BOSÓN DE HIGGS. Por Ana Muela Sopeña

 

Mesones sobre letras y presagios
que hablan de misterios insondables
sobre pupilas blancas, sin heridas.

Bariones adheridos a materias
que trazan sobre mundos intangibles
la belleza del alma en movimiento.

Hadrones en la danza de los seres
que buscan el inicio
de la visión de luz
en el origen…

Los quarks en su naufragio
acelerando a Gaia hacia los límites
de la velocidad del infinito.

Y de pronto un bosón
que puede ser de Higgs o de otro tipo.

Entonces los humanos abrazan con su hálito
la ruta de la estrella, para soñar que son seres creadores.

El Aleph se entremezcla
con burbujas de caos,
en un fractal inquieto y desbordante.

Ahora somos uno
resonando al unísono del fuego,
adn que pulsa con galaxias
su estructura absoluta de Big Bang.

Lo oscuro se disuelve
sobre cama de cuásares.

Vislumbramos caminos,
más allá de esta octava tan absurda
de la depredación y la locura.

Abrazamos sin dudas ni demoras
el potencial del cambio entre las sombras.

Ese bosón de Higgs o lo que sea
es un recordatorio, nada más,
de la gran explosión del universo

que aún sigue sonando
en nuestro ser oculto.
Ése que no ha perdido ningún sueño,
ése que no es esclavo sino rey
de un universo atómico.

Partículas pequeñas, diminutas,
que nos recuerdan ahora
nuestro pasado lúdico
en creación constante.

Hematíes dispersos,
leucocitos,
plaquetas
y un sentir
que se mueve en el baile
de púlsares, planetas, asteroides.

Centrífuga la luz en su belleza
nos llena del asombro de estar vivos…


Ana Muela Sopeña
Blog de la autora

Un libro de cuentos muy especial: Ilusionaria II. Por Mar Solana

 El otro día me trajo el correo una verdadera joya: Ilusionaria II, un libro de cuentos con ilustraciones muy especial. Toda «ilusionaría» lo abrí para ojearlo y me quedé, francamente, muy sorprendida. Ilusionaría II es una publicación muy esmerada; el  cariño y la ilusión salieron de sus brillantes páginas para darme la bienvenida. Veintidós escritores y veintidós ilustradores con una andadura profesional ya muy hecha han unido sus esfuerzos en este precioso proyecto coordinado por Juan de Dios Garduño. En la primera edición de esta noble iniciativa, Ilusionaría I, los ingresos de la venta del libro se dedicaron a la asociación Matrioska Fons Mellaria para traer niños bielorrusos a España, pequeños afectados por la catástrofe de Chernóbil para que comenzaran su proceso de descontaminación. El dinero que ahora se recaude con Ilusionaria II se destinará íntegro para Abraham Presa Alba(www.unmilagroparaabraham.com), un niño malagueño de seis años que sufre Adrenoleucodistrofia, una enfermedad hereditaria que causa desmielización intensa y la muerte prematura en niños. Abraham está esperando una intervención muy costosa, un complicado trasplante de médula que, de momento, solo pueden llevar a cabo en Estados Unidos.

Os aseguro que este libro de cuentos merece la pena, gracias a él Abraham seguirá jugando a indios y vaqueros, comiendo helados de choco y haciendo enormes castillos de arena en la playa, ¿no creéis que es una causa maravillosa ayudar a un ángel?

Si os apetece hacer un regalo único e inolvidable a alguno de vuestros peques o, sencillamente, queréis disfrutar con nobles dragones, estrellas fugaces, robots parlanchines, magos africanos, conejos soñadores, peces mágicos y un sinfín de animalillos curiosos y atractivas fábulas, no lo dudéis, ahora que ya tenemos encima este asfixiante calor, Ilusionaría II os va a refrescar vuestro momento de lectura como una ráfaga de aire marino… Además, tengo el honor de conocer a una de sus ilustradoras, mi querida amiga Luisa Fernández que también es una preciada alquimista de las letras, una pluma de las buenas.

Si queréis más información sobre los autores, cuentistas e ilustradores, comprar el libro, consultar como van los pedidos, fondos recaudados y demás dudas, podéis visitar su bitácora, creada especialmente para la difusión de esta maravillosa y humana iniciativa: http://ilusionaria2.blogspot.com/ Y si os decidís desde ya y queréis un ejemplar, plantear alguna cuestión o sugerencia tan solo tenéis que enviar un mail a: ilusionaria2@gmail.com , poniendo en ASUNTO: «Compra Ilusionaria 2».

 

Mar Solana
Blog de la autora
Portada realizada por Marisa López Moreno (Sarima)

Aves de paso. Por María

Yo era una mujer feliz. O quizá no…Pero como no lo pensaba, eso no tenía importancia. No pensaba la vida en términos de felicidad, la verdad. De hecho, no la pensaba. Sólo la vivía como podía, andaba por los días tal y como iban viniendo: a trompicones, salvando baches, escaqueando trampas, disfrutando las calmas, aguantando los vendavales…Como cualquiera.

Mi vida era corriente, yo era corriente y eran muy corrientes mi marido, mis hijos, mi piso, mi barrio, mi trabajo.

Tengo 39 años y trabajo de limpiadora en un hospital grande, como personal fijo de una subcontrata de mantenimiento. Mi marido, Ramón, es fontanero y trabaja cuando lo llaman; es una buena persona, nos conocemos desde siempre, nunca me ha sorprendido ni me ha dado grandes quebrantos. Mis hijos están estudiando, si es estudiar lo que hacen, y esos sí que dan problemas de todo tipo. La hipoteca del piso la terminaremos de pagar en unos pocos años más.

