Ganadores y crónicas

 Ángel Díez Álvarez (Barcelona – España)
Primer premio

Mati Morata leyendo el texto de Ángel Díez en presencia del jurado, Sebastián Mondejar y Mari Cruz Agüera.

Mati Morata leyendo el texto de Ángel Díez en presencia del jurado, Sebastián Mondejar y Mari Cruz Agüera.

Ángel Díez Álvarez con su trofeo en Barcelona

Ángel Díez Álvarez con su trofeo que le entregó la ganadora del certamen de narrativa Laura Sánchez en Barcelona

27- Ocasos. Por Poeta de agua y sombras

Queridos amigos:

Seguí por Internet la entrega de los premios, Poemas sin Rostro 2012.

Es difícil expresar con palabras la emoción que sentí, junto a las personas que me acompañaban.

El momento más emotivo fue la lectura, de forma magistral por mi representante, del texto de gratitud. Las palabras en su cálida voz se transformaron y crecieron, dejaron de ser mías; volaron hacia otras almas y otros corazones.
¡Gracias por hacerme tan feliz!!

Es fantástica la labor que esta haciendo Canal Literatura dando voz y apoyando a los escritores noveles, y especialmente a la creación poética, que creo necesita toda la ayuda que podamos darle. Prometo, desde aquí, colaborar alguna vez y poner así mi pequeño grano de arena.

Y ya que hablamos de poesía dejadme que dedique unos versos, en señal de eterna gratitud, a todos los que alguna os habéis detenido a escuchar el discreto murmullo de mi cauce.

Hoy he dejado colgada la tristeza
en las aristas del tiempo transcurrido.

He sido árbol, estático y paciente,
para vertirme en sombra si pasabas.

Brisa ligera surgiendo de las olas,
buscando por las calles tu silueta
para arrancar, si acaso, de tu frente,
las semillas nocivas de la angustia…

