Conocerás el amor (I y II). Por María del Mar Hermoso

La gran ola en Kanagawa del pintor Hokusai.

Querido Yuto, 

¿Cómo estás, mi amor? Imagino que tu avión con destino a Berlín llegó ayer, y que te esperaban tus colegas japoneses  para acompañarte al hotel. Nunca creí volver a verte desde la última vez que hablamos, aquel domingo lluvioso y gris, a finales de Mayo, en el café Novelti de Salamanca.  Necesitábamos ultimar los detalles de nuestra traducción conjunta, tú ponías el japonés y el inglés, yo añadía el español y el alemán. Te gustaba aquella cafetería por su aire bohemio e intelectual, y porque «Hacen los mejores capuchinos de Salamanca, mi amor», como tú solías decirme mientras paseábamos bajo los arcos de la plaza mayor. Yo dejé sobre la mesa el libro que estaba leyendo entonces,  El marino que perdió la gracia del mar, de Yukio Mishima, y en la portada se veía la famosa ola azul, con su borde blanco, como una puntilla salina en forma de garra amenazante, decidida a aferrarse a la vida a cualquier costa. Poco podíamos prever entonces que, de nuevo, el  idioma japonés propiciaría nuestro encuentro en la Universidad de Rikkyo, en Tokio, tras 12 años de traducciones constantes que me llevaron por 3 continentes: Europa, América, África. Pero  nunca Asia. 

A principios de este año, después de Reyes, decidí matricularme en un master de especialización en Lengua y cultura japonesa  que se impartía en el departamento de Lenguas Extranjeras de Tokio. Lo necesito para  impartir unos cursos universitarios en Málaga, donde resido desde hace 7 años, como sabes. ¿Pensaste alguna vez cómo me irían las cosas, amor? ¿Imaginaste algún día que llegaría a ser  tu alumna? Y después, cuando nos vimos allí, entre otros traductores extranjeros.  En realidad, no necesito escucharte para saber qué pensaste; me basta recordar tu cara, entre sorprendida y asustada, y la emoción contenida con que te acercaste a saludarme al final de la primera clase. Sabes, cielo, sigues siendo igual que entonces: educado, temeroso de ofender en algo, con esa cortesía nostálgica que enmascara un dolor profundo, en disonancia con el mundo. ¡Aún recuerdo lo crueles que fueron contigo los de la empresa de traductores! No te renovaron un contrato ganado con talento, esfuerzo y lealtad durante años. Te hicieron un mobbing para que no ascendieses a presidente de la sede de Lengua Japonesa en una de las empresas internacionales  de traducción más importantes . Y con su desprecio perdimos más que tu trabajo. Porque yo sí seguí trabajando para ellos 5 años más. Los justos para terminar mi doctorado. Los justos para que las circunstancias nos obligaran a separarnos para siempre…hasta hace dos semanas. Cuando lo pienso, veo claramente que la ola de Hokusai, con su fuerza y su rabia, nos ha vuelto a unir, en un intento de satisfacer la justicia poética de la que el marino de Mishima no pudo gozar. Pero nosotros, sí.

¿Te acordaste de comprarme el DVD de la película Puente al sol? Yo nunca la conseguí, ¡y mira que la he buscado en los centros comerciales de EEUU! A mi madre le encantaba esa película, y siempre bromeé con ella diciéndole que también yo encontraría a mi Terasaki y que escribiría un libro sobre nuestra historia de amor, como hizo la norteamericana Gwen casándose con su diplomático japonés poco antes del ataque a Pearl Harbour. Por suerte nuestros países de origen no están en guerra, aunque después de romper no volví a releer la novela. Me recordaba demasiado lo que no pudimos tener. Pero no quiero ponerme triste.  Ya hemos sufrido demasiado, y siempre por culpa de otros. Mi amor, no sabes cuántas ganas tengo de volverte a abrazar, a besar, de sentir tu respiración y tus susurros en mi oído. Sólo cuando nos miramos a los ojos en el jardín de lirios del templo de Meiji Jingu, tras la primera ronda de exámenes, comprendí hasta qué punto no había podido olvidarte. Tu mirada profunda, oscura, tranquila, se volvió inmensa irradiando calor y pasión mientras pasabas tus brazos por mi cintura, después de tantos años… Y cuando volvimos a hacer el amor, me quemabas tanto… era tan fácil dejarse llevar por ese incendio luminoso invisible que me arrastraba hasta ti, que me permitía volver a ser quien soy, quien siempre quise ser, por fin. No quiero volver a perderte, ya no podría soportarlo más. Te quiero, mi amor, te quiero. Y siempre te querré.

Cariño, termina pronto tu trabajo en Berlín, la distancia se me hace insufrible. Yo ya tengo mis billetes para viajar a Japón en Semana Santa, y he hecho las reservas para 10 días de hotel, en el Keio Plaza. Me encanta ese hotel, con sus habitaciones a más de 20 pisos de altura, sus vistas de Tokio iluminado durante la noche. !Mmmm, y echo de menos pasear por los jardines Shinjuku, con sus puentecitos, sus caminos ondulantes y sus árboles japoneses!  No sé cómo, tesoro, pero buscaremos la manera de estar juntos.

Tengo que despedirme, mi amor, el trabajo nunca espera. Te quiero.

                                                   Irene 

María del Mar Hermoso
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Cuadro: La gran ola en Kanagawa del pintor Hokusai.

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