V Certamen de narrativa breve - Canal #Literatura

Noticias del III Certamen

21 febrero - 2008

1- Cómo erigir un altar en una nevera vacía. Por William Cullen

Si te lo contase, sin duda lo encontrarías del todo absurdo; en los últimos tiempos, encontrabas absurdas prácticamente todas las cosas que yo hacía o decía, pero no podría reprocharte que te burlases de esto, pues yo mismo lo encuentro disparatado, pero el caso es que, desde que te fuiste, no he vuelto a llenar la nevera.

«¡No me sorprende lo más mínimo!»: casi puedo sentir resonar estas palabras en mi cabeza, tal como si las estuvieses pronunciando frente a mí con un cierto aire de reproche en la mirada, pero a duras penas reprimiendo una sonrisa.

Admito que detestaba esa manía tuya de tener la nevera repleta, especialmente por verme siempre obligado a comer aquello que previsoramente me indicabas –antes de que se estropease– en lugar de lo que me apetecía, perennemente sometido a la tiranía de las fechas de caducidad. No dejaba de tener gracia que, a pesar de poseer, en vez de nevera, una suerte de cuerno de la abundancia, no pudiese elegir, pues, en toda ocasión, había algo a punto de echarse a perder. Odiaba furibundamente tener que comerme tus yogures desnatados y tus kiwis reblandecidos, y la mera vista de la nevera me provocaba nauseas.

Soy consciente de la mezquindad del acto, pero no puedo negar la satisfacción, casi mística, que me embargaba, después de que me abandonaras, cuando abría la nevera y veía algún artículo que comenzaba a pudrirse o que había superado la fecha de caducidad y lo arrojaba a la basura; sentía como si, al deshacerme de manzanas podridas y limones mohosos, me estuviese librando de tu recuerdo, que me dolía como una muela recién arrancada. Lo único que no me atreví a tocar fue el paquete de salmón ahumado: nunca me había gustado especialmente, pero tú me hiciste aborrecerlo; te empeñabas en comprarlo alegando que venía bien tenerlo porque era muy socorrido, y al final siempre tenía que acabar comiéndomelo yo para que no caducase. El paquete yacía sobre una abultada pila de quesitos, salchichas de Frankfurt y embutidos loncheados envasados al vacío, pero, de algún modo, se las apañó para arrojarse de las alturas y había acabado apoyado, casi verticalmente, sobre el fondo de la nevera, y el frío hizo que terminase adhiriéndose a él. El caso es que, al principio, su tacto me inspiraba aprehensión  y procuraba evitarlo cada vez que tenía que coger algo en sus inmediaciones, pero, finalmente, no pude desprenderme de él, porque era como deshacerme definitivamente de ti, algo para lo que entonces no estaba preparado, y todavía sigo sin estarlo.

Aun así, el proceso de vaciado era dolorosamente lento, y tuve que acelerarlo consumiendo primero aquellos artículos que aguantarían más, por lo que de nuevo estuve sometido a la dictadura del calendario, esta vez de modo inverso. Creo que fue en ese momento cuando adquirí la determinación de no meter nada nuevo en ella. Desde entonces desayuno fuera de casa, ya que, en cuanto que abro un paquete, la leche se me agria de un día para otro, y me has contagiado tu estúpida prevención por lo que respecta desperdiciar los alimentos y, las veces en que no como en algún bar, siempre consumo latas o productos que no precisen ser conservados en frío.

No deja de ser irónico que las cosas que más añoro de ti sean los detalles que antes me enervaban casi intolerablemente. Previamente a que te instalases conmigo, mi vida transcurría en un desorden organizado; cierto es que dejaba las cosas de cualquier modo: la chaqueta sobre la cama o las llaves sobre la cómoda, pero lo hacía siempre en el mismo sitio. Tu llegada trajo consigo una suerte de orden caótico, pues colocabas todo, pero sin lógica alguna y cada vez de un modo distinto, y continuamente tenía que estar preguntándote dónde habías puesto tal cosa o la otra. Ahora, cada vez que voy a coger las llaves y las encuentro sobre la cómoda, me embarga una profunda decepción y, no lo negaré, una punzante desazón.

Te marchaste de improviso, llevándote apenas tu presencia y tu ropa, y, eso sí, todas tus fotos, como si quisieras borrar por completo la menor evidencia de tu estancia conmigo. Reconozco que en el transcurso de la última semana apenas nos habíamos dirigido la palabra y, en las escasas ocasiones en las que lo hicimos, siempre fue para causar daño, pero la vista de los marcos vacíos fue un golpe demasiado duro. Ahora, la nevera se me antoja uno de esos pequeños altares de madera que, durante mi infancia, los vecinos se iban pasando de casa en casa y que contenían una imagen de la Purísima. Cuando nos tocaba el turno, mi madre lo colocaba sobre el recibidor, echaba unas monedas en la caja que había en su base y,  enfrente de él, encendía dos pequeñas velas recubiertas por fundas de plástico rojo, que matizaban su luz. A falta de otra imagen que contemplar, pues te las llevaste todas, a menudo me quedo extasiado mirando el paquete de salmón, caducado desde hace más de once meses, a veces durante horas seguidas, pese a que la nevera se queja con su insistente pitido y no me deja concentrarme en la autocompasión tanto como quisiera.

A principios del mes pasado, el hecho de tener la puerta cerrada me causaba intranquilidad y remordimientos, por lo que acabé por desconectar la nevera y, desde entonces, la puerta siempre permanece abierta. Hace un par de semanas, el paquete de salmón comenzó a hincharse. Al principio engrosó tímidamente, pero desde hace dos días semeja un globo y, aunque parezca irracional, no puedo pegar ojo en toda la noche pensando en la posibilidad de que llegue a reventar y, a cada momento, me levanto para comprobar si sigue intacto.

A tu marcha,  no dejaba de maquinar todo el día, pensando en qué podía hacer que te causase tanto daño como el que yo estaba padeciendo. Tuvo que transcurrir bastante tiempo, al menos cuatro meses, hasta que abandoné esa absurda obsesión. Te vi por la calle en compañía de otro; no sé a ciencia cierta si era el que ahora ocupa mi lugar, pues ni siquiera  ibas cogida de su brazo, tal como te gustaba hacer conmigo, pero charlabais animadamente y reías, y cualquiera que te viese pensaría que eras feliz; no como yo. Entonces comencé a elucubrar sobre cómo podría lograr que te murieses de ganas de volver conmigo, pero nunca di con nada que me convenciese de modo medianamente serio.

El jueves pasado me enteré de que te vas a casar; me encontré con tu amiga Laura en el supermercado y me lo espetó sin tan siquiera tratar de disimular un poco y darle a la noticia un aire casual; en sus ojos brillaba la malicia y, después, cuando comprobó cómo la había encajado, una ostentosa satisfacción. En un primer momento, el impacto me dejó vacío y sin capacidad de reacción,  como cuando te dan un puñetazo en el la boca del estómago y te quedas sin aire y, por más que intentes respirar, no logras llenar los pulmones y lo único que consigues es boquear como un pez.

