Cuando él
estaba muriendo dijo: Deseo ver a Marta.. La dama llegó con ese cuerpo
de diosa hindú, moviéndose, contoneándose, dejando en cada paso, algo
así como: un suspiro de amor. Ella era dueña de un cuerpo diseñado por
algún “artista cósmico”, donde dejó plasmado todo su talento: era una
obra de arte. Lo que siempre llamaba la atención del divino cuerpo, era
sus piernas largas, perfectamente formadas, y ese olor de mujer
apasionada, que brotaba al cruzar sus extremidades inferiores. Tenía
unos labios tatuados en su rostro, de color rojo carmesí, que cuando
hablaba cualquier frase, parecía que salían nubes ebrias de su preciosa
boca. La bonita (así le decían algunos) sólo tenía un amor, no le
interesaba nadie en este planeta, que no fuera su siempre amado, su
“hombre loco”... Semejante hembra (hecha de flores grises y exóticas)
deambulaba, por el cuerpo del globo terráqueo, era hasta natural, que
levantara las más vivas pasiones de los hombres, que al verla, quedaban
sometidos, hechizados, ante tanta belleza. De singular y exclusiva forma
de relacionarse con sus “iguales”, era la dificultad misma (gritaba el
coro mundano) ya que en realidad no le interesaba para nada, tener
amigos, y mucho menos intimar demasiado. Y cualquier diosa muerta,
(desde su tumba inexistente) se sentía inferior, ante la prodigiosa
beldad.
En una ocasión le dijo a un joven de algunas dos décadas, el cual,
trataba de conquistar la epidermis, los huesos, las arterias, las venas,
los músculos, y hasta eso que llaman corazón… de la encantadora fémina:
Yo soy un ser melancólico. Sabedora de su papel aquí en la tierra, ella
(la criatura angelical) sólo se dedicaba al cuidado de sí misma, hasta
llegar a la obsesión, por eso mismo, siempre era la hermosura en
plenitud. Su trabajo consistía en lo más preciado que puede haber en la
vida, la virtud de la belleza.
Era una noche, donde los relámpagos se apoderan del cielo, cuando tres
mujeres profesionistas, “liberales”, explicaban, con lujo de detalle,
los “beneficios” de ser independientes, productivas, y triunfadoras, y
copartícipes del desarrollo nacional, de la importancia sustancial de
ejercer su derecho al voto, por lo cual, la dueña de las perfectas
piernas exclamó: ¡Oh!, cómo me dan pena, tristeza, y hasta
conmiseración, ese tipo de seres inhumanos. Después de pensarlo un poco,
las hembras ejecutivas, se fueron llorando… y parecía que detrás de sus
pisadas, iban dejando sólo basura, sangre, y un reguero de áureo
excremento. Odiaba la política, la consideraba muy pedestre, ramplona, y
hasta una perversión; por eso, jamás en sus charlas había alguna
insinuación de semejantes menesteres. Cuando alguien, daba muestras de
admiración y pleitesía, por equis “servidor público”, de alta jerarquía,
la dueña de esos labios de granada madura, exclamaban: Sólo los estultos
se someten a otros de las mismas características, y sin esa simbiosis no
sería posible tanta vulgaridad.
Algunas veces se piensa, que el día será agradable, y lleno de
sorpresas, y ese momento lo parecía, algo había en el ambiente, que
auguraba ser perfecto; y hasta los lobos aullaban, su hambre, su
instinto asesino. Pero todo cambió, sufrió de repente, una radical
transformación, un hombre ordinario, intercambiaba algunos comentarios,
con otro ser mediano, y todo se volvió una tediosa tertulia, donde los
seres estaban llenos de tristeza y amargura, y cargaban con la cruz de
la frustración; cansada de escuchar tantas incapacidad intelectual, la
divina hembra; lanzó unas palabras al viento helado: Es mejor callarse,
y escuchar las “palabras” de las bestias…, que seguro están disputándose
algún apasionado apareamiento, o alguna pelea sanguinaria. Pero uno de
los parlanchines no estaba dispuesto a rendirse fácilmente, y siguió con
sus comentarios: Una damisela “realizada” se encuentra en una oficina,
recibiendo llamadas de problemas, y después se dedica en “cuerpo y alma”
a dar solución a los mismos, convenciendo, implorando, suplicando,
entrevistándose, haciendo algunos escritos, llevando a cabo algunos
trámites, y hasta amenazando… para ganar el conflicto. A este tipo de
acciones la muchedumbre, las considera de alto valor, y hasta las eleva
al rango de una virtud. Exclamó Pedro, un joven rubio, de ojos negros, y
de mirada religiosa. La chica del olor a sexualidad, sólo se sonrío un
poco, con benevolencia, y hasta con un sentimiento cercano a la piedad.
Sabía perfectamente que el tipo, sólo estaba “argumentando” algunas
cuestiones generales, con el único fin, de quedar bien, con ella. Alzó
el vaso lleno de vodka, jugo de toronja, hielo, y bebió, con excelente
placer… Posteriormente se levantó y se encaminó, atravesando el cuerpo
del espacio, en su caminar sensual iba dejando a su paso alfombra de
rosas azules… No recuerdo (con claridad) quien dijo: Esta mujer áurea,
cuando se queda callada, extraviada, parece que las nubes se posan en su
testa, llenando su rostro de una gran o posible tormenta. Sus ojos
brillan, como cavernas de murciélagos ebrios; y cuando sonríe, brillan,
bailan, todas las estrellas del firmamento; y en el hueco del corazón,
sale dichoso un capricho de Paganini.
|