La casa era tan grande:
excesivo aquel rellano de escalera,
enorme aquel pasillo,
desmesurado el patio
y el trastero,
colosal la cocina.
La niñez tiene gafas de aumento.
Y creces así,
equivocando medidas
y tamaños
-trampas de la vida-.
El espacio
es sólo un parpadeo
en el ojo del águila,
es luz en la memoria
o un espejo de miedo.
Si alguna vez se fue feliz
en un lugar inmenso
-y más si es ya remoto-
jamás se ha de volver.
Los años los encogen,
los contraen, los abrevian:
convierten los palacios
en casas de muñecas.
Las gafas de la infancia. Por Ana Mª Tomás Olivares
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