No dudé en insistir, presionar y suplicar a todo el círculo de amistades comunes para procurar averiguar algo más; así me enteré de que él era un compañero de trabajo, además de simpático, divertido, sensible y comprensivo, todo lo que yo no era. Laura me llamó por teléfono: se había enterado de que andaba haciendo indagaciones y quería ser ella la que me contase todos los pormenores de la futura boda, incluida la despedida de soltera que ibas a celebrar esa noche.  No pude evitar presentarme allí; sabía que era absurdo e inútil, pero no fui capaz de abstenerme. Cuando me vi frente a ti, después de más de un año, podía haberte dicho una de esas frases ingeniosas y zahirientes que había estado preparando durante todo este tiempo, o me podía haber arrodillado y suplicado y mendigado que volvieses, pero me limité a tirarte una foto y después me marché. Nada más llegar a casa, la imprimí y la pegué sobre el restallante paquete de salmón.

Ayer por la tarde, cuando pasaba frente a la nevera, me volví frente a ella e inicié una genuflexión. Estoy casi seguro de que no fue más que un acto reflejo, recuerdo de la infancia y de los dos años que fui monaguillo, pero el caso es que el hecho me produce una inquietud indescriptible y no he podido dejar de pensar en ello durante todo el día. Ahora mismo, estoy mirando tu imagen y siento unas ganas incontenibles  de persignarme.

Y es posible que acabe haciéndolo.

2- Edward Cullen. Por Edward Cullen


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Participantes

BEATRIZ:

A veces las pequeñas cosas son las mas importantes.


William Cullen:

Beatriz:
Decía el MAESTRO Cortázar que una novela era equivalente a un largometraje, mientras que un cuento tenía que ser como una instantánea. Efectivamente, como en una foto, los detalles, que implícitamente nos hablan mucho más de lo que en sí representan, constituyen la parte más relevante de todo cuento.
Magnífica observación, y muchas gracias por dejarme tus impresiones.


Rafael Lucena Soto:

Medimos el paso del tiempo con todo menos con los relojes. No sorprende por tanto que nos enamoremos de un gélido salmón momificado (curiosa adaptación del tópico «religio amoris») cuando disponemos de incontables bancos de toda una fresca fauna ictiológica: este personaje-narrador pasa a formar parte de la interminable galería de aquellos que han y hemos confundido «la realidad» con el «deseo».


William Cullen:

Gracias, Rafael, por este estupendo comentario, que casi hace desmerecer al cuento.


Mery:

Ya te había comentado lo preparada que venía para leerte, y con la misma idea termino tu relato. De primeras, originalísimo. Empleas unas figuras muy descriptivas, como «el cuerno de la abundancia», que me ha gustado especialmente.
Pero lo mejor es ese símil implícito que conlleva la caducidad de los alimentos con lo que debería ser la caducidad de los sentimientos. Y esos últimos párrafos que nos dejan prever un apoteósico final con la explosión del salmón podrido…..a la vez que revienta de rabia y de celos el narrador. ¿Has pensado en continuar con otro relato sobre su resurgimiento, cual Ave Fénix?
Me parece que vas a poner muy difícil el panorama al resto de concursantes.


William Cullen:

Muchas gracias por tu comentario, Mery. De momento no tengo previstas secuelas, si bien no las descarto, cuando ande en horas bajas de inspiración.
Por lo de ponerlo difícil, no te pienses, que, al menos el año pasado, aquí había relatos muy buenos, e imagino que este año no será menos.


wu wei:

MUY BUEN RELATO. ESTE CUENTO ES DEL TIPO DE HISTORIAS QUE A MI ME GUSTAN. HISTORIAS QUE SACAN PUNTA A HECHOS TRIVIALES Y ADEMÁS DE HACERNOS SONREÍR NOS HACEN PENSAR. (TODO ESTO LO DIGO SIN ANIMO DE PELOTEO).


William Cullen:

Muchas gracias Wu Wei. En realidad quería hacer una historia sobre la soledad y el abandono, y de cómo la añoranza y la distancia pueden transmutar el amor en adoración, y lo que tu denominas «hechos triviales» no son más que un recurso argumental para contar más de lo que se cuenta implicitamente.

Por lo de pelotear, sé que lo dices sin tal ánimo; acabo de ver el comentario que has hecho al número 32 y prácticamente coíncide con el mío (cuando yo lo escribí, el tuyo no estaba visible).

Gracias por molestarte en poner tus opiniones y , de nuevo, te deseo mucha suerte.


WU WEI:

Es interesante hablar sobre el tipo de cuentos que preferimos, ya que normalmente no se dan estas oportunidades. Siguiendo tu comentario, estoy de acuerdo en que muchas veces uno se pone a escribir con la idea de lo que quiere transmitir (los celos, la angustia de la vejez o la amistad sin fisuras de dos amigos) pero acaba encontrando hechos, situaciones u objetos que van generando otras ideas, hasta que el cuento acaba llevándote en volandas hasta su final. Desgraciadamente, al menos en mi caso, son pocas las ocasiones en que esto se da.


William Cullen:

Efectivamente, amigo Wu, los cuentos suelen tener voluntad propia, casi siempre caprichosa y a menudo voluble. La mayoría de las veces el resultado no suele tener nada que ver con los propósitos, hasta el punto de que yo he llegado a hacer de un cuento dos y de dos uno.
(consulta el dogma nº 19. http://www.lallavedeloscampos.com/dogma/22dogma.htm ; lo cierto es que estos dogmas son imprecindibles individualmente pero imposibles de aplicar en su congunto)

Un placer charlar contigo Wu.

Saludos.


William Cullen:

Fe de erratas: hace daño a la vista el congunto; confirmado: padezco dixlexia dactilar.


WU WEI:

Señor Wiliam Cullem, he leído la lista de preceptos en torno al cuento que viene en el enlace que has proporcionado. Me parece interesante, pero discrepo en muchos de los puntos. Aún así, creo que es muy importante luchar por el cuento como género de identidad propia y no subsidiario de la novela. Quizá conozcas el decálogo y el nuevo dodecálogo que Andres Neuman ofrece en la editorial páginas de espuma (Antología del cuento Español, Alumbramiento). Aquí dice cosas tan interesantes como que una conversación demasiado trascendental no resulta nada creíble, o que los personajes de los cuentos no se presentan sino que actúan. En mi opinión, el primer escollo que debe superar cualquiera que desee escribir un cuento es la vanidad.
P.D: Apunto la página web para mirarla con más tranquilidad en otro momento.
El placer es mutuo.
Saludos.


William Cullen:

No conocía ese dodecálogo, pero tampoco tiene desperdicio.

Gracias Wu.


Un cuentista:

William, no se cual es tu funcion aqui si eres profesor o un escritor eminente, pero te pasas tres pueblos con tus comentarios en otros relatos. A todos les pones una pega final, que si acaba flojo, que si falta argumento,
¿Tu qien te crees que eres, tio, Shakespeare, Cervantes, Borges?
Deja que cada uno escriba a su gusto , igual te llevas una sorpresa y esos que menosprecias te arrebatan el premio.


Todo x:

Este tiene su aquel.Si


William Cullen:

Cuentista:

Donde he dejado un comentario, le he brindado mi opinión sincera; por supuesto que no menosprecio a nadie, y el que finalmente gane no me arrebatará el premio, ya que no es mío, sino que se lo llevará en buena lid, porque en este certamen, gracias a Dios, el jurado es de nivel y, con toda certeza, elegirá al mejor.

Lo que no voy a hacer es limitarme a hacer de clac, como hacen el 99% de los que comentan algo, la mayoría no participantes, sino familiares y amigos del cuentista de turno, algo que no tiene sentido alguno. Precisamente, la grandeza de este concurso está en que los concurrentes podemos intercambiar nuestros pareceres sobre las obras respectivas, algo que enriquece al que recibe los comentarios.

