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Ayer me llamó mi madre para recordarme, entre otras cosas, que el domingo es mi cumpleaños.
Cuarenta y cinco tacos.
Cuando mi padre cumplió cincuenta, sopló las velas, alzó su copa con el incorregible optimismo que le caracterizaba y dijo: Bueno, pues ya he llegado a la mitad de mi vida. Se equivocó sólo por veintiocho años, pero, a excepción de hacer turismo por Moscú, no dejó nada por hacer: había cumplido su misión.
Ninguno sabemos cuando vamos a morir, pero yo sé que ya he dejado la mitad de mi vida atrás. Medimos el tiempo en horas, días, semanas, meses, años… Pero para mí el tiempo sólo es energía, no es algo que se pueda medir con un metro, una báscula o un reloj. Los 98 años de mi abuela son un suspiro si lo comparamos con lo que habría sido mi vida si me muriera esta noche, dos días antes de cumplir los 45.
La muerte anida en todos nosotros, compañeros.
Y no siempre nos deja tiempo para que ordenemos los papeles. No siempre nos da un rato para despedirnos de los seres queridos. No le importa si te bebes media botella de whisky al día o si sólo comes tofu. La muerte se las sabe todas. Además, cuanto más te preserves de ella, más la desearás.
Abraza, toquetea y besa a tus seres queridos.
Entrégate a cada cosa que hagas.
Construye tu propia vida.
No tengas miedo de fracasar.
Apechuga con las consecuencias de tus actos.
Ama.
Sufre.
Llora.
Ríe,
tengas la edad que tengas.
Que cuando la muerte llegue,
te pille cumpliendo tu misión:
vivir.
Marisol Oviaño
proscritosblog.com
Totalmente de acuerdo, Marisol. Me ha encantado leerte y descubrirte… colega de edad 😀
Siempre vitalista y positiva entre la marejada.
Precioso Marisol.
Abrazos