28. Relativis

Se preguntará Ud. porqué le escribo. Pues bien, intentaré ser claro y breve al responder a esa pregunta. La situación apremia y le ruego actúe rápidamente una vez que finalice la lectura de mi carta.
Sé que los disparadores blanco-negro robaron otra oveja gris de mi rebaño anoche. De eso estoy seguro. Lo que mi memoria no recuerda con exactitud es cuándo fui testigo de un ataque por primera vez. Esa vez, la primera, me tomaron por sorpresa y saquearon el corral. Afortunadamente, algunas pocas ovejitas sobrevivieron a la masacre, y se han multiplicado desde entonces. De a ratos me siento débil y presiento que el fin de mi rebaño está cerca, y que mi misión de cuidarlo va a acabar pronto. Otros días, en cambio, cuando me arrebata el optimismo, supongo que se ha establecido un horrendo equilibrio entre las que nacen y las que mueren en manos de estos canallas. Pero aún estoy aquí, resistiendo. El vallado es fuerte y ellos saben que no pueden entrar. Es que cuando se acercan, el vallado se aleja, y nadie ha podido medirlo jamás. Solo disparan desde lejos, aunque su habilidad se ha ido perfeccionando notablemente en los últimos tiempos, y mis fuerzas se van agotando.
Anoche todo era confuso, siempre la noche engaña con desatinos, y las gallardas siluetas de los árboles circundantes se trasforman en monstruos con horripilantes brazos largos y rostros cadavéricos. Eso me distrae bastante, el discernir si son en verdad árboles todo el tiempo o si la mañana devuelve a las bestias apariencia vegetal. Y los disparadores blanco-negro están al acecho, aprovechando cualquier descuido de mi parte para lanzarles flechas evaluadoras a mis ovejas grises. Y qué certeros son sus arcos!! Cuando el pobre animal es herido, la flecha lo envenena de juicio, y entonces se transforma en blanco o negro y acto seguido desaparece. O lo que es igual, ya no logro verlo. Encuentro en este fenómeno similitudes con el engaño de los árboles en la oscuridad. No sé si mis ovejas heridas siguen allí porque ya no soy capaz de verlas después de ser alcanzadas por el veneno. Por eso yo hablo de muerte, si al final es lo mismo.
Estoy orgulloso de mi estirpe de pastor. Mi linaje se remonta a tiempos inmemoriales, cuando una casta de pastores decidió proteger a esa raza ovina tan rara y fina como la de ovejas grises. Como Ud. se imaginará, debo honrar a aquellos que se establecieron en esta colina y fundaron el noble Reino Relativis, con el vallado del corral que se aleja de quien quiera cruzarlo. Dicen los de afuera que las ovejas se ven todas iguales, que el color las transforma en una sola masa de lana que con la luz de la luna parece plateada. Pero se equivocan. Cada una es gris a su manera, y el matiz de cada una es único. Es en cambio el blanco y el negro lo que las hace idénticas, justo antes de esfumarse.
Sé muy poco del veneno con el que les tiran. Mi padre me dijo una vez, así como su padre a él, que sólo se consigue en Absolutis, el Reino de los disparadores. De la eficacia de su ponzoña no tengo dudas, he sido testigo de lo que le hace a mi rebaño. Sé de su maldad devastadora, sé de su violencia y de su alcance. Por eso mi ruego desesperado para que acepte mi pedido de recibir el título de guardián del rebaño gris, y así ayudarme a defender el corral. El Reino de Relativis lo necesita, y el tan preciado color de esta raza ovina milenaria, así como la razón de ser de mi linaje corren serio peligro si Ud. me niega su ayuda.
Mi corazón se llena de esperanza…
Príncipe de Relativis
Sagrada Orden de Los Grises