Recibo gustoso cualquier crítica de la que aprenda algo, aunque sea tendenciosa y malintencionada, y puedo asegurar que en los pocos cuentos en los que he dejado mi comentario (aunque los he leído todos), lo he hecho con la mejor de las intenciones, y con la esperanza de que el que lea el mío haga lo mismo si considera que merece la pena.

Por lo «que quién me creo que soy», me considero alguien que está comenzando a aprender, sobre todo de mis errores y gracias a quien me los ha sabido mostrar, pues uno no suele ser muy objetivo con su propia obra.

Y, finalmente, si eres uno de los participantes a los que ha molestado alguno de mis comentarios, en primer lugar van mis excusas y, seguidamente, recomendarte que, si no deseas críticas adversas, en vez de ordenar a los demás que «te dejen escribir a tu gusto», simplemente abstente de enviar tus obras a concursos donde su esencia está precisamente en que los demás opinen sobre ella.

También de deseo suerte.


William Cullen:

Cuentista:

Se me olvidó añadir que todos los comentarios los he dejado con el pseudónimo con el que participo, para que el que quiera se pueda pasar por mi cuento y leerme la cartilla, como acabas de hacer tú.


Barataria:

William Cullen, que he leído los dogmas esos y -a su tenor- se me ocurre otro: Prohibido escribir cuentos.
No me gustan los dogmas. Si los escritores se hubieran atenido a ellos, nunca se hubieran andado otros caminos. Además, que debe haber literatura de todos los colores para que haya para todos los gustos.
Por otro lado, me ha gustado tu relato, como me gustan aquéllos que entiendo, que transmiten lo que quieren decir, con una bella forma, pero sin retorcer el lenguaje ni acumular palabras que esconden la falta de un argumento.
Luz, más luz.


William Cullen:

Barataria:

Por supuesto que uno no se puede atener tanta norma, pero esos dogmas están escritos por gente que sabe mucho de esto y tienen la grandeza de que te marcan buena parte de los errores en los que solemos incurrir los que tratamos de aprender a encadenar una palabra tras otra; algunos son netamente humorísticos y no se pueden tomar en serio, pero, en su conjunto, me parecen llenos de sabiduría, al igual que el dodecálogo que apuntó Wu.

En todo caso, uno se eleva a base de auparse sobre los hombros de los que le han precedido, y es conveniente aprender del que sabe y, si es posible, sin limitarse a hacer lo mismo, algo realmente difícil, pues prácticamente está todo inventado, pero en esa batalla andamos.

Coincido en tus gustos literarios y agradezco sinceramente tu comentario.

Saludos.


Antón:

Oye, Cullen, he leído tu comentario al cuento de Wu y me parece que deberías formar parte del jurado; tienes buen ojo y argumento para calificar y descalificar historias sin dejarte influir ni por los amiguismos ni por la vanidad.

Suerte.


Víctor Kall:

He leído tu relato y escribes bien. Quizás a esta historia le ha faltado trascender de lo particular a lo general; me ha parecido más bien una carta personal, muy bien escrita, eso sí, pero demasiado «particular».

De todas formas, mucha suerte.


William Cullen:

Antón:

Agradezco tus palabras, pero prefiero ser participante; he procurado no descalificar a nadie, tan sólo dar mi opinión.

También te deseo suerte.


merce:

Querido William Cullen:

Tiene mérito eso de leerse todos los relatos e ir dejando comentarios en los que te llaman la atención por uno u otro motivo. Además, me parece muy honesto que lo hagas con tu pseudónimo, para que los demás también puedan leer y valorar tu relato.
A mí, particularmente me ha gustado uno en especial; ya le dejé su comentario.
Por cierto, hablando de la abundancia de gerundios que acabas de comentar al último relato que acaban de enviar y ese consejo tuyo sobre cuidar los escritos, te diré que, precisamente hay que predicar con el ejemplo y en tu relato veo que se podría prescindir de algunos adverbios terminados en «mente» que ralentizan mucho la lectura. También algunas repeticiones con esa «frente» y «frente» que no queda demasiado bien.
Bueno, ya ves que resulta positivo ser algo más prudente porque siempre tenemos porqué callar.

Mucha suerte para tu relato.


William Cullen:

Querida Merce:

Permíteme que disienta: yo no creo que siempre tengamos por qué (ya ves, separado) callar, más bien pienso que siempre tenemos por qué escuchar, incluso las críticas no demasiado bien intencionadas, siempre que nos sirvan para mejorar.

Por lo que respecta a tus observaciones sobre mi texto, tomo buena nota de ellas.

Saludos.


William Cullen:

Querida Merce:

Permíteme rectificar: uno no tiene por qué callar, siempre que no tenga nada que ocultar.

He leído el comentario que has dejado en el relato que «te ha gustado en especial», el nº 48, y no parece demasiado imparcial.

Saludos de nuevo.


William Cullen:

Victor Kall:

Lo siento mucho, pero no entiendo en absoluto qué quieres decir con tu comentario, pero intuyo que podría llegar a ser interesante.

Saludos.


merce:

Oye, Cullen, si se puede sacar algo positivo de todo esto, aquí te copio algo para que ni tú ni yo lo olvidemos. ¿OK?

El uso de porqué, porque, por qué y por que
Porqué es un sutantivo (el porqué, es decir, la causa, el motivo); siempre va precedido del artículo (el) o de otro determinante (su, este, otro…). Admite plural : los porqués.
Ejemplo: No explica nunca el porqué de sus decisiones.

Porque es una conjunción causal: introduce una oración subordinada que explica la causa de otra principal.
Ejemplo: No explica nunca el porqué de sus decisiones.

Por qué sólo se usa en oraciones interrogativas, directas e indirectas. Por es preposición y qué es un pronombre interrogativo.
Ejemplos: ¿Por qué no has venido a la fiesta? (Interrogativa directa)
No sé por qué se ha portado tan mal.(Interrogativa indirecta)
Por que se compone de la preposición por y del pronombre relativo que; se puede sustituir por «el cual la cual», etc.
Ejemplo: Fueron varios los delitos por que fue juzgado.

Saludos,


merce:

Perdona, olvidé incluir mi ejemplo:… siempre tenemos (el)porqué callar.


William Cullen:

Querida Merce:

Completamente de acuerdo en que ambos no olvidemos este particular.

Ni el «porqué» que tú empleaste ni mi «por qué» actúan como sustantivos. Si al menos le hubieses puesto un artículo delante al tuyo, hubiera servido (eso sí, cogido por los pelos), pero desde luego no sirve «el», con el que tratas chapuceramente de disimular tu error (con «un» hubiese colado).

Al margen de esto, que considero una tontería, le diferencia esencial entre tú y yo es que yo he dejado mis comentarios de buena fe y únicamente en los relatos que me han gustado (con la excepción del nº 26, en el que me limité a indicarle, con toda la corrección posible, que en mi opinión lo que había escrito no era un cuento), y tú sólo has dejado un panegírico en el relato de un conocido y otros tres, pretendidamente ofensivos, en el mío, y que yo actúo a pecho descubierto, y no tengo inconveniente que una vez finalizado el certamen se haga pública mi identidad, y tú actúas escondida detrás de un “nick”.

Demasiada gente, al amparo del anonimato, actúa de un modo en que no lo haría cara a cara: yo no pertenezco a esa categoría.