Así era mi vida, una llanura aburrida con algunos obstáculos corrientes por donde llegar a no sabía dónde, ni me importaba. Con llegar a fin de mes, no pelear con mi gente a navajazos y descansar lo mínimo necesario para estar con mediana decencia en el trabajo ya tenía bastante.

Entonces llegó a mi servicio el argentino. Un médico argentino que venía para unos meses, como parte de su formación, como pasaban tantos por allí al cabo del tiempo. Pero éste me miró y encontró a una mujer bonita debajo de mi feísimo uniforme, consistente en una bata gris informe con un anagrama de la empresa sobre el bolsillo del pecho izquierdo. Nos cruzamos varias veces, yo colgada literalmente de mi escoba -que las piernas no me sostenían ante el empuje de su mirada- y él con el fonendo basculando alrededor del cuello, antes de que me hablara, a mí, directamente a mí:
– Sos preciosa, señora, lo sabés ¿verdad?
– ¿Yo…? Pues…Gracias…
Y seguí limpiando el pasillo, que se me hizo corto, corto; y veía en cada losa la mirada que supo traspasar mi bata desabrida, y escuchaba la voz argentina sobre los ruidos de la planta, diciendo esa tontería que me hacía tan feliz…

Cada día se me acercaba un poco más, me decía algo más; yo empecé a perder tartamudez y a ganar amplitud de sonrisa. Me compré un broche de esmaltes de colores para colocarlo encima del anagrama del pecho, algunos días cogía una flor de camino al trabajo y me la prendía en el pelo. La gente de la planta me decía que estaba guapa, por primera vez en mi vida. Cuando el argentino se dirigía a mí yo me dejaba caer en la mopa y hablábamos sin parar de sonreírnos, de qué temas no lo recuerdo, pero esas miradas, esas sonrisas, esos pulsos desatados…

Un día me dijo si quería ir a comer a su casa y dije que sí.

Jamás hasta ese día supe cómo era el amor locura, el amor, en definitiva. Se me olvidaron mi casa, la hipoteca, comer y dormir, Ramón y mis hijos. Yo sólo pensaba qué ponerme debajo de la bata y en el pelo, qué decir en casa si me preguntaban algo. La verdad es que Ramón, como estaba la Champions, nunca me echaba en falta en el sofá, y yo dejaba siempre comida preparada para todos, eso sí. Cuando uno de mis hijos hizo notar que me veían poco, les dije que estaba haciendo un curso de flecos para mantones que me interesaba una barbaridad, allí cerca, en el Centro Cívico.

Todos los días quedábamos el argentino y yo, a cualquier hora, dependiendo de los turnos, y era como si al fin entendiera yo lo que era vivir. Él me decía que nunca se quedaba en los sitios, que siempre estaba de paso, que le gustaba viajar: estudios, congresos, placeres…Un culo inquieto era, me decía.

El día que se fue lo acompañé al aeropuerto para verlo elevarse y desaparecer volando en el cielo. Yo sabía que me moriría de pena durante un tiempo, pero me gustaba más eso que morirme de aburrimiento; sabía que si me mordía el corazón la nostalgia, era más bonito ese dolor que dejar que me comieran las moscas en el sofá triste frente al televisor.

Volví a la fosilización de mi rutina, pero yo ya no era un fósil: seguiría poniéndome el broche de colores sobre la bata, diademas bonitas en el pelo, alguna flor…

Me habían crecido alas y había aprendido a volar un poco.

María
Blog de la autora

Bella melodía. Por Mirtha Rodríguez

Muy a la distancia, se puede escuchar

el murmullo, de una suave melodía

acunada en su regazo, por el viento

que suavemente, la hamaca, la mece

y al rozar con las montañas

hace su bello sonido, vibrar.

Absorta, en el concierto

que su sensibilidad, puede lograr

una bella niña, con su violín

a los seres…a la naturaleza

con sus tenues melodías

logra profundamente, cautivar.

La armonía, de sus notas

su fineza, al interpretar…

la bella niña, con su música

logra, que quién la escucha

sienta su alma, renacer, sanar.

Asociación Canal Literatura

Mirtha Rodríguez
Argentina

Acoso. Por Dorotea Fulde Benke

Se pasea impune entre el bullicio del mercado mirando con descaro escotes y entrepiernas. Sus manos están entrelazadas a la espalda, inmóviles a primera vista; sin embargo sus dedos se flexionan con mínimos movimientos que insinúan las fantasías de su mente. Pura teoría de cobarde sesentón hasta que me coloco justo detrás de él y me rozo contra sus nudillos. Cuando le susurro al oído que si se da la vuelta armaré escándalo diciendo que me ha estado molestando, su cuerpo se endurece y tensa. Por si acaso le agarro de los codos y así avanzamos entre el gentío del rastro arrimándome yo cada vez más. Finalmente pretende subir el borde de mi falda. Es entonces cuando le hago tropezar y mientras se levanta aturdido, ya me he quitado el pañuelo y las gafas de sol. A veces incluso le ayudo a incorporarse…

Fotografía de fotografías. Por Fátima Ricón Silva

Fátima Ricón Silva

 

El cubo de las maravillas,
me bañaría en las luces de sus cielos,
me dejaría embelesar por los pétalos de sus flores,
permitiría que sus aguas me calmaran el sentido,
los susurros de los árboles me harían compañía.

El edén de los sentidos:
ver los aromas,
tocar las miradas,
sentir el sonido,
oler las palabras,
oír el silencio.

El cubo de los sueños,
dónde todo se tiene pero nada se posee.

 

Fátima Ricón Silva