Baile de otoño. Por Isidro R. Ayestarán

Otoño, otra vez.

La pista de baile, lista para nuestro nuevo vals.

Aferrado al recuerdo.

Agarrado a un sentimiento que creía perdido.

Nadando contracorriente en la resaca de la memoria.

Mirándote y devorándote con el silencio…

Solo, de nuevo.

Vagando sobre el puente de aquel estanque que descubrí contigo.

Fotografiando cada poro de tu piel en mis ganas de volver a tu lado.

Dibujando en las noches con estrellas tu mirada en mi ventana.

Muriéndome de ganas por un regreso, un aliento…

Rasgar con tu voz este túnel en el que me adentro.

La oración al dios que pregona un mundo mejor.

Vestirme de día festivo para ir a la verbena.

Estrecharme a tu cintura y besar tu sonrisa.

Envolverme de la música que toca nuestra canción.

Un mundo juntos, una vida juntos, un sueño juntos.

Tú siendo yo en una historia de amor a nuestra medida.

El color naranja del crepúsculo que se cierne sobre mi soledad.

Las aves del lago, los niños que se acuestan pronto.

El aroma de nostalgia en las tardes de domingo.

El músico callejero que toca canciones tristes, como su vida,

como mis lágrimas, como mi silencio, como mi desamor,

como ese nombre tuyo que se lleva este viento del otoño.

Me levanto y me vuelvo hacia la melodía del cantautor.

Vidas deshechas y rotas como muñecas de cristal.

Ojos rasgados y enrojecidos como ese frágil motor

que todos llevamos dentro, con ritmos distintos,

con ansias distintas, con anhelos que suenan a adagio

en un intento por retornar a tu amor, ya perdido.

Y despliego mi cuerpo y cedo a mis pies el poder de decisión

sobre el ritmo de este baile solitario con el que sueño,

entrelazando nuestras manos, aferrados a la locura de querernos,

sintiéndonos dentro de nuestros cuerpos y

amándonos de nuevo con la pasión y el deseo

de aquella primera vez, lejana… y ya marchita.

Y al acabar el baile, al cesar la música, al callar el cantautor,

me despierto del sueño al que me arrastró tu recuerdo,

y le dedico a tu memoria un beso al anillo que te robé

en la última visita que hice a tu cuerpo:

el anillo que miro cada vez que me acuerdo de ti,

el anillo que llevo aferrado a mi corazón y mi alma.

El tesoro más preciado en esta época triste

y nostálgica que se llama otoño,

convertido en mi única pareja de baile.

Pero sólo hasta que vuelvas.

Pero sólo hasta que me sonrías de nuevo.

Pero sólo hasta que seas tú quien me despierte

del sueño que lleva tu nombre.

El nombre por el que todavía muero

en este baile perpetuo con tu memoria

y mi locura por volver a tenerte cerca.

Muy cerca…


© Isidro R. Ayestarán, 2008
NOCTURNOS www.isidrorayestaran.blogspot.com

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