Saludos, una vez más.


merce:

Saludos, Cullen.
Que tengas suerte en tu «batalla»


merce:

PD: Olvidé decirte que yo firmo con mi nombre; el «nick», lo dejo para el concurso, porque no tengo ningún interés en que la gente visite mi relato a cualquier precio.

Buen día.


William Cullen:

Querida Merce:

En ningún momento traté de batallar, sino de dialogar e intercambiar opiniones.

También te deseo suerte en la tuya, cualquiera que sea.


Encarna:

Mira Cullen, he leído tu relato y, siento decirte (¿o no?) que me he quedado fría. Desde el segundo párrafo es previsible, pero a pesar de esto he continuado con la esperanza de que al final me sorprendiera. No ha sido así. Los dos últimos párrafos me han costado mucho terminarlos.
Imagino que ya estarás preparando una respuesta inteligente y elegante que, por supuesto espero. ¡Contestas a todos!. Eso sí, eh?, sin acritud. Resulta divertido comprobar qué bien encajas las críticas: o bien son participantes mosqueados, o amigos/familiares de los participantes, o por último, los que no cuadran en los grupos anteriores, son el grupo de comentarios malintencionados. ¡Qué mala suerte tienes, no hay ni uno que sea objetivo o imparcial!
No sé en que grupo me vas a encuadrar, porque no soy ni participante ni familiar, ¡que pena! no entro en el grupo de concursantes vengativos, con lo socorrido que es. En el segundo grupo de “los comentarios malintencionados”, pues tampoco me veo, no tengo ningún interés personal, no te conozco.
No te preocupes, te lo pongo fácil, nunca he escrito un cuento, relato y tampoco sé nada de “dogmas” o reglas a tener en cuenta para escribir, por lo que puedes apelar a mi incultura… y así, de paso inauguras otro grupo, pero lo que si te puedo decir es que tu relato no me ha gustado y ante eso….

Poca gente, al amparo de ir a “pecho descubierto”, descalifica a los que les dan su opinión, tú si perteneces a esa categoría.

Un saludo.


merce:

PROPUESTA:

Vamos a dedicarnos a leer los relatos que los hay buenísimos.


William Cullen:

Encarna:

Por supuesto, te contesto: es una cuestión de educación.

No tiene por que gustarte mi cuento, no es obligatorio (por desgracia). Ya he dicho que no me gustan los finales con trampa y mi propósito era que el final fuese inevitable, no forzadamente sorpresivo.

Por lo de las intenciones (buenas o malas), leyendo los mensajes se ven claramente. Por lo que respecta a las tuyas, asunto tuyo son, pero está claro que no tienen nada que ver con la calidad de mi relato.

Creo que no he descalificado a nadie, más bien algunos lo han hecho solos con sus comentarios.

Un saludo.

Querida Merce:

Yo tampoco persigo que la gente visite mi cuento a cualquier precio (en ese caso hubiese dejado un comentario en cada relato invitando a hacerlo), y mis pretensiones se limitan a hacer lo que hecho: dejar un comentario en cada relato que me ha gustado; en el que, en mi opinión, he encontrado algo mejorable, se lo he hecho saber, y en otros casos simplemente me he limitado a decir que me gustaba, pues no tenía más que aportar. Si alguien lee mi relato y encuentra algo que cree que podría mejorarse, lo escucharé gustoso. Uno nunca es lo bastante objetivo con la propia obra, y las opiniones de los demás, sobre todo las de los colegas, son enriquecedoras, aunque se disienta de ellas.

Y firmar solo con el nombre de pila no se diferencia mucho de un «nick». Hubieses demostrado más dignidad (y más valor) firmando con tu pseudónimo en el concurso.

Buena tarde.


wu wei:

Parece ser que se ha embarullado un poco todo esto. Aquí dejo mi opinión para quien quiera leerla: el gusto por leer y escribir cuentos también contiene el gozo por teorizar sobre el cuento, o es que nadie se ha enzarzado nunca en un debate Borges/Cortázar.
Estaría bien que nadie estropeara esto.
Por último, he de decir que a lo largo de todos los cuentos que llevo leídos en mi vida he hallado maravillas un muchos concursos como este, y auténticas birrias publicadas por autores supuestamente consagrados. Hay está la magia. Cada cual que busque sus cuentos, cada cual que encuentre sus tesoros y los disfrute. Lo demás, sobra. Dejemos la vanidad a un lado y tomemos conciencia de que ya está todo escrito. Nosotros, a lo sumo, nos divertimos creando, nos desahogamos, alimentamos nuestro ego o matamos fantasmas del pasado.
Saludos.


wu wei:

Fe de erratas:en muchos concursos DONDE PONE UN muchos concursos.


wu wei:

Quería añadir algo más: hace algunos años tuve la oportunidad de coincidir en una revista cultural con un grupo de personas que críticaban con profusión todo lo que escribía. Nunca en mi vida he vuelto a aprender tanto. Creo que no hace falta que diga nada más.


William Cullen:

Wu Wei:

Veo que compartimos muhos puntos de vista; si no tienes inconveniente y una vez que finalice el certámen, perdiré a la organización que intercambie nuestros correos.

Saludos.


merce:

Pues, yo también me apunto a ese intercambio de correos cuando finalice el Certamen (si te parece, claro).


Encarna:

Perdona Cullen, no he sabido expresarme adecuadamente. Soy lectora empedernida y espero de un relato, cuento o novela, sumergirme en él con tal avidez que no pueda dejar de leerlo. El motivo no es un final sorpresivo, que no entiendo el porqué tiene que ser forzado, sino por la intriga y la curiosidad que me provoca desde el principio hasta el final. Con tu relato no ha sido así, me ha resultado lento y espeso, no por el inevitable final, como era tu intención, es más bien la sensación de estar leyendo otra vez los mismo, párrafo tras párrafo. Y que conste, que esto te lo digo desde el respeto y el cariño.

En cuanto a mis intenciones y a la calidad de tu relato, francamente no te entiendo, ¿calidad referente a qué? ¿ la redacción del cuento, las reglas gramaticales, los dogmas de fulanito, o los decálogos de menganito,? ¿mi opinión no la tienes en cuenta porque mi comentario no se refiere al desarrollo del relato, a tus faltas de ortografía o al debate de sí el paquete de salmón mohoso es el protagonista central o es sólo un mero recurso argumental?. Lo siento, ni quiero ni pretendo ser crítica literaria o miembro de la RAE, y sinceramente, no creo que sea necesario pertenecer al gremio de escritores/participantes para que mi opinión sea o no válida. A no ser, claro está, que sólo consideres los comentarios de los colegas.
Por último, no te engañes, el hecho de que a tus comentarios los envuelvas con el manto del “comentario literario políticamente correcto”, no excluye la descalificación, una opinión en un tono condescendiente o de suficiencia supone menospreciar el trabajo de otra persona.
Un saludo.


Papelillos:

¡Dime quien es gerundio!


Delgadina:

Estoy de acuerdo en que con las críticas se aprende, de eso no hay duda. Pero en este caso los participantes acudimos con la ilusión de ser seleccionados, mostramos lo que escribimos y esperamos que el jurado lo valore justamente. El jurado, no el resto de los participantes. Cualquier impresión puede condicionar, y no dudo de la imparcialidad de los que seleccionan, eso lo doy por descartado.
No he tenido tiempo de leer todos los relatos, pero de los que he leido concluyo que el nivel es bueno, he dejado mi opinion en los que me han gustado, me he abstenido en los que no me agradaron demasiado.

