186-Excusas con dolor. Por Popeya

Sí, no puedo evitarlo, me remuerde la conciencia cada vez que pienso en ir a ver a mi abuela. Llevo años haciendo lo mismo y todavía no he conseguido blindarme a los remordimientos que me provoca la poca frecuencia de mis visitas. Como un bucle se repite el mismo proceso, el “tengo que ir a verla este fin de semana” seguido de una tanda de excusas que lo demoran dos, tres, e incluso cuatro semanas. Hasta que al fin, dispuesta a enfrentarme a lo que prefería no ver, me siento en el coche.

         Hoy, libre de excusas, voy camino de su residencia. Conduzco despacio, mintiéndome con que no tengo ninguna prisa, y todo por no querer volver a ser testigo de que la demencia fracturó su memoria hace más de diez años. A ella, que siempre fue un cerebrito con patas, sí, a mi abuela, la que hablaba de su nieta favorita pronunciándome. Y sin embargo, ahora ya no encuentra en su boca mi nombre, en mis ojos el color de sus ojos, en mi caricia el reconocimiento tierno a su amor… Perdida en las lagunas de su memoria sonríe con sonrisa hueca, y manda buenos deseos a todo el que se le cruza, incluida la imagen que el espejo le devuelve con su rostro. Se acabó la guerra, se acabó el hablar de su Paco… Punto y final a tenerme que cargar de paciencia para escuchar sus interminables monólogos, a prepararme para ser su guardaespaldas porque toca ir al banco… a toda complicidad.

         Ya no soy especial, ni siquiera nieta. Ahora soy la nada en un limbo de nada que por carecer, carece de alegría y sufrimiento.

         Paro el motor. He llegado. Observo el edificio de la residencia, y como si estuviera hipnotizada por los ladrillos, me paralizo contemplándola, y cuanto más la miro peor me siento. Noto que mi coche se ha convertido en una tripa que embute mi dolor…. Pero no puedo evitar seguir mirándola hasta que una tristeza infinita se apodera de mí, me rodea con sus brazos y me impide respirar. Lloro ácido.

4 comentarios

  1. Delicadísmo relato envuelto en ternura. Lástima que el autor (o autora) no tenga ese club de fans que otros cultivan. Muchas felicidades por estas palabras y gracias por permitirnos que las leamos. Suerte.

  2. Hago mío el comentario de hóskar, que lástima que no tengas el club de fans como los de otros compañeros de páginas. Hermoso tu relato y por breve, doblemente hermoso.

  3. Tremendo tu relato… sinceramente me ha impactado… Duro, tierno… real como la vida misma… Te felicito, es estupendo, mi voto, te lo has ganado

  4. Arturo Antúnez

    Creo que es un relato que llega al lector por empatía. Supongo que casi todos hemos experimentado alguna vez esa sensación de pena mezclada con terror cuando tenemos que ir a visitar, o llamar por teléfono, o simplemente acompañar a alguien -no necesariamente una abuela- a quien no sabemos qué decir porque no encontramos palabras de consuelo. Muchas veces descubrimos después de la visita que lo importante no son las palabras que se
    digan, sino que la otra persona sienta que estamos a su lado.
    En el debe del relato, creo que es demasiado corto. Eso de ‘lo bueno, si breve, dos veces bueno’, no hay que tomárselo tan en serio. A veces se convierte en ‘lo bueno, si breve, dos veces breve’. En este caso, creo que el asunto y el planteamiento darían para algo más.
    Enhorabuena y suerte.

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