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246- Retroexceso. Por Inexorablemente Pan

Niño pequeño que fui,
¿dónde estás?,
¿en qué parte de mi te has escondido…?

Ando buscándote en mi
soledad
y sólo encuentro nada. Te he perdido…

Sé de una isla secreta
pero el mapa
padece de micosis predatoria,

de roerlos se emborrachan
los ratones
que lo trastean todo en mi memoria.

Miro mis manos y veo
unas manos
destinatarias de las manos tuyas;

pero las tuyas no creo
que la vea…
¡Acércalas un poco!; ¡no me huyas…!

No tengas miedo de mí…;
ven acá…
Juega con este niño que ha crecido…

¿No reconoces mi voz…?
¡Es tu voz!
Un poco más solemne y desgarrada…

Este futuro que soy
eres tú
pero nunca sabrás nada de mí.

¿Quieres seguir donde estás?
¡Pues yo, no…;
si sigo distanciándome de ti!

Palabra de niño pequeño que fui:
siempre La Luna será un globo
que se me escapó
una tarde
y otra tarde
y otras tardes…
Muchas…
Más…;
frente al televisor.

Nunca podremos hacer el camino de vuelta a la infancia.
Es imposible cualquier intentona de peregrinaje
con destino a un albor infinito de eterno bostezo
de la prima y magnífica, la inspiración primigenia.

Y sí, sin embargo, emprender una huida
hacia el ocaso perpetuo.
A velocidad endiablada
(previo pacto, eso sí, con quién sabe Dios
para habitar su morado horizonte).

(El niño pequeño que fui se encarna un instante en mi hija)

¡Hola…, pequeño que fui…!
¡Cuánto has tardado en venir a mirarme…!

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