III Certamen de narrativa breve - Canal #Literatura

Noticias del III Certamen


16 marzo - 2006

102- La Olla Mágica. Por Pedro Duque

Para nosotros, niños de una gran ciudad, ir a aquel pueblecito recoleto y

blanco de Andalucía era el mejor regalo que nos podían hacer nuestros

padres.

La casa de los abuelos paternos era grande, destartalada, con un gran patio

en la parte trasera de la casa y un huerto lleno de árboles frutales, preciosas

macetas, animales de pelo, lana y pluma y «Chencho» el burrito enano que

odiaba a los niños.

Aquella casa de suelo rústico de color rojo y paredes con mil capas de cal

blanca, se convertía ante nuestros ojos en un palacio encantado en el que

nada parecía lo que era, ni siquiera la comida.

La culpable de todo ese enredo era la tía abuela Bernarda, una quinceañera

con ochenta años cumplidos y energía para deterner cinco trenes. Su vara

mágica era su olla azul, brillante, limpia y tan grande que solía decir: «el que

se porte mal, hace hoy de gallina para el caldo».

Nuestra pieza preferida de la casa era la cocina. Estaba situada en la parte

trasera de la hacienda, así que, mientras desayunábamos- en aquella mesa

rectangular grandísima, proporcionada con la estancia que la recogía-

podíamos contemplar a la gallina Tani, «la loca», robándole los polluelos a

las cluecas. La gallina singular jamás incubar sus propios huevos, pero

aliviaba su frustración paseando a los polluelos ajenos por todo el huerto,

ante las miradas sorprendidas de sus verdaderas madres.

Después del desayuno, la tía abuela Bernarda nos ponía a desgranar habas,

guisantes, a pelar patatas, zanahorias o judías verdes. Cuando le llevábamos

la tarea concluida nos miraba sonriente y nos decía con aquella enigmática

voz:

– ¿Habéis decidido lo que os apetece comer hoy?

– Pollo en pepitoria- decía Jaime

– Estofadillo de ternera con patatas y zanahorias- opinaba Nacho

– Puré de Patatas y lenguado- decía yo

-Bueno, pues a la tarea- decía ella muy digna.

En ese momento ponía sobre la mesa la olla mágica, sacaba un almirez de

mármol blanco con su maza de madera y decía:

-Pelar dos dientes de ajo, trocear y machacar con un puñadito de sal para que

no vayan a bailar. Después, picar y triturar un poco de perejil para que no os

crezca la nariz. Añadir unos polvitos de mejorana para alegraros la mañana.

A continuación pelar cebollas chiquititas y trocearlas muy troceaditas,

para que espese la salsita. Exprimir dos limones y remover despacio

mientras cantamos un fandango.¡Deprisa, deprisa que la olla se muere de risa!.

Después ponía la olla al fuego y removía lentamente, cuando nos

cansábamos de mirar, nos íbamos a correr por el huerto lejos del burro

Chencho que se volvía loco por tirarnos del pantalón o de la falda.

Cuando sonaba la campana regresábamos cansados y muertos de hambre y

sed. Nos aseábamosun poco y poníamos la mesa: manteles individuales a

cuadros rojos y blancos- ribeteados con puntilla de crochet roja-, el

cubierto y un vaso grande de leche fresca al lado. El pan de hogaza lo partía

la tía abuela con un cuchillo de sierra mientras canturreaba una

coplilla. Y esperábamos el milagro.

Lentamente, hacía la señal de la cruz y rezaba en voz baja una corta oración.

Primero cogía el plato de Nacho y extraía de la olla, con un cazo rojo, un

humeante estofadillo de ternera con patatas y zanahorias y lo depositaba

lentamente sobre el mantel; a continuación servía a Jaime un buen plato de

pollo en pepitoria; finalmente, ponía ante mí un enorme lenguado con puré

de patatas.

Jamás preguntamos cómo lo hacía; cómo podía cocinar pollo, ternera, puré

de patata y freir el lenguado en un mismo recipiente y a la vez. No podía ser,

pero era.

Un día, cuando estábamos a punto de finalizar las vacaciones, mamá entró en

la cocina en el momento que terminábamos de comer.

-¿Habéis comido bien?

-Sí, muy bien- contesté- el pollo estaba muy rico

-Y la paella, también- dijo Nacho

-Y la sopa de marisco- dijo Jaime

Mi madre se volvió a la anciana y le dijo:

-¿Cuántos platos han comido estos niños, Tía Bernarda?

– No te asustes mamá, comemos cada uno un plato diferente, la fruta y el

postre. Pero todoestaba buenísimo.

Antes de que se armara la de San Quintín corrimos al final del huerto, aunque

aún tuve ocasión de oír a la tía abuela decir a mamá:

– No te preocupes, hija, aquí no se hace distinción. Los niños comen como los

mayores. Hoy he puesto pucherito andaluz, con fideítos gordos, su gallina

y su jarrete de ternera, sus garbanzos, su calabaza, sus papas frescas, pero

una vez en los platoos les ha sabido a otra cosa. Cada uno cree comer lo que

en ese momento le apetece. Ten en cuenta que son criaturas que tienen la

mente limpia, aún creen en milagros. Tu ya sabes que esta olla es muy especial.

-¡Tía Bernarda! ¿ También a ellos los has logrado engañar?

-No, hija, jamás he engañado a nadie. El Señor nos hizo libres para creer lo

que queremos, hasta dicen que se puede creer en lo que no vimos¿ Quién soy yo para

enmendarle la plana a un personaje tan importante?.