Opino como Merce,dejémonos de debates inútiles y disfrutemos con los textos. No creo que tus comentarios hayan sido malintencionados, pero mide tus palabras, que pueden hacer daño.

Suerte en el certamen.


wu wei:

De acuerdo, Wiliam Cullem.


William Cullen:

Encarna:

La validez de tus comentarios, como los de cualquier otro, radica justamente en su contenido.

Por lo que respecta a las motivaciones, estos son los hechos desnudos: yo, como participante, he dejado un comentario, con toda la corrección posible, en los cuentos que me han gustado; tu, por el contrario, aunque afirmas no tener interés alguno, me dejas un mensaje que benevolentemente podríamos calificar como “lleno de agresividad” (y que encabezas manifestando tu desprecio por la inteligencia y la elegancia). O sea, que yo no puedo dejar mi opinión sobre un texto, y tú sí que puedes dejar mensajes llenos de ataques personales contra mi persona. Creo que, en vez de tratar de censurar tanto la conducta de los demás, deberías controlar un poco la propia

Delgadina:

Por lo que yo se, los comentarios son para dejar tu opinión, no solamente elogios. Precisamente, la particularidad de este certamen es que puedes leer y opinar sobre el resto: si sólo quieres que opine sobre ti el jurado, hay muchos otros concursos así.

Yo también te deseo suerte.


merce:

Mira Cullen, como eres escritor, creo que no te resultará dificil imaginar esta situación:
Parrilla de salida. Corredores (cada uno con su dorsal, sus ilusiones y su atuendo).
Llega Cullen, mira a los corredores y se dirige a uno: «oye, tío, se te ve muy puesto, pero con esas zapatillas no vas a llegar a ningún sitio.»
Se dirige a otro: «Tú si que tienes pinta de atleta, claro que esa sudadera que llevas no resulta apropiada para la carrera; te quemarás enseguida».
A otro corredor: «Blablablá, blablabá….

Y la gente se mira con cara de acelga escurrida: pero, ¿quién es este tío…? Venga, hombre, déjanos disfrutar del paseo y monta una escuela de atletismo si te parece; pero gradúate antes.

Los consejos se dan antes o después de la prueba, pero no me vengas a comer la moral a los «corredores» en la parrilla de salida.¡No te jode!

Por cierto, hablando de «valientes», ya he visto que no aceptas mi solicitud de intercambio de correo. No importa, lo esperaba; eres un tío previsible, se te ve venir a la legua.

Saluditos, campeón.


William Cullen:

Merce:

No sé de qué solicitud hablas. Creo que deberías pensar antes de hablar, en vez de hacer lo contrario (o sólo lo segundo). No tengo inconveniente en intercambiar correos o lo que sea, pues tengo la conciencia bien tranquila.

En tu símil se te ha olvidado mencionar a los que simplemente les dije que me gustaba su cuento, pero claro, esos no te interesan. Por cierto, en ese símil tú serías alguien que se dedica a hacer pintadas anónimas llenas de invectivas contra uno sólo de los corredores.

Insisto una vez más, y seguiré haciéndolo mientras que los organizadores no me desmientan, en que la filosofía de este premio consiste en intercambiar opiniones entre los participantes. Si sólo se pueden dejar adulaciones (falsas, como la tuya donde la dejaste) no sé qué sentido tiene.

Yo me despido sin acidez, ya ves, hasta para eso somos diferentes.

Saludos.


merce:

Cullen, te quedan mejor los puntos suspensivos (…)


Casiqueno:

Ayer entré a leer los relatos y empecé a hacerlo del revés, es decir, comenzando por los más recientemente publicados y acabando por el número 1. No los he leído todos, ni esperen que vaya a hacerlo, pero sí los suficientes (también leí bastantes en otros certámenes) para sondear el nivel literario e inventivo de esta edición.
Al contrario de lo que han comentado muchos, en mi opinión el nivel no es bueno, sino mediocre, y apuntaré por qué: abundan los relatos con faltas de ortografía y errores gramaticales, cosa que ningún escritor debería permitirse; la mayoría de las historias son blandas, sensiblonas y adoctrinadoras, carentes de interés; me ha resultado pesado terminar muchos relatos e imposible en otros casos.
Sin embargo, me gustaría destacar uno, que es, precisamente, el número 1. Es muy bueno, amigo Cullen, desde todos los puntos de vista: literario, ortográfico, gramatical… Expresa y llega, sin recurrir a sensiblerías ni recursos gastados. Déjeme decirle, y no se sonroje, que su relato está por encima del nivel general del certamen. Eso no tiene nada que ver con ganar, pues en los concursos nunca se sabe, pero me reconforta encontrar, por fin, algo digno de mi elogio.
Y, respecto a sus críticas, le animo a que siga realizándolas y desanimo a quien se sienta ofendido por ellas. No hay nada peor que la condescendencia y la complacencia, que sólo conducen al estancamiento.
Tal vez tenga la ocasión de dejar su comentario en mi relato, que próximamente enviaré. Me encantará descubrir si le gusta o no, y la crítica sincera de un competidor de nivel. Mi pseudónimo no será este, para que nadie piense que está influenciado por mis elogios.


Juan:

Hola. Soy Juan, el autor del «Bestia», el cuento 28. He visto con algún asombro las chispas de las espadas entre Cullen, Merce y demás. Tal vez porque ya no soy joven, tal vez porque no soy un intelectual (basta con leer mi relato, aunque por piedad… ¡no lo hagan!), tal vez porque no me siento cómodo arropándome con los manierismos de los escritores porque no me considero tal (aunque escribo, claro, y participo de concursos, y se me infla el ego como el buche de una paloma si me premian un texto o me lo publican), tal vez porque me asusta tanta bulla pero me parece que se les ha soltado un poquitín la cadena. Lo digo humildemente y en plan conciliador. Les envidio la pasión, las ganas, la fuerza. El enredarse en esta trifulca literaria habla bien de ustedes… hasta que guiados por el ardor de las yemas de los dedos en el teclado se dejan llevar y cruzan la línea. Si me permiten, les voy a contar una historia personal: mi profesión está vinculada a la escritura, aunque no a la literatura. Durante años le tuve un pánico reverencial a internarme en los caminos literarios. Autoestima baja, quizás. Escribía a escondidas, corregía, rompía y me decía: flaco, esto no es para vos. Recién salí del closet a los 45 años: mostré algunos textos a un escritor amigo, me animó a que siguiera y me publicó un relato en una revista de la que era editor. Fue como una inyección de coraje. Luego llegaron las clases con un escritor de mi país, bastante destacado, recientemente publicado en España, Francia y Alemania. El tipo que me acepta como alumno particular, en su casa, a la hora en la que suele dormir, un premio que llega, otro que pega en el palo, una publicación más… Y casi sin pensarlo, ya estaba castigando a mi PC con ritmo diario e implacable, creyendo que el milagro era posible. O mejor dicho, que yo (también) podía. Pero aun así, para mi sigue siendo una experiencia casi dolorosa abrir mis textos a la consideración ajena. Me negué a volver a las clases grupales de mi profesor (¡y eso que podía ir gratis!), porque me sentía tironeado como Tupac Amaru entre algunas miradas inquisidoras que parecían dispuestas a encontrar un error, un desliz en cada línea, como si se tratara de pepitas de oro en una cloaca. Y, sobre todo, porque se exigía lo mismo de mí cuando me tocaba analizar a los demás. ¿Desde qué espacio de preparación, conocimiento o suficiencia puedo yo (¡¡¡yo!!!) decirle a un par «lo tuyo no es un cuento» o «tu poesía me aburre»?
En suma, creo que una cosa es destripar a la última novela ganadora del Premio Planeta. Y en una mesa de café, entre amigos. Otra, pasar por la cortadora de fiambre en un foro público a alguien que acaso tenga idénticos temores a los míos, o haya pasado por las mismas encrucijadas. Digo: no desestimo el beneficio de la crítica. Todo lo contrario. Me he cansado de reescribir cuentos atendiendo las observaciones de otros. Pero, al menos yo, necesito saber quién la formula, qué grado de atención puso en el trabajo de leer críticamente mi obra, etc.
Hay mucho talento en los trabajos presentados a este concurso. Y más allá de que sea atractivo e interesante intercambiar ideas, no deberíamos olvidar que hay un jurado que dirá cuál es la mejor. Y en todo caso, esa sólo será una de las infinitas opiniones posibles.
Mi cordial saludo a Cullen, a quien le usurpé el espacio (a propósito, felicitaciones por tu relato), a Merce, a Wu y a todos… Y perdón si todo esto sonó un poco tonto. Es que me estoy poniendo viejo. ¡Acabo de cumplir 47!
Chau


