¿Se puede una deshaogar?. Por Mercedes Martín Alfaya

Pues nada, que tengo un cabreo de mil demonios: mis despistes. La gente dice que estoy muy atenta a todo y que, eso no es ser despistada. Pues estaré atenta a las cosas de los demás, porque para lo mío soy un desastre. Con deciros que ahora mismo tengo la cabeza en cuarentena: con un «puñao» de crema suavizante, mezclada con sacarina (digo, con mascarilla).

Resulta que, como me gusta tanto escribir, pues me he pasado la tarde terminando un relatillo, repasando mi novela y tecleando en el portátil a ver si se me ocurría una historia que mandar a un concurso muy guay que he visto por ahí. El caso es que cuando ya me salían las letras por el flequillo, me he dicho: nena, necesitas un baño.

Ahhhhh, qué rica la espumita… OHMMMMMM.

Venga -me dije-, como es temprano, a hidratar la melena (es que hay que dejar la mascarilla en el pelo por lo menos una hora, como aconseja mi peluquera). Pues nada, un poquito por aquí, otro por allá… un buen pegote en las puntas y…, a masajear bien para que haga efecto.
Y, ya que estaba en faena, me hidraté también el cuerpo -por «toas partes».
Mmmmm! Relajante, muy relajante.

Tic-tac, tic-tac, tic…

Bueno, ya ha pasado una hora. A enjuagar el pelo que me va a quedar como la seda.
Pero… ¿qué pasa aquí? ¡Joder! (que lo digo yo mucho por costumbre, no con otro ánimo). El pelo y el peine, “peleaos”. Si es que no puede ser, me digo, las mascarillas del super, una caca, lo que yo te diga. ¿Y qué hago ahora…?

El pelo “asustao” (como yo, pero más tieso).

En fin, me da por mirar la composición de la mascarilla, no sea que tenga efectos secundarios o esté caducada. Y leo: “Aplíquese en pequeñas dosis, mañana y noche. Muy indicada como base de maquillaje”.
¡Ay! mi tía. ¡Pero, qué he hecho!
Con deciros que tengo la piel para pasarme el peine y el pelo con los poros “encojíos”. Me puse la mascarilla del pelo en el cuerpo y la crema de la cara en el pelo (¡con lo carísima que me costooooooooo!) Pero, entonces ¿dónde está la crema del cuerpo?- me digo. Y escucho:
-Mamaaaaaaaá! ¿Qué le has echado al agua de fregar que resbala el piso?
Digo yo, que esto de los despistes no tendrá nada que ver con la crisis ¿no?

texto y foto: Mercedes Martín Alfaya
(www.tallerliterario.net)

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