V Certamen de narrativa breve - Canal #Literatura

Noticias del III Certamen

1 abril - 2008

82-¿Quién acudirá a mi entierro?. Por La princesa malaya

– ¿Quién crees que acudirá a mi entierro? ¿Cuántos de nuestros amigos vendrán? Claro que primero deberíamos saber cuántos de ellos siguen vivos. Es difícil ir a un funeral si estás muerto, salvo que sea el tuyo, claro. ¡Ya sé que siempre estoy pensando en lo mismo! ¿En qué quieres que piense a mi edad? Pero para ir a un funeral, primero debes saber que el difunto está muerto; quiero decir, que si nadie les avisa que estoy muerto, nadie irá a verme. Debe ser muy triste un entierro sin nadie que te llore, ¿no crees? Debería hacer algo. Podría contratar plañideras, como se hacía antiguamente. ¡Tú si que eres tonta! ¡Mejor eso que un entierro sin gente! Porque al menos tiene que haber una persona en los entierros, que si no, en el mío ¡ni eso!

Bueno, ¿se te ocurre algo? Ya, ya sabía yo que no. ¡Pues no pienso quedarme aquí de brazos cruzados! Algo habrá que hacer.

Fermín se levanta de la cama, y comienza a revolver los papeles que guarda en la estantería.

         Tienen que estar por aquí… ¿Recuerdas dónde los dejé? Es cierto, sí, en la carpeta azul. Voy a ver… Sí, aquí están. Estos son los papeles de la funeraria. Mira, aquí están los tuyos, y estos son los míos. A ver, mi nicho está junto al tuyo, así lo decidimos en su día. Ellos organizan el velatorio, el funeral, e incluye el transporte y una corona de flores tamaño estándar. Pero aquí no dice nada de avisar a los parientes y amigos. Bueno parientes no queda ya ninguno, así es que serían sólo amigos. ¿Cómo? Sí, hay una tarjeta con un teléfono de contacto y una dirección. No, creo que es mejor que me pase por allí, estas cosas es mejor hacerlas en persona. ¡Me da igual el frío que haga! Te digo que es mejor hacerlas en persona y punto. Además con el chaquetón que me regalaste hace dos años, voy más que abrigado. Bueno, tres años, eso da igual, el chaquetón abriga, que es lo que importa.

Fermín guarda los papeles en la carpeta. Se pone abrigo, bufanda, gorro y guantes, antes de salir a la calle. Con paso lento, se dirige hasta la parada de autobús que le lleva a las oficinas de la funeraria. 

         ¡No pienso coger un taxi, vieja pesada! Seré un tacaño, pero tú eres una derrochona. ¿Qué para que lo quiero? Por si lo necesito, uno nunca sabe cuando le va a hacer falta el dinero. Y ahora deja de lamentarte, que todo el mundo nos mira.

Al bajar del autobús, el anciano puede contemplar ante él, un enorme rascacielos coronado por el logotipo de la funeraria.

         ¿Ves? Para esto sirve el dinero, para pagar sitios como éste. Anda vamos, terminemos con esto cuanto antes.

Una joven  con traje de chaqueta y pelo impecable, castiga un teclado con sus uñas de porcelana, sin apartar la vista del monitor.

         Buenos días, bienvenido a “El entierro feliz” ¿En qué puedo ayudarle? – pregunta la mujer sin detenerse en su tarea.

         Hola, quería hablar con… – Fermín cambia su par de gafas –… Don Mateo Paniagua, por favor.

         ¿Cuál es el motivo de su visita?

         Soy un cliente suyo, o mejor dicho, un futuro cliente y me gustaría aclarar unas cuestiones sobre mi entierro.

         ¿Tiene usted cita previa?

         ¿Para mi  entierro? No, la verdad es que no. ¿También gestionan ustedes eso?

La mujer detiene el martilleo sobre el teclado y dirige su mirada hacia Fermín.

         ¿Tiene usted cita previa con el señor Paniagua?

         No, no la tengo.

         En ese caso no puede verle – responde a la vez que regresa a su trabajo.

Fermín se quita las gafas, coge una tarjeta del mostrador y se dirige a la secretaria:

         Mire señorita… Reyna – lee de la tarjeta – ¿o puedo llamarla Reyna simplemente? He salido a la calle disfrazado de cebolla por las veinte capas de ropa que llevo encima. Me he cruzado la ciudad en un autobús lleno de viejos, y no mire como si yo fuera uno de ellos. He venido aquí a hablar con el señor Panileches sobre mi puñetero entierro, y no pienso irme de aquí hasta que me escuche.

La secretaria detiene nuevamente su trabajo para mirar fijamente al anciano.