Íñigo Balboa:

Mr. Cullen,

Me gusta el relato. Es fresco.

Permíteme sólo decirte que encuentro un leve desajuste (siempre bajo mi punto de vista, que según está el patio hay que decirlo), en los tiempos de la acción. A ver si me explico.

El relato lo cuentas desde el presente: hoy. Y hoy, le estás diciendo a ella de forma directa «el jueves pasado me enteré de que te vas a casar». Esto me sitúa la boda en algún punto del futuro más o menos cercano, pero futuro.

Sin embargo, ayer por la tarde ya tenías una foto de ella en la boda tomada por ti.

Saludos y suerte.


merce:

Muchas gracias, Juan. Ha sido toda una lección de elegancia y sabiduría; así se hace, sí señor.

Suerte para tu «Bestia»

Yo, ya me retiro con una buena dosis de sabiduría aprendida. Más gracias.


William Cullen:

Juan:

De usurpación nada, sólo la sensatez que dan los años.

Mucha suerte.


William Cullen:

Casiqueno:

Recojo el guante encantado, y eso que tus palabras me provocan bastante sonrojo y no se si voy a poder ser muy objetivo.

Saludos y suerte.


William Cullen:

Resulta triste tener que explicar lo evidente, pero, puesto que parece ser que no queda otro remedio, tendré que hacerlo.

PRIMERO: en este certamen se pueden hacer comentarios sobre los relatos que participan, y no sólo porque no lo prohíban las bases, sino porque ha sido concebido así, no en vano los organizadores han preparado la web para que sea posible. Por todo esto, es indudable que es lícito dejar un comentario, siempre que este se atenga al contenido del relato y sea respetuoso. Esto es incuestionable, te guste o no. Si no deseas que otros participantes, o el público en general, opinen sobre tu obra, sencillamente te has equivocado de concurso.

SEGUNDO: algunas personas se han inventado una absurda “teoría conspiratoria”, según la cual yo he ido dejando mis comentarios en distintos relatos con el único fin de desprestigiar o de causar algún perjuicio a sus autores, posiblemente de cara al jurado (¡Cómo si el jurado fuera a dejarse influenciar por los comentarios de un participante!), y esto por el simple motivo de que en algunos relatos he dejado mi opinión sobre lo que sería mejorable, siempre con la máxima corrección, y por tanto de modo perfectamente legítimo conforme al punto primero. Aparte de que esta teoría es completamente ridícula, como todas las teorías conspiratorias, se cae por su propio peso, pues esta disparatada hipótesis no puede explicar por qué en algunos relatos simplemente he dicho que me gustaban. Las cosas son así de sencillas: este servidor, que siempre procuró no ofender a nadie y que se limitó a dejar comentarios sólo en los relatos que le gustaron, ya que no quería dejar opiniones si no eran netamente positivas, en todo momento trató de ser absolutamente sincero y honesto; en algunos casos, encontró que algo, en su opinión, era mejorable y así lo hizo saber, y en otros se limitó a decir que el cuento era de su agrado y a desearle suerte al autor: ASÍ DE FÁCIL. Además, tuvo la decencia de dejar los comentarios con el nombre con el que concursaba, porque siempre le pareció vergonzosamente cobarde lo de tirar la piedra y esconder la mano. Este servidor ha actuado siempre en conciencia y nadie puede probar lo contrario, porque es falso. La única explicación que se me ocurre para que alguien pueda albergar una idea tan completamente descabellada es que esté tan acostumbrado a regirse por principios tan retorcidos y faltos de ética que no concibe que alguien se comporte con honestidad y sin dobleces.

TERCERO: es cierto que una persona (Delgadina) me ha manifestado su disconformidad con absoluta corrección, por lo que con respecto a ella tan sólo me limito a exponer por qué discrepo de esta, pero ha habido otras personas que, tanto por las formas como por el contenido, desde el primer mensaje han dejado claro que lo único que pretendían era ofender y difamar al que firma este mensaje. Estos sujetos, que manifiestan la arrogancia y la soberbia de, sin conocerme en absoluto, pretender saber qué hago y por qué mejor que yo mismo, se erigen en paladines de unos supuestos damnificados que no han requerido su defensa, ejercen de censores e inquisidores que determinan de modo incontestable sobre qué y cómo podemos opinar los demás, y, sin que la organización ni nadie les otorgue ese papel y sin más pruebas que los torpes desvaríos de su imaginación, se constituyen en juez, parte, jurado y verdugo, y deciden que un servidor no puede decir lo que piensa sobre los textos participantes, con sinceridad y corrección, pero, por el contrario, ellos sí pueden verter sobre mi todas las infamias que se les pasen por la cabeza, además con unos modos que mejor no vamos a calificar. Admito que cualquiera deje su opinión sobre mi cuento, ya sea constructiva o destructiva, a eso me expuse al presentarme al certamen, pero no puedo permitir que nadie cuestione mi honestidad.

Creo que no se precisan más explicaciones. Cualquiera puede leer lo que hemos escrito unos y otros y decidir quién ha actuado de buena fe y quién animado por los propósitos más mezquinos.

Saludos a todos.


William Cullen:

Íñigo:

La foto es de la despedida de soltera, no de la boda.

De todos modos, agradezco el comentario.

Mucha suerte.


Casiqueno:

Cullen, como dije en el mensajé que dejé ayer, no te va a ser difícil ser imparcial con mi relato porque no aparecerá con este pseudónimo, sino con cualquier otro que ni siquiera a día de hoy tengo pensado. Como ves, busco premeditadamente la objetividad.
Por otra parte, creo que Juan se ha explayado demasiado con algo que no debería tener la menor importancia: opinar sobre otros relatos. No comparto su opinión, Juan, cualquiera puede opinar, aunque también es cierto que las opiniones pueden ser de diferente cualidad. Incluso una opinión no cualificada me interesa, pues al fin y al cabo al exponer una obra queremos que sea leída, no por expertos, sino por cualquiera que guste de la lectura, y es interesante conocer las diferentes opiniones que provoca.
Me interesa tanto el que diga que mi escrito es una basura, como el que la considere una obra de arte, y cuántos de ellos piensan una cosa o la otra. Pero, sin duda, las más interesantes son aquéllas que están razonadas, que denotan una lectura pausada y reflexiva, porque son las que enriquecen. Prefiero una calificación de basura razonando los por qués que un «está muy bien», sin más.
Por otra parte, no escribe mejor el que más vende o el que más gusta. Arturo Pérez Reverte no escribe mejor que Saramago, aunque le supere notablemente en número de libros vendidos. Saramago es Premio Nobel y Reverte tiene los bolsillos llenos, cada uno ha encontrado su fórmula.
Así, el que gane este certamen tampoco será, posiblemente, el mejor relato. Su autor habrá encontrado la fórmula para ganarse, con su texto, al jurado.


