Soneto a Miguel Hernández. Por Concha Morales

Miguel mostraba sombría la mirada, mudo el semblante, opaca la sonrisa, era su alma juguete de la brisa. Fue su vida una dura puñalada que el viento amargo cosía y descosía dejando huellas mortales en su frente. Nunca intentó su espíritu valiente volver la espalda al dolor y la agonía. Regresó a la tierra como vino, investido de rayos y huracanes, derrumbado por ultrajes malhechores; quebraron su entereza, su destino, su ideal y la querencia a unos afanes que se pudrieron con él, bajo las flores. Concha Morales Madrid

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