Un sincero y cálido abrazo,

Angel V Díez Álvarez

Elena Marqués Núñez (Sevilla – España)
Segundo Premio

Elenamarques-sebastianmondejar

61- Para mí las palabras. Por Marco Aurelio

Que escriba una crónica, me dicen. Y me lanzo desesperada a buscar su exacta definición para estar segura de la tarea a que me enfrento, pues, hasta la presente, solo he pergeñado algunas fábulas, varios microrrelatos y muy malos poemas, nada de «historias compilatorias en que se observa el orden cronológico», donde se da cabida a testigos presenciales con sus voces distintas y cercanas y su palpable sensación de verosimilitud.
Además, después de un viaje largo y tantas emociones, de encuentros con escritores consagrados, cuentistas a medio hacer y amigos incondicionales de las letras, me iba resultar muy difícil enderezar el hilo con que realmente se apuntaron los acontecimientos.
Gracias a los hados, o a las musas, o a algún Ángel de la guarda que vela por nosotros, los «plumillas» (para Salinas, don Miguel de Cervantes o Unamuno, que por algo comparten nombre con alguno de esos espíritus celestes), me topé con otra benéfica acepción de «crónica» que, centrada en un tema de actualidad, se inscribe dentro del género periodístico, y, en un quiebro poético y colorista, distingue entre blanca y amarilla, y observa que, en esta última, la voz autorizada no es sino una persona común y corriente a la que se le permite ser subjetiva y emplear un lenguaje sencillo o, si es su deseo, literario.
Entonces he respirado tranquila, pues eso me da pie a contar mi propia e indiscutible versión de los hechos a la manera en que me vengan a la cabeza, en el orden en que el recuerdo, o más bien la nostalgia, me permita recuperarlos.
Para relatar lo sucedido en Murcia el día 22 de marzo debería circunscribirme a lo que vi y escuché en la concurrida y animada mesa 7, junto a la puerta de entrada; una pequeña pero no por ello menos representativa isla donde tuve la suerte de coincidir con el siempre adorado por el público Lovecraft, con finalistas de los dos certámenes, poetas y narradores, con alguna indispensable comentarista y, por supuesto, con los siempre necesarios familiares que nos apoyan incondicionalmente en nuestra aventura verbal.
Allí se habló de lo divino y de lo humano, y reímos al recordar estos meses de encuentros y, por qué no, de desencuentros, aquellas decepciones al revelar lo que se ocultaba bajo las máscaras y pseudónimos y descubrir, entre otras cosas, que el «atractivo» Asesino de Morfeo vestía faldas. «Qué es la literatura sino engaño», comentamos entre guiños; qué son las páginas sino escenarios donde representar nuestro papel, uno distinto en cada momento o varios, en fin, al mismo tiempo.
Y entonces se hizo evidente que es en ese teatro de la página en blanco, o la pantalla iluminada de cursor parpadeante, donde más a gusto nos sentimos, pues, al ir nombrando a finalistas y premiados, al subir esos tres (o dos, quién lo recuerda) escalones para llegar al estrado a encarar a Sebastián Mondéjar y Mari Cruz Agüera, al encontrarse de frente con la mirada profunda de doña Carmen Posadas, a más de uno le temblaron las manos y la voz y se le quebró la sonrisa que la cena y el vino le habían generosamente otorgado.
Rápida se nos hizo la entrega de galardones y trofeos, desde el Premio del Público de Poesía, que tuve la suerte de recibir de manos de Yolanda Sáenz de Tejada (a la que a partir de ahora no solo admiraré por sus versos, sino por su eterna sonrisa), pasando por el desfile de ilusionados finalistas del VII Certamen Poemas sin Rostro, que ya no eran Toni Casués ni Barbastristes; ni Germain ni el Poeta de agua y sombras, que se alzó con el triunfo; ni Bruja ni Martín Romaña; ni el invencible Ave Fénix ni la sabia Atenea o Ars Domina; ni el Marco Aurelio que en este caso también era mujer (mucho nombre clásico para mujeres modernas), sino los tímidos rostros de quienes bajo esos lemas se escondían y se rev(b)elaban o algunos compañeros bien dispuestos a recoger en su nombre el preciado galardón.
Y luego los aplausos al Premio del Público de Narrativa Breve, don Ángel Guardiola, y a la Asesina de Morfeo (que no de nuestros sueños), compartiendo podio como buenos compañeros y cediéndole también su lugar de honor a un don Juan Tenorio que a todos enamora.
No sé si me estoy alargando demasiado o corriendo más de la cuenta. Quizás sea porque todo se pasó como un suspiro (así es el tiempo de caprichoso en los momentos plácidos), porque enseguida empezaron tímidamente a asomar los finalistas del certamen de relatos; un nutrido grupo de bien avenidos comentaristas que ahora enmudecían por los nervios.
Tampoco podría decir si fue Pablo o fue Gabriela quien los nombró a los quince, despojados de sus inventadas personalidades, resurgiendo tras Fanny Prices, Nuak, Sol, Luna (que desde México nos envió un cordial saludo), Juana Lomas, Lotte Goodwin, Sacha, Mario Montes, Alexander Bürgameister, Metafastro (un saludo especial a sus ojos de poeta), Thomas Guhó (quien, aunque no era Allan Poe, a nadie podrá nunca decepcionar), Nairobi, la gran triunfadora, que pidió un reconocimiento para todos los participantes y eso más que nada la hace grande, Maurice Kraft, Tatu y nuestra Vieja Ifigenia, desde distintos puntos del globo pero con una misma lengua y una misma e irreductible ilusión.
¿Qué más podría decir? Que aún teníamos la noche por delante para compartir experiencias, intercambiar teléfonos, escribir en una servilleta el correo electrónico donde continuar esa extrañamente intensa relación y algunas conversaciones que el sueño o las obligaciones llegaron a interrumpir. Toda una fiesta este encuentro, aunque faltara Antonio, mecenas y cofundador del Canal a quien también recordaron en un velada mágica.
Dormí de un tirón aquella noche, yo que tanto lucho con las sábanas, entre otras muchas batallas que emprendo cada día.
Sería que esa en cuestión había sido en buena lid y todos salimos vencedores, pues nuestras espadas eran como labios y quedaba demostrado que la pluma es más poderosa que todos los floretes y la poesía un arma cargada de futuro.

Elena-Marco Aurelio-Lotte Goodwin
Sevilla, 26 de marzo de 2013

Segismundo Fernández Tizón Orense (Orense – España)