Íñigo Balboa:

Mr. Cullen,

En el relato se hace referencia a dos hechos: la boda y la despedida de soltera.

La importancia y trascendencia del primero así como el estado de ánimo que produce en el narrador, hizo que cuando apareció después la frase «No pude evitar presentarme allí», la identificase con ese escenario principal, la boda, y no con lo otro.

Saludos.


Papelillos:

A mi parecer (si se me permite opinar),es una historia con sustancia y original. Quizás, habría que cuidar más el estilo, ya que en nuestro idioma abundan los verbos que concretan mejor las acciones sin recurrir a los comodines; algo más abstractos. No sé si me explico. Los escritores solemos cometer ese tipo de errores que desmerecen la historia con el abuso de los verbos que tenemos a mano: tener, haber… Sin pararnos a buscar el que mejor define la acción. Que conste que va con todo respeto por si te sirve de algo.

Suerte.


William Cullen:

Tomo nota de tus observaciones, amigo Papelillos.

Saludos y suerte.


William Cullen:

Casiqueno:

Ya me di cuenta ayer, cuando leí tu mensaje menos precipitadamente.

A mí también me gusta escuchar distintos tipos de opiniones, porque te aportan apreciaciones distintas y sobre diferentes facetas. De las críticas malintencionadas es de las que más se suele aprender, porque no te perdonan el más mínimo desliz.

Saludos.


Mafalda:

William, he leído el decálogo de la llave de los campos cuyo enlace propones más arriba. No pude acabar de leer: insultan a los que tienen diferentes criterios y pretenden dictar
«normas» o «dogmas». No puedo con esta clase de progresistas
modernizadores depositarios de su verdad incontrovertible. Son desagradables, agresivos y cerrados. Prefiero las opiniones de Cortázar sobre el cuento.
En cuanto a los relatos surrealistas que se adjuntan , ¡por dios, que son infumables! no los podría digerir ni mi voraz estómago. Ya habrás adivinado que mi relato es el 51: sueños con piercing en el ombligo.
Tu relato me gusta. Es una buena metáfora de la caducidad del amor con el paso del tiempo.
Suerte


William Cullen:

Mafalda:

Estos dogmas no son un manual de estilo, ni un tratado sobre el cuento, y de hecho, como ya apunté, alguno de ellos es netamente humorístico, pero encierran más sabiduría de la que parece. Como casi todos estos compendios de normas, no son para seguirlos al pie de la letra, sino para leerlos, ver qué encierran de acertado, y después continuar haciendo lo que te venga en gana.

Por lo que respecta a los cuentos, el de Hipólito G. Navarro me parece fráncamente bueno, y el de Ángel Zapata no es de los que más le honra, pero tampoco está mal.

Gracias por tus palabras y suerte.


bobdylan:

Tu relato está bien construido y se ve que tienes rodaje en esto, aunque a mi modo de ver si suprimieras los dos primeros párrafos ganaría en conjunto, puesto que a mi juicio aportan poco y carecen de brillantez o fuerza narrativa. Creo que en el relato es muy importante que la primera frase nos enganche, y en tu caso esto sucede precisamente a partir del tercer párrafo.

Es el primer relato que leo de los presentados (acabo de empezar a meterle mano a la lectura de todos los presentados hasta ahora, como hago todos los años), así que no puedo compararlo todavía con los restantes, aunque por los comentarios que he leído, el nivel debe ser excelente.

Te deseo suerte de cara a la final.


William Cullen:

Bobdylan:

Sobre lo de enganchar, eso recisamente es lo que uno pretende, lo que pasa es que no siempre se consigue, y menos aun a ojos de todos, máxime cuando se procura no recurrir a «trampas» (como esa famosa de Carver :»Un hombre sin manos llamó a mi puerta para venderme una fotografía de mi casa»).

Gracias por tu comentario.

Saludos.


Laetitia:

Esto parece un patio de recreo con los amiguitos alabando de forma imparcial y los enemigos criticando de forma imparcial. Parece que os conocéis todos, esto no me parece serio. Y como habéis dicho alguno por ahí, dediquémosnos a leer los relatos y disfrutar de los que nos gusten y dejémosnos de discusiones pueriles que, creo, desvirtúan un certamen literario. A los que amamos la literatura nos avergúenza un poco que uséis esto como foro para tiraros los trastos a la cabeza y que todos entréis al trapo. Pero claro, es un país libre y cada uno que comente lo que desee, aunque a mí realmente no me parezca de recibo. Tu relato, William Cullen, me parece bueno a secas, quizá algo pretencioso pero más o menos bien escrito en general, y las críticas ensañadas contra ti me parecen patéticas. Y hay muchos relatos buenos en este certamen, a los que haríamos bien en dedicar un tiempo, como para perder ese tiempo en que podríamos leer cinco relatos en enzarzarnos en tonterías de este tipo. Yo me aplico el cuento. Adiós, yo que amo la y disfruto de la literatura me voy a leer relatos.


William Cullen:

… y yo me limito a agradecerte que te hayas molestado en leer mi relato y dejar tu comentario.

Saludos.


NEPC-64:

Me resulta casi imposible, pues casi todo está ya admitido, opinar más allá de si me ha gustado o no un relato. Este me ha encantado así que te felicito.


William Cullen:

Muchas gracias amig@.

Por cierto, tu nombre me suena a estrella recien descubierta en la constelación de Casiopea.

Saludos.


NEPC-64:

Me ha hecho gracia tu comentario, denota intriga.

William, eres insaciable, me gusta (véase que no acaba en “s”), pero ándate con ojo que la curiosidad mato al gato … claro que este tenía siete vidas, así que llegó a la segunda sabiendo más que en la primera y … preguntando, preguntando,… llegó a la séptima siendo sabio, muy sabio. Y, a pesar de que tenía cuestiones por aclarar, y aunque seguía siendo curioso pero (ya) no tonto,… dejo de preguntar!.

Ya se me ha ido la olla otra vez … perdona. A lo que iba, soy “o”, no “a”, así que despejada la @, nos queda por saber el nombre que lo forman, en orden, las iniciales de mi nombre y apellidos (sí tengo un nombre y dos apellidos, como todos, lo que ocurre es que el segundo es compuesto). Es simple y poco original (tanto que apuesto a que ya sabes lo que significan los números), pero es que jamás se me hubiera pasado por la cabeza, siendo como soy, novel, presentarme a un certamen con el nombre de una estrella.

Saludos y mucha suerte.


Fran:

Creo que algún premio te deberían dar a tí, te lo has ganado, nadie ha recibido tantos comentarios.William Cullen, ¿tu no estudiastes en el Alfonso X? no sé si eres «el listo cizañas», ¿te apodaban así?
Te deseo suerte, no me caías mal.


William Cullen:

Fran:

Con toda sinceridad, no sé cómo tomarme tu comentario.

