V Certamen de narrativa breve - Canal #Literatura

Noticias del III Certamen

22 febrero - 2008

2- Edward Cullen. Por Edward Cullen

El silencio recorrió la habitación, aun estando vacía, el eco de mis latidos resonaba profundamente entre los polvorientos estantes, recordando un susurro no nacido, que reflejaba un dolor abismal sobre el espejo de mi pecho, un colgante sucio y pequeño, que guarda un cristalino espejo, un níveo recuerdo de un alma perdida, que talla sus formas bajo el metal, que crea una vaga imagen de un ataúd sin cerrar.
Pasó inadvertida la sangre sobre mis labios, la ausencia de aliento sobre mi pecho, el cese en el hercúleo trabajo de mi corazón, ahogado bajo mis lágrimas, temblando bajo mis deseos, anhelando por fin, el hacinamiento de mis pecados en un solo respiro, lograrlo y morir.
Cesó el sonido, ya no habían susurros, ya no resonaba el latido, la sangre marchaba bajo mi cuello, dibujando un triste camino, muriendo sobre mi ombligo. Dos minutos de soledad, de felicidad en mi cuerpo, agarrotaban mis dedos, cerrados sobre mis manos, acariciando el destino. Alerta mi mente un sonido, el hercúleo bajo mis lágrimas y mis suspiros, no cesa en su labor, sobre él mis sentidos, mis pecados y mi destino, no cesa en su camino, ante la petición de mi mente de alcanzar el camino a la fría muerte.
Las ventanas gimen bajo el céfiro, rompe el silencio la muerte, y el candor de su abrazo, tienta mi cuerpo un espasmo, despierto, enmudecido ante el sufrimiento, secan mis labios mi lengua, saboreando el metálico sabor de la sangre que aún emana de ellos. Mis ojos se clavan en las ventanas, tan sucias como el resto de mi cubil, acierto a ver el cielo, limpio y lúcido, lleno de luz y de cuento, de encanto y deseo para los vivos, detestable para los muertos, ansío la oscuridad, la lluvia y el frío abrazo de los vientos, cortantes bajo mis dedos, hirientes bajo mi lengua, impíos en mis pupilas.
Pasa el día y la tarde, mi cuerpo entumecido ante la ventana, indagando ante el sufrimiento del céfiros en ellas, que tiemblan a cada soplo y gritan como si fueran arrancadas, el dulce sonido del dolor, llena mi boca, esboza mi cara una mueca oscura y feliz, recurren mis ojos al deseo, dilatando mis pupilas ante el exaltamiento del dolor de que emana de las ventanas.
El sol muere en su intento se aterrar mi instancia, cae la noche dulce como una daga sobre mi pecho, hiriente y sangrante de satisfacción, abro los ojos y después las ventanas, el frío entra de golpe y con él se lleva mi alma, se sacude mi cuerpo bajo mis ropas holgadas, negras y desgarradas, teñidas en sangre agotan el tiempo de ser usadas.  Salto sobre el tejado, recorro burlesco las piezas sueltas, esperando una accidental caída que nunca sucederá, llego al esperado encuentro con el pútrido árbol que abraza mi puerta, que quema mis manos y desgarra la carne al resbalar por él, queriendo satisfacer mis deseos de dolor, se convierte en la mascota preferida en mi colección.
Los faroles permanecen candentes, mientras la bruma comienza a inundar los alrededores, los habitantes sedientos y perezosos, tragan viejos vinos en las aceras húmedas, tirados sobre el moho que las invade, una imagen tan grotesca como deliciosa para algunos. La luna iluminaba sus cuerpos, delgados y harapientos, dejan de ser suculentos al observarlos de cerca y hacen cesar mi marcha, recorriendo más y más en el pueblo, deseando encontrar un cuerpo suculento y ardiente que llevar a mi boca.
Asedio con miradas las calles, vacías del tumulto de la mañana, que recorrían calles bajo el castigo del sol, que calienta sus cuerpos y abrasan mi piel. A lo lejos una fornida dama recorre la acerca deprisa y jadeando, haciendo más ruido con sus pasos que con su aliento, despertando con descontento a los que tumbados en la calle dormían anhelando sustento. Rápidamente el grupo recorrió la calle, asalto a la mujer, que aun gritando no recibió alivio alguno, ni ayuda de nadie. Aquellos harapientos hambrientos clavaron sus uñas bajo su carne, despojaron todas sus ropas como papel mojado en manos de un niño, entre disputas uno tras otro mancilló su cuerpo, tantas veces como su fuerza les permitía, mientras aquellos que ya  satisfechos mordían truculentos sus brazos, arrancando el bocado que llenaría sus cuerpos, que aplacaría la sed y el hambre, y se llevaría un poco más de su cordura ya casi vacía.
Me aleje del grotesco enfrentamiento ante el cuerpo yaciente, recorrí tambaleando el camino de vuelta antes de encontrar una hermosa pieza, nívea y frágil como la porcelana, como las ropas que guardaban su cuerpo del frío, aun estando tumbada sobre el frío suelo, inconsciente y malherida, rapte su cuerpo en un instante, trepé con ahínco mi árbol, bailé sonriente sobre las piezas sueltas de mi tejado, y mecí dulcemente la muerte en mis brazos, entré con prisa su cuerpo, tumbado sobre una almohada, desaté sus ropas y recorrí su cuerpo, anegué sus pulmones con mi aliento, inunde de caricias sus labios, recorrí la herida de su pecho, que observe con encanto, cure con placer sus heridas, lave su cuerpo embarrado, mecí su cabello en mi mano, hasta encontrar sus ojos despiertos, gritó aun más fuerte que mis ventanas, acalle su grito con un beso, que sedujo su alma, y aplaco el ruidoso intento, sus lágrimas caían llameantes bajo su cuerpo, agradeció con dulzura mi beso, deseosa de conocer el  nombre de su salvador, ladré inesperadamente mi nombre, Edward Cullen repetían sus labios, soy feliz, aclamaba por verme, más mi cuerpo cedió al deseo, la sed recorrió mis labios, y mis dientes taladraron su cuello, escuchando el grito apagado de su llanto, desaforado hasta su muerte.

1- Cómo erigir un altar en una nevera vacía. Por William Cullen
3- Llanto de noche. Por Fabián Peirone


5 votos, promedio: 3,20 de 55 votos, promedio: 3,20 de 55 votos, promedio: 3,20 de 55 votos, promedio: 3,20 de 55 votos, promedio: 3,20 de 5 (5 votes, average: 3,20 out of 5)
No puede votar si no es un usuario registrado.
Cargando...

Participantes

Todo x:

Este relato es impresionante.


bobdylan:

Quizá hay algunas palabras cuya repetición se nota demasiado -hercúleo, suculento- y la colocación de las comas a veces resulta un tanto arbitraria e impide o dificulta asimilar el fondo del asunto.

Por lo demás, el relato consigue crear una atmósfera cerrada y agobiante, que produce cierta desazón y algo de escalofrío.

Suerte en el concurso.


Envia tu comentario

Debe identificarse para enviar un comentario.