         ¿Nombre?

         Fermín Montejo Robles.

Introduce el nombre, y enseguida aparece una ficha con los datos del anciano.

         Despacho 5, piso tercero, ascensor de la izquierda.

         Muchas gracias.

Fermín entra en el ascensor y pulsa el botón con el número tres.

         Lo sé, sé que a veces soy algo brusco, pero hoy en día o te pones serio o te toman por tonto.

El ascensor se detiene. Una moqueta roja cubre el suelo del tercer piso.

         Igualito que el interior de un ataúd. Muy propio. Veamos donde está el despacho ese.

El anciano se acerca hasta la puerta y llama antes de entrar.

         Adelante – responde una voz.

         Buenos días.

         Buenos días, pero pase, pase, no se quede en la puerta

         Muchas gracias.

         Siéntese por favor, y dígame: ¿qué le trae por aquí?.

         Pues venía a hablar sobre mi entierro. Cosa lógica en un sitio como éste ¿no?

         Sí, la gente no suele venir a pedirme hipotecas. Entonces entiendo que quiere informarse sobre las condiciones que ofrecemos.

         No, no, yo ya soy cliente suyo. Lo que quiero es aclarar algunos detalles sobre el entierro.

         Bueno, pues dígame.

         ¿Ustedes avisan a familiares y amigos cuando entierran a alguien?

         Eh… ¿Perdón?

         Que si ustedes se ponen en contacto con la gente cercena al difunto antes de organizar el velatorio.

         Eh… bueno, normalmente es al revés, ellos nos avisan a nosotros para que le enterremos.

         Me lo temía.

         Lo lamento, pero creo que no le sigo.

         Me explico. Verá, yo, por desgracia, no tengo familia. He sobrevivido a todos ellos, y ahora sólo me quedan recuerdos y unos cuantos amigos que ni siquiera sé si siguen vivos.

         Pero, ¿no tiene ni sobrinos, ni primos ni nada?

         Nada de nada.

         Entiendo.

         El caso es que no me gustaría que a mi entierro no viniese nadie, porque parecería que era una persona solitaria y le aseguro que no es así, pero las circunstancias son las circunstancias. ¿Se le ocurre a usted alguna solución?

         Hombre, lo que podemos hacer es que usted me deja una lista de contactos, yo se lo añado a su ficha, y dejamos indicado que quiere avisar a estas personas en caso de fallecimiento.

         Ah, pues sí, me parece una buena solución… sólo una pregunta: ¿quién les avisa a ustedes?

         Normalmente los servicios médicos de algún hospital, o los servicios de urgencia, si le encuentran a usted en su domicilio.

         Entonces procuraré dejar los papeles en algún lugar visible.

         ¡Oh! No se preocupe, nosotros guardamos copia de todos sus recibos, no habrá ningún problema, se lo garantizo.

         Estupendo, pues mire aquí le traigo una lista de todas las personas a las que quiero que avise.

         Muy bien, veamos,  ah no, no puede ser. Teléfonos fijos no, sólo móviles.

         ¿Y eso por qué?

         Porque utilizamos un sistema informatizado de mensajería móvil.

         ¿Cómo?

         Quiero decir que un miembro de nuestro personal se encarga de escribir un mensaje en el ordenador, y éste, se envía automáticamente a todos los terminales móviles. Por eso no puede ser teléfonos fijos.

         Bueno, en ese caso, tache de las listas los que no procedan.

         ¿Está usted seguro?

         Sí, ¿por qué lo pregunta?

         Porque entonces no queda ninguno.

         Vaya, espere un segundo – Fermín rebusca en los bolsillos de su chaqueta – ¿le sirve este? 629 486 841.

         Sí, ese sirve. ¿Es de confianza esta persona?

         Sin duda.

         Bien, en ese caso será a quién avisemos en caso de fallecimiento.

         Perfecto.

         ¿Queda entonces su problema resuelto?

         Sí, muchísimas gracias Sr. PaniLeches por su atención y por su tiempo.

         Paniagua.

         ¿Cómo?

         Mi apellido es PaniAgua, no Panileches.

         ¡Ah! Lo siento, discúlpeme, ya sabe que a mi edad los líquidos se convierten en un problema.

         No se preocupe, y si necesita algo más, no dude en comunicárnoslo.

         Creo que la próxima vez que necesite algo de ustedes, no podré comunicar muchas cosas.

         Es bueno que conserve el sentido del humor, eso siempre da fuerzas.

         Supongo. Bueno, lo dicho, muchas gracias por todo.

         Un placer y cuídese.

         Así lo haré.

