Un día un sabio me habló y me contó una historia, la historia de las rocas. Me decía que antaño las rocas eran frágiles, cálidas y blandas. Reían y nunca lloraban. Pero un día el hombre pisó una roca y esta lloró, pero le perdonó porque sabía que no lo volvería a hacer.
Al cabo de un tiempo otros hombres golpearon dos rocas para calentar a sus crías, estas lloraron, pero perdonaron a los hombres ya que era por buen fin. Otro hombre dio una patada a una roca junto al mar, esta lloró pero perdonó al hombre porque no la vio. Poco a poco las piedras de tanta pena y tanto desprecio se hicieron fuertes, pero seguían siendo felices. Tenían un sitio en el que estar y aunque nadie las tenia en cuenta se sentían útiles. Formaban casas, daban calor, servían de juego…
El sabio me contó que el hombre tomó ejemplo de las rocas y se fue fortaleciendo. Las guerras, las hambrunas les hacían daño pero luego al mirar al pasado se daban cuenta de que lo bonito de todo era la experiencia y que ellos seguían en pie disfrutando de ver de nuevo el sol. Así pues, me dijo que no hay que temer nada, que hemos de ser fuerte, que después de la tormenta siempre llega la calma. Y que aunque haya alguien o algo que nos derrumbe como el hombre hacía con las piedras, siempre habrá otra mano que nos ayude a seguir luchando, a seguir en pie mirando el cielo.
Alguien también dijo una vez «Cuando tú naciste la gente reía y tú llorabas, vive de tal manera que cuando tú mueras la gente llore y tú rías» creo que sin conocer la frase la estás siguiendo a rajatabla. Al igual que la lección que un día dieron las rocas al hombre. Y hoy por hoy eres una de esas rocas que nos está ayudando a luchar a seguir mirando al frente, esa mano que nos ayuda a levantarnos cuando caemos, el hombro que nos apoya cuando lloramos. La sonrisa que nos abre las puertas del nuevo día.
Si pudieran dar una medalla de honor a la persona más fuerte sin duda te la llevarías, con creces, sin ninguna duda. Has luchado mejor que los demás has estado al pie del cañón. Has llorado en silencio para que ninguno de nosotros llorara contigo. Y por eso te doy las gracias y la mayor de las fuerzas.
Te Quiero.
El escrito de esta carta no fue con otro fin que el de dar apoyos a la persona que más quiero hoy por hoy, a mi madre. Recibió la carta el día 2 de Junio por la noche, ya que a día siguiente tendría que someterse a una operación de cáncer de pecho. Y como soy de pocos gestos lo escribí tal y como lo sentí.
Aquella noche estas palabras animaron mucho a mi madre y al final todo salió a pedir de boca, aunque no lo parezca, es una mujer fuerte.
Hoy dejo al descubierto mis sentimientos en forma de palabras y las lanzo para aquellas mujeres que puedan tener el mismo problema. Quiero dar todo mi apoyo y demostrar que es una operación sencilla y que no es nada del otro mundo, tan solo una caricia.
Ahora mi madre se recupera muy rápido y pronto recibirá un pecho nuevo. Pero lo más importante es que en ningún momento borró la sonrisa de su cara.
Ketsya