Frente a mi un trocito de mar sosegado, apenas unas pequeñas olas rompiendo en la arena. Tras de mi, ruido, música, parloteo ininteligible en varias lenguas. Africanos recorriendo la playa provistos de todo tipo de artículos, una señora vendiendo vestidos multicoles con un cuerpo de nido de abeja y tirantes; a mi derecha dos jovencísimas inglesas en top less, a mi izquierda un matrimonio alemán en sus tumbonas dejándose tostar por un sol abrasador. Al fondo el chiringuito con refrescos, música disco y aperitivos, un pequeño parque con juegos para los niños y un sin fin de tumbonas y sombrillas. Entre todo este colage, algunas sudamericanas y un par de orientales dando masajes a diestro y siniestro.
Pasé por el chiringuito a por una botella de agua, What do you want?, me dijo el camarero y terminó con mi paciencia.
Tenía apenas una hora para tomar el sol y darme un baño, un alto en el camino en una playa alicantina de paso al volver a casa. Ni lo uno ni lo otro pudo ser, demasiada oferta para tan poca demanda.
A mi me bastaba una playa vacía, un poco de sol, tranquilidad y el mar bañándome la espalda.
Brujapiruja