Saludos.


Macedonio:

Contesto y agradezco tu comentario aquí porque la página de tu cuento parece haberse convertido en un foro. A decir verdad, voté «Cómo erigir un altar…» desde mi condición de «público» (no se impugnan aquí los votos cantados, ¿no?). Suerte


William Cullen:

Macedonio:

Es muy acertado tu símil, si bien no es algo como para sentirme muy orgulloso.

Agradezco tu comentario y te deseo suerte de nuevo.


Fernando:

Me parece muy bueno tu relato.Tiene una historia con un gran fondo de ironía dramática.Tu personaje es un perdedor nato que se le ha ido el hilo de la vida, muy conseguido.Tengo un «pero»,cuando leí tu texto y dice que -le tiró una foto, en ese momento entendí que fisicamente arrojabas una foto de ella o tuya o de ambos a la cara de ella, pero luego queda clarísimo lo que es tirar una foto,es un problema de interpretación por mi parte.Es un pero sin importancia porque soy sincero me parece un texto de mucha calidad y me alegraré si llegas lejos con él.En fin, yo también concurso pero lo evidente hay que decirlo.
Suerte.


William Cullen:

Gracias por tu comentario, Fernando. Está claro que nos separan muchos kilómetros; a veces uno no se da cuenta de los términos que emplea son localismos, y es evidente que este es un caso.

Saludos y suerte.


Norma Jean:

Un relato ciertamente bien estructurado y escrito. No acabo de entender toda la polémica creada, pero reconozco que me gusta. La vida es bastante aburrida y lo que necesitamos es personal que agite la colmena. Gracias por tu relato y por mover el avispero. Mucha suerte. Nos vemos en Murcia


William Cullen:

Norma Jean:

Ya me gustaría que fuese así.

Saludos.


Norma Jean:

Claro que será asi. El jurado está por encima de cualquier comentario y sabrá elegir. No tengas dudas. Por cierto, voy a votarte. Se me olvidó y es triste ver más comentarios que votos.


La princesa Malaya:

Tu relato es, en mi opinión, uno de los mejores que se presentan a este certamen, o por lo menos de lo mejorcito que he leído aquí. Es tremendamente original, muy muy bueno. El proceso de vaciado de la nevera me parece desgarrador (en serio). El afán por agarrarse a los recuerdos es muy humano, y dota al personaje de una personalidad con la que empatiza el lector, y de un sufrimiento con el que me he sentido plenamente identificada.
Las pausas (comas) están muy bien situadas y no he encontrado faltas. En serio Cullen, me ha gustado mucho. Espero que el jurado te haga justicia, mientras tanto, aporto mi comentario y mi voto.

Un saludo


William Cullen:

Princesa Malaya:

Mi mas sincero agradecimiento por tu comentario. El voto me importa menos, pues, tal como se desarrolla el concurso, parece que no servirá de mucho, si bien lo aprecio por lo que significa.

Saludos y suerte en el certamen.


libélula:

Después de leer muchos relatos he llegado al tuyo.
Cullen,me ha gustado mucho y me han encantado las metáforas. El final también da para pensar. Yo sólo soy una principiante aficionada por ello he aprendido muchísimo de todos tus comentarios y de la guerra dialectica que muchos contienen. Suerte.


William Cullen:

Libélula:

También yo soy apenas un recién llegado a esto.

Gracias por tus palabras.


Fernando:

No se el compadreo que teneis los dos: tu, Wiliam, y casiqueno, aunque tu das la cara y él se esconde cobardemente para que no destrocen su relato del mismo modo que él hace con otros.
Los dos vais de Garcia Marquez por la vida, y hay que tener más humidad, y menos vanidad, mientras no consigais esto, poco porvenir os auguro en la literatura. Este sitio es para que comentemos, no para que destruyamos a otros, como estais haciendo vosotros dos, posiblemente para que el jurado preliminar tenga en cuenta vuestros valores ¡que pena, de verdad! Mira William, tu relato es una historia mala, vulgar, corriente, y admisiblemente escrita. Una historia de apenas 3 folios, y que solo en el primer folio repite 8 veces terminación en mente, y otras 8 veces empleas el «pero». Ya esa reiteración en un solo folio, dice mucho en tu contra, como ves, no es tan perfecto, ni mucho menos. Ayudad a los que intentan humildemente participar indicando en donde pueden mejorar, o callaros, pero continuar destruyendo las ilusiones de personas cuyo unico pecado ha sido enviar un relato a este concurso me parece algo mezquino por vuestra parte. Quitaros de una vez la piel de cordero, porque el salmón podrido os ha sentado mal y habeis engordado, y se os ve, las orejas, el ocico y los colmillo de lobo.


Cuasiqueno:

Fernando, debes sufrir de doble personalidad, porque tu comentario del 15 de mayo es contradictorio con el del 25 de abril. En el más antiguo dices que el relato es muy bueno y en este último dices que es malo. Aclárate, hombre, que las contradicciones restan credibilidad a tu opinión.
Respecto al compadreo, te diré que a William Cullen no le conozco de nada, ni en persona ni en la red. Si hemos coincidido en algunas opiniones será que tenemos criterios parecidos.
Lo que tú llamas cobardía, yo lo llamaré prudencia, precisamente para evitar que alguien hiciera lo que acabas de hacer tú, acatar mal una crítica sincera y despacharse, influido por su ánimo de venganza, reaccionando contra un relato que no lo merece. Como ya dije, quería objetividad para los que opinaran sobre mi relato, y ni siquiera a aquellos autores a los que he dado mi aplauso, he mostrado mi nombre en el concurso (esos podrían estar influidos positivamente).

La humildad no está reñida con el carácter crítico, y el hecho de que sepa de mis limitaciones no implica que no pueda opinar de los demás. Tampoco me he dedicado a destrozar relatos, como tú dices, he dejado opiniones cuando me ha parecido oportuno, unas buenas, otras malas y otras regulares, pero siempre con respeto y, sobretodo, con sentido. En ningún momento he pensado que mis opiniones podrían influir en el jurado, pues no tengo tan bajo concepto del mismo.

Todo el que escribe y tiene el valor de mostrar su obra tiene su mérito, pero si se trata de opinar, yo siempre voy a ser ecuánime y sincero. Y al que no le guste, que no presente su relato en este concurso, pues una de las cosas que a mi me animó a hacerlo es precisamente eso, poder recibir opiniones sobre mi texto, buenas y malas, acatando ambas con proporcionalidad y su justo valor.

Siento que no hayas dejado ningún comentario en mi relato. Posiblemente, te has dedicado más a indagar en las opiniones que a leer los propios relatos. Yo no sé si tengo porvenir en la literatura, como dices, pero lo que sí sé es que tengo criterio, cosa que en tu ambivalente personalidad es imposible atestiguar.


William Cullen:

Puesto que los comentarios de este relato se han convertido en una suerte de foro alternativo, aprovecho para enviar mi más cordial enhorabuena a los diez elegidos.

Cuasiqueno:

Me gustaría poder contactar contigo para intercambiar opiniones.

Saludos a todos.


wu wei:

SALUDOS. YA HE MANDADO UN CORREO A LA DIRECCIÓN QUE ME HAS PROPORCIONADO.
HASTA PRONTO.


William Cullen:

Wu Wei:

haz el favor de enviar otro, pues no lo he recibido o lo he borrado (hoy he recibido más de 100 SPAM).

Saludos.


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