mujer que le bailaba en ropa interior, las veces que lo hizo, cómo y hasta dónde. Me persiguieron sus miradas y palabras de desprecio cuando no sacaba buenas notas, o ese “puta” cuando me vio besándome con un chico en el portal. Vivíamos en un negro túnel de narcisismo y manipulación, en una caída libre que nos iba arrastrando a todos, y fue mucho después cuando dejé de juzgar a mi madre, que luchó por salir y sacarnos de aquella espiral perversa de mentiras que parecían verdades. No, ya no le quiero, él tampoco a mí. No quiero verlo así, no quiero, no le quiero.

 -Mamá, tengo que enseñarte mil rincones. Te voy a llevar a las tres islas que forma el puerto. Irlanda te va a atrapar, ya lo verás.
-Sí, me encantaría recorrerlos contigo, Lucía. Pero… ¿qué vas a hacer? ¿Vas a ir?
-¿Tú has ido a verlo?
-No, no he ido. Fui a llevar a tu hermano al hospital, pero me quedé esperándolo en el coche. También preguntó por mí, pero no he sido capaz de verlo. El hombre al que yo quise hace mucho que murió. No hay sitio para venganzas tardías ni lavados de
conciencia. No he ido, no. ¿Qué vas a hacer tú, Lucía?

 Pedro, mi tierno y dulce hermano. Cuánto habrá sufrido. Con él se ensañó, mi padre proyectó en él su vida fallida. Le animaba desde pequeño a reírse de las mujeres; le contaba las maravillas que le esperaban si conseguía dar un braguetazo; le llamaba fracasado si jugaba mal en el partido del domingo. No cumplió sus expectativas y dejó de quererlo. Ahora tiene 18 años y está enamorado. Cuánto le echo de menos.

-Dime, hija, ¿qué quieres hacer?
-¿Que qué quiero hacer? Gritar. Venga, grita conmigo, mamá.

 Y en la plácida noche agosteña de Cork se oyeron los gritos de dos mujeres que desaparecieron por sus calles cogidas de la mano.

89- Esta noche, indiscutible primavera. Por Inuk
91- Tarde de desamor. Por Agente007