Tercer premio

Segismundo Fernández Tizón y Mari Cruz Agüera57-Te esperaré. Por Barbastristes

De repente el suelo se hundió bajo sus pies. De encontrarse entre amigos, conversando y poblando el momento de palabras, sentimientos, y -cómo no- algo de poesía, todo cambió al oir su nombre por la megafonía de la sala. \»Bueno, allá vamos, hay que pasarlo\» se dijo, esperando que los nombres finales recayesen en algún conocido de días anteriores, o incluso en alguna de aquellas nuevas amistades que la noche le había ido brindando, entre bromas -alguno se quedó con ganas de hincarle el diente al granulado de los vasos-, aprendizaje, sorpresas, y esas cosas que luego llenan las maletas de vuelta a la rutina. Y si antes fuera el vértigo de hacer una presentación -qué lejos quedaba eso ya- ahora era el vértigo de saberse más alto de lo que había soñado, ser un igual entre poetas que habían demostrado ser grandes tantas y tantas veces… y de repente un nombre conocido, que sonó extraño, como un disparo de palabras, un trofeo que pesaba como pesa saber que no hay marcha atrás, el abrazo de una poeta admirada como tal y como persona, esa pequeña borrachera del momento en que te das cuenta que no sabes qué decir. Y luego otro nombre, y otro, y la alegría de ver recompensado el trabajo de dos compañeros de armas, justamente por encima del propio. Fotos, sin saber dónde colocarse, cómo, qué hacer… Y vuelta a la mesa. por fin, una silla, los compañeros de hace unos minutos -\»dios, cómo eché de menos su compañía allá arriba\», pensó- y la normalidad, con su abrazo, que le dice al oido que ya el mal rato ha pasado, que ha estado bien, que pida otro vaso de agua.

Después de la noche, una noche que nadie quería que terminase, el sueño reparador -mal llamado sueño pues el verdadero sueño había tenido lugar para todos nosotros mientras duraba el Certamen- y por la mañana ración extra de desayuno para tomar fuerzas y vivir con la intensidad de los amantes de la palabra las presentaciones de los libros de los nuevos amigos. Ya parecía una experiencia muy lejana en el tiempo haber asistido el día anterior a las primeras presentaciones, viendo a un poeta sucumbir ante un alud de ollas de acero inoxidable; asistir al último discurso del general Santibáñez; disfrutar con la per-versidad del libro de las carencias del alma de Yolanda, ese ser de luz que revolotea por el canal buscando cubalibres de ternura, y con la firme promesa a la Dama Blanca de ser más puntual la próxima vez, para descubrir que María, efectivamente, no es tonta-… y de repente, otra vez rodeado de grandes escritores a los que podía llamar ahora amigos, como Felisa, que me reclutó para su Club de las Palabras Prohibidas para proteger la palabra \»POSIBLE\», o la sencilla transparencia de Amelia deshojando la flor de su inspiración ante los que allí estábamos, como deshoja en su libro los entresijos de los amores del maestro Dickens, para seguidamente rematar con un apasionante viaje a los recuerdos de un testigo de los últimos momentos de la familia imperial rusa de manos de la siempre envolvente Carmen Posadas..

Cuando ya todo parecía destinado a desvanecerse, los vates y literatos se volvieron por un momento terrenales -ese momento entre la gloria y el destino, en el que el mundo te golpea y te hace pisar el suelo- y decidieron alimentar el cuerpo como anteriormente habían alimentado el alma, y en una terraza de Murcia sucedió algo mínimo pero muy grande. Entre risas, cañas y el calor de la amistad creciente -¡qué descubrimiento aquél café asiático de manos de Antonio Soriano!-, una demanda amable de la organizadora dio lugar a una pequeña muestra de cariño y a un \»momento paparazzi\» lleno de emotividad… el broche perfecto para no querer irse, para cerrar esa maleta de emociones que se había abierto el día anterior, pero que parecía haberse estado llenando durante siglos, de cargado que llegó a su destino.
El hombre recordó por última vez todo aquello, las caras volvieron a pasar por su memoria como para atesorarlas en un rincón especial, y Sevilla, Barcelona, Alemania, Madrid, Coruña, y otros tantos lugares y personas ocuparon su sitio en el recuerdo, que se apresuró a cerrar poniendo fin a aquel tropel de letras en desorden, como desordenado estaba su corazón todavía.

Respirando aliviado por terminar su extenso resumen, sus dedos pulsaron la combinación de teclas que servirían de firma para el informe de

 Segismundo.

Fotos: ©Joaquin Zamora

Un comentario en «Ganadores y crónicas»

  1. ¡Elena!, ¡¡enhorabuena “al cubo”!!, excelente triplete los 2 premios y tu libro, ¡me alegro un montón!. Y muchas felicidades también a Angel y Segismundo, preciosos poemas.

    ¡Y querida Ignia!, hola de nuevo, cómo pasa el tiempo. Me alegra mucho volverte a leer por ahí, hoy que vuelvo a sobrevolar estos lares, espero que te vaya bien la Vida y confío pronto volver a encontranos tod@s en el VIII Certamen de “Poemas Sin Rostro” (y ojo, habrá que probar también con la Narrativa, quizás con una transición suave a prosa poética, de esas “que se diría de algodón, que no lleva huesos”).

    Un fuerte abrazo y hasta pronto.

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