181-Trece meses y veinticinco días. Por Mina

Empecé a caminar por las estrechas calles, húmedas aún por la intempestiva lluvia matutina de un martes de octubre. El frío se hacía inminente, obligándome a tomar un taxi; pretendía caminar y meditar, sin embargo mi vieja costumbre del uso de taxis me lo impidió una vez más. Un tico rojo se detuvo, una estridente música de “the doors” inundó toda la calle, me gusta la canción, subí sin percatarme del fuerte olor a aromatizante fresita, que ocasionalmente me ocasionaba vómitos desesperados. Mencioné la calle exacta con número incluido al conductor, no supe si me escuchó con exactitud a través de las cuerdas chirriantes de las guitarras eléctricas, lo supuse cuando arrancó con la prisa de una mujer a punto de alumbrar, yo no tenía prisa, para nada quería llegar tan pronto.

El paisaje me es conocido, pequeñas plazoletas, una iglesia marfil y un centro comercial anunciando una reunión canina. El auto se detiene sin previo aviso, pegó mi nariz al vidrio, los platillos acompasados por las oraciones de fieles, me hicieron caer en cuenta que el agitado mes de septiembre se había ido; el señor de los milagros y sus túnicas moradas, detuvieron el tránsito por varios minutos; obligándome a retrasarme aún más. “¿es usted creyente?”, me pregunta el taxista con pinta de hippie reprimido, mientras rumiaba un chicle de la forma más escandalosa. Negué con la cabeza, apenas caía en cuenta que nos encontrábamos en el mes “morado”, pensé, como podría considerarme creyente.

Los pitillos de los autos no se hicieron esperar una vez concluida la pequeña procesión, los neumáticos despegaron de la pista como si Montoya estuviese atrás nuestro a punto de quedarse con el premio y ser bañado en champagne. No repliqué cuando se pasó una luz roja, ni siquiera cuando casi atropella a una anciana. Hace unos cuantos meses, me habría bajado recordándole el día de las madres sin ningún pudor, cuantas fuerzas se me han ido desde entonces; atrás quedó mi carácter rebelde y compulsivo, hoy no puedo siquiera pronunciar palabra alguna sin que mi voz se resquebraje. ¿Cuando empecé a sentir esta desconfianza?, me pregunto y esfuerzo a mi mente por proyectarse al pasado, sin embargo sólo logro recordar el baño caliente con espuma que tomé en la mañana, el chocolate de taza de navidad que bebí apresurada y las medias tejidas que me obsequió mi madre y que tan minuciosamente busqué hoy para usarlas.

“Volteo por aquí, si no le molesta, es menos vuelta que por la avenida principal”, me dice el taxista, como si me importase el camino que pueda tomar; no dije nada.

Me dejé envolver por los colores de las flores que se habían derramado en las aceras por donde el Cristo moreno había desfilado momentos antes; me desconecté del mundo, mi mente dejó de funcionar por un momento, empecé por examinar los pétalos y pistilos, hasta preguntarme de manera lujuriosa si su reproducción sería un poco placentera, si valía la pena reproducirse sin hacer el amor.

Caí en cuenta, el auto se había detenido, el taxista me observaba por el espejo retrovisor, esperaba la paga por la carrera; busqué en mi cartera el dinero y sólo encontré papeles escritos y en blanco; una caligrafía diminuta delataba haber sido escrito por mi mano.

“ya me pagó señorita, ¿tiene problemas para abrir la puerta?”. No recordaba haberle pagado, pero supuse que lo había hecho, últimamente no recordaba muchas cosas; era casi normal que no lo recordara.

Bajé del auto, me dispuse a subir los escalones que me conducían a la entrada principal de la universidad donde ya desperdiciaba cuatro años de mi vida. Lucía extraña, la habían pintado de un blanco encandilador; los vitrales ya no parecían tener vida, antes solían escucharse las voces de compañeros riendo y los puños de los profesores contra los escritorios pidiendo silencio; ahora todo era tan lúgubre, tan callado, al parecer aún no llegaban suficientes alumnos como para hacerse notar.

“Que bueno que ahora la haya acompañado su padre, señorita”. Reí, no es mi padre dije, sólo es un taxista. Volteé y observé a mi padre salir de su auto Toyota rojo, sonreía al tiempo que agitaba su mano en señal de despedida. Enmudecí, una extraña descarga recorrió mi cuerpo, balbuceé, ¿qué pasa? , nadie pudo contestarme; solté el atado de hojas que tenía en la cartera, traté de recogerlas lo más rápido posible, temiendo que alguien pudiese leerlas; aún sin saber que había escrito ahí, temía que alguien lo viera.

