Encuentros en la cuarta fase

por Arizae

Queridos amigos, otra vez he sido designada de manera extraoficial como cronista de la cena. Me encanta este cometido por varias razones, una de ellas porque es una forma eficaz de luchar contra mi despiste habitual y me obliga a estar pendiente de los pequeños detalles.

Pues bien, esta vez no me equivoqué de hora y llegué con una puntualidad tan exacerbada que me hallé más sola que la una. Previamente, me había encontrado a la puerta del hotel con Haddas y familia y con Zynnia, aún vestidas “de paisano” y allí las chicas nos hicimos unas fotitos muy divertidas en pose de “Ángeles de Charlie”.

Subimos a nuestras habitaciones a ponernos de tiros largos y yo, exagerando la nota británica, me presenté en un salón solitario. No exactamente, pues allí estaban Lady Ardid –la copresentadora, monísima, como siempre- repasando el guión y Alty, comprobando el equipo de sonido. Me dijo que seguía con el baile de salón, así que no es raro que lo veamos en algún programa televisivo como “amateur”.

Me dediqué a “tustusear” (husmear, en mi argot) entre las etiquetas de prender a las vestimentas con los nombres de los asistentes y comprobé que la mayor parte me eran desconocidos. Había una gran cantidad de finalistas y diversas personalidades de la vida cultural y política de la Región, pero de los habituales del canal, ni los rabos. Yo comprendo las dificultades de desplazamiento hasta una localidad tan excéntrica (dicho en sentido geográfico) –a mí me viene de maravilla, pero entiendo a los demás- así que figuraos mi alegría cuando reconocí a los poquitos nombres de otros años y a los que se habían incorporado en esta edición.

Por supuesto, Chinitoti, con la que compartí mesa (está mucho más delgada y juvenil, con un vestido estampado), su hermana Elvira (a la que yo llamo “Shirley McLaine”) , pantalón blanco, sweter y sandalias color coral, Miguel Ángel, el otro webmaster (también más delgado), y yo, que me he quedado como uno de los bastones de Antonio Gala, con mi habitual estilo sobrio, de negro, pero sin mangas y con el cuello bordeado por la piel del difunto hámster de Karelia_.

Nassiriya, a mi izquierda en la mesa, ha conseguido una proeza, dejar de fumar y desprenderse también de la mayoría de los kilos que habitualmente se toman por la ansiedad que genera la nicotina. Iba con un vestido “palabra de honor”, corto y con vuelo, a rayas en discretos tonos grisáceos y una chaquetita gris lisa a juego y su preciosa melena rubia, tan agradable como siempre.

Yo creo que con los kilos que allí se habían perdido este año, se podía haber reconstruido medio canal, so zorronglones.

Rilke_R, acompañada de una amiga simpatiquísima, y yo nos dimos a conocer y comprobamos que nos caímos de maravilla. Como ella es tan reacia a desvelar su privacidad, omito su descripción. Algún malpensado puede creer que lo hago porque no hay nada hermoso que describir pero, parafraseando a Hamlet en su diálogo con Horace diré que “hay más cosas en el cielo y en la tierra de la que enseña tu filosofía, Donpablo”.

Este año había cambiado la disposición de las mesas y la compartí con Trinifu –copresentadora del acto- vestida con un dos piezas de un blanco roto (para los hombres: dícese del “blanco roto” el color ligeramente menos blanco que el blanco puro, que es designado como “blanco óptico”) y con un favorecedor corte de pelo, rubio y con mechas, y su marido –medio paisano mío- muy elegante con un traje y una camisa nada convencional, de estilo bohemio. También estaba Zynnia, belleza morena de grandes y expresivos ojos oscuros. Resultó que por esos azares de la vida tenemos en Madrid una amiga común.

Contábamos con dos finalistas: el del relato “dedicado a todas las Lucías del mundo” (“cucha” tú qué casualidad); el futuro ganador de Poesías sin rostro y finalista del Salzillo; Rubén, el coreógrafo, con otro par de chicos con cuerpo de salsa. Como los méritos literarios y artísticos de todo este elemento juvenil que teníamos enfrente son de sobra conocidos, os diré que también fue un placer visual y no añado nada más.

De las otras mesas destacaré a Haddas, de pantalón negro, top de fantasía y echarpe de red, su marido Branchi (con su aspecto tan distinguido y atlético) y su hijo Branchi Jr. que es el futuro yerno que todas las madres de hijas casaderas quisieran tener, y tampoco añado nada más. Daniele, el pequeño, ya es tan alto como su hermano y sigue desarrollando ese talento tan especial en todo lo intelectual.

Tirano iba muy elegante; su mujer, guapísima con un vestidito de tirantes negro con bordados muy vistosos en colores y su melena rizada cobrizo oscuro. Esta vez los acompañó su hija, mi tocaya, una dulce adolescente que ya apunta maneras de futuro bellezón.

A la entrega de los premios acudieron  Madrigal y Khala, su mujer, con su hermosura racial de siempre, con un vestido blanco de tirantes y alegre estampado floral. Primero la saludé a ella y nos alegramos mucho de vernos otra vez. Y aquí viene mi inevitable metedura de pata. Me acerco a un señor que confundí con Madrigal (por uno de esos lapsus mentales míos, habituales en mis  mundos de Yuppy) y le estampo dos besos. Me vuelvo y diviso al auténtico. Así que volví a la mesa a dar explicaciones a ese señor desconocido y a su pareja, que se quedarían de una pieza.

Cada uno de los galardonados hizo un breve discursito de agradecimiento, pero nada de frases hechas, sino mostrando un ingenio que avalaba su merecido premio.

Y ahora llego a la Posadas: alta, estilosa, nada engolada, pantalón blanco pesquero que se le ceñía divinamente, top de sisas americanas con estampado ligeramente atigrado y un echarpe semitransparente que dejaba caer con negligencia. (¿A qué lo de la “negligencia” recuerda con vaguedad a descripción de Óscar Wilde?). Se unió al bailoteo y no desentonó de la coreografía, lo que prueba que la había visto con interés y es una señora que sabe estar y adaptarse a las circunstancias. Todo lo demás es envidia.

Yo me quedé charlando con Tirano y Rilke, que somos de temperamento más reposado, y a la una y media de la madrugada me retiré a mis aposentos, dejando al resto disfrutando de la velada.

Supongo que hubo más anécdotas, pero esto es todo lo que desde mi óptica puedo reseñar. Solamente agradecer el cariño con el que me acogieron los ya conocidos y  a los que tuve el placer de ver por vez primera, desear que haya más ocasiones de volver a encontrarnos y que os animéis a asistir los más reacios. Es imposible volver a discutir con quien se ha degustado una cena tan exquisita, una conversación tan agradable y una noche en la que con personas que apenas se ven en la realidad se han compartido tantos momentos a través de una pantalla.

Muchos besos para todos.

                                                 Arizae

 

 

 

©literatura 2004-2007
Web de la Asociación Canal-Literatura.Todos los derechos Reservados.2004.
Política de Privacidad