Fermín sale del despacho, y vuelve a coger el mismo ascensor, que esta vez le lleva hasta el recibidor. Allí se despide de la señorita Reyna, quien no devuelve el saludo.
Al pisar la calle, el frío le obliga a envolverse de nuevo en varias capas.

         ¡Maldito tiempo! ¡Y qué si me constipo! ¿Acaso importa mucho? Puedes decir lo que quieras pero no pienso coger un taxi, es más, no pienso ir ni en autobús. Volveré andando. Ya te he dicho que me da igual lo que opines, vieja tonta. Quiero pasear, y eso lo que pienso hacer.

Fermín se ajusta el gorro y los guantes y comienza a caminar en dirección a su casa. Anda bajo el intenso frío durante un largo rato, hasta que llega al puente que divide la ciudad.   

         ¡Yo no hago tonterías!. Estoy harto de que critiques todo lo que hago, ¡harto! Para ti es muy fácil decirlo. Es muy triste quedarse solo. Es muy triste no saber si alguien acudirá a tu entierro. No saber si tu cadáver estará tirado en el salón hasta que algún vecino se percate de la peste que despide. ¡Odio tener que vivir pensando eso! ¡Lo odio! ¿Sabes que te digo? Que a tomar por culo todo.

El anciano lanza al río la carpeta con la documentación de la funeraria.

         Estoy cansado de todo. Cansado de vivir pensando en mi entierro, en mi soledad, y alimentando de recuerdos mi vida.

Con notable esfuerzo, Fermín pasa una pierna por encima de la barandilla del puente.

         No me importa lo que te prometí. Tú me dijiste que estarías toda la vida a mi lado y no fue cierto.

Y después la otra pierna, aferrándose con las manos y sosteniéndose sobre los talones.

         Ya te lo he dicho, lo hago porque quiero. Por eso, y porque te echo de menos vieja tonta. Te echo muchísimo de menos, y ya no quiero esperar más para volverte a ver.

Fermín mira cómo bajo sus pies fluye el agua helada de manera torrencial.

         A mí me dicen esto con veinte años y no lo creo.

Fermín suelta sus manos y se deja caer.

El cuerpo del anciano es encontrado horas después por los servicios de emergencia. Es trasladado a la funeraria, y los preparativos para su velatorio dan comienzo. A medianoche, a la única persona que había que avisar en este caso, le llega un mensaje al móvil. Cuando lo lee, la señorita Reyna no sale de su asombro.

81- Perla. Por Pedro Pérez
83- El último sueño. Por Ollantay


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Participantes

son de mar:

Me ha parecido estupendo, creo que tienes posibilidades de ganar.


bobdylan:

Entretenido, con un punto de humorismo y bastante original; me ha hecho pasar un rato agradable.

Espero que tengas suerte en el certamen.


Norma Jean:

Un relato vivo, chispeante, nada pretencioso, directo, repleto de perlas irónicas que lo hacen delicioso.

Mis mejores deseos, princesa ¿O Reyna?


La princesa malaya:

Muchas gracias por vustros comentarios. Con lectores como vosotros da gusto escribir.
Un saludo


Mr. Hyde:

¡Qué bueno, princesa!


Tristán:

Me ha gustado muchísmo tu relato. Disfruto de lo lindo con el humor y la ironía, y en tu cuento hay pinceladas irónicas muy originales. Y el conjunto está muy muy bien. Ahí llevas mi voto y mis felicitaciones. En serio, puedes estar orgullosa de lo que has escrito. Es un gustazo competir con rivales como tú.


libélula:

Tu relato es entretenido, y muy ironico. También muestra la deshumanización de nuestra sociedad. Suerte. Gracias por leerme.Te voto.


NEPC-64:

He de reconocer que me ha sorprendido, no esperaba este desenlace. Me lo he pasado muy bien leyendo tu relato, princesa, es entretenido y divertido. Gracias.


Delgadina:

Enhorabuena por tu cuento Princesa, es entretenido y el final sorprendente, además trata con ironía un problema que está ahí, la soledad de los ancianos.

Suerte en el certamen


Diógenes:

Hola Princesa Malaya.

Me ha gustado mucho tu historia. Sobre todo el tono de humor que le has sabido impregnar a la historia. Mi relato «FILOSOFÏA» también intercambia la comedia con la tragedia, aunque la tragedia no sea la misma muerte. En fin, me ha gustado mucho, y te doy mi voto.

Un saludo


Justo Infante:

Genial Princesa Malaya, me ha encantado leer tu relato; la combinación del sentido del humor en contraste con lo triste de la situación me parece perfecta.

Un abrazo y mucha suerte.


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