“Esta bien” dijo la señorita que había hecho que mis papeles volaran como aves, vestía de blanco, una sonrisa estúpida se dibujaba en su rostro, tratando de ganarse mi confianza; se inclinó y me ayudó con los apuntes, mi padre hizo lo mismo.

Esquizofrenia, decía uno de los papeles, trastorno de la personalidad, distorsión del pensamiento, diagnóstico, fecha de la elaboración del examen y mi nombre, ocupaban el papel membretado con una firma de un neurólogo al pie de la página.

Hice un esfuerzo por despertar de tan terrible pesadilla, pero no pude, no estaban dibujadas las letras que conformaban el nombre de mi universidad, en lugar de eso se encontraban las sílabas de un centro de tratamiento de enfermedades mentales. No habían compañeros divertidos, sino enfermos incoherentes, enfermeros en lugar de profesores, agujas y no lápices, no había nada que aprender, mas si mucho que curar.

“¿Cuánto tiempo llevo viniendo aquí?” pregunté con una poca dosis de valor; Trece meses y veinticinco días, sentenció mi padre con un beso cálido en mi mejilla derecha, extendió una hoja donde se podía leer uno de mis tantos días confusos como este cuatro de octubre.

18 comentarios

  1. Me gusto mucho la forma en la que narras la historia, es realmente interesante, muestra una situacion de la vida diaria de una forma elegante pero a la vez tan sencilla. Me encanto…te lo digo con toda sinceridad… después de leerlo me pregunte ¿y cuanto tiempo llevo yo aquí? realmente para reflexionar y mucho. Desde el primer momento en que me comentaste que eras una adicta escribir me quede con el interes de saber que tan bien lo hacias ahora sin lugar a dudas he confirmado tu talento como escritora. Muchos exitos amiga.

  2. A veces las formas sencillas de la vida son las que le dan más sentido a la existencia de cada uno.
    Me gustó la manera en que termina la historia, pasó de ser simple a ser increíble… Sin más Felicitaciones, genial historia.

  3. amiga mis mas sinceras felicitaciones la verdad q tienes un muy buen futuro como escritora es una historia muy impactante, me ha dejado anonadada el como de pronto se da cuenta q no esta en la universidad sino en un manicomio y en si todo el relato es es …simplemente perfecto.

  4. Original y atrevida. Un paseo por la mente de alguien que lo ha perdido todo, salvo su propia inconsciencia. Suerte.

  5. Sencillamente increible.
    Me ha encantado tu relato y eso que no suelo tener paciencia para leerlos. Normalmente empiezo y si a la tercera línea me aburre lo dejo. Sin embargo el de usted lo he leído hasta tres veces ¡Por algo será!. Gramatica correcta, entretenido, bellas descripciones y sobre todo buena perspectiva… espero que tenga suerte.
    Si quieres comentar en el mío estoy en el 114: Sentado en el umbral de alabastro. Y porfavor sientese libre de hacer todo tipo de críticas ya que ello me ayudarán más que otra cosa.
    Saludos!

  6. Mina: Me gustó mucho tu relato, no es fácil escribir sobre estas cuestiones de la mente y tú lo haz hecho muy bien, el final me dió «calosfrío».

  7. Mina:

    Comento tu relato debido a que has tenido la deferencia de dejar tus impresiones en el mío. Confío en que no te lo tomes a mal, pues tengo por costumbre opinar con escrupulosa sinceridad.

    Confieso que la primera vez que pasé por él, no acabé de leer el relato, pues, para mi gusto, es demasiado descriptivo y al principio no incorpora mucha acción, por lo que su lectura resulta un tanto ardua.

    Es cierto que el final es sorprendente, pero lo dosificas tanto, en vez de soltarlo como un mazazo, que se pierde parte del efecto.

    Suerte.

  8. Mina, tu relato es bueno, describes bien las situaciones y tienes facilidad para transportar al lector y ubicarlo en la acción. Juegas bien con el elemento sorpresa. Cuidado con los verbos compuestos y los lugares comunes que le quitan ritmo al relato. Me gusto el final. Mucha suerte. Tienes mi voto

    Espero que leas mi cuento y le dejes un comentario.

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