PRIMERO DE MAYO EN LA MORALEJA. Por Rafael Borrás Aviñó

Sobre las alfombras turcas una enfermera empujaba la silla de ruedas. Encima, la tía abuela Enriqueta vestida de marengo monástico, gallarda en su invalidez, con el moño tieso y amerengado. Desembocaron en la sala entre la pareja de dogos de porcelana que flanqueaban la puerta. Al verla entrar, los asistentes iniciaron un aplauso que la vieja detuvo con gesto autoritario y huraño, elevando una diestra huesuda en cuya muñeca brillaba un grueso brazalete de oro de veinticuatro quilates. Allí estaba la familia al completo. Excepto el garbanzo negro. Aquel primero de mayo la calle ardía en manifestaciones. Con toda certeza,… Leer más