Sirena sonaba,
la alarma maldita que el alba anunciaba.
Un pie y luego el otro levantan el alma
y despiden los sueños que aún siguen en cama.
Sueños ¡sólo eso!
¡fugaces instantes! ¡falsas esperanzas!
efímero placebo que el cerebro me lanza.
Alimento el cuerpo,
luego toca el alma
y camino al trabajo que ese alma no sacia.
Sirena sonaba,
que marca el inicio de mi jornada,
la real aquí y en mi mente,
la jornada anhelada.
Soy dos, que conviven y luchan.
Soy dos, que hablan y escuchan,
que viven y mueren,
se resignan y exigen,
enfrentadas siempre bajo la misma apariencia.
Un envoltorio frágil y duro,
lleno y vacío,
inmenso o ínfimo,
todo es relativo.
En un intento de prolongar
la nocturna utopía
abro el telón de mi farsa,
de mi labor del día a día.
Esta fábrica, mi teatro,
el escenario de mi drama
y yo, la protagonista
he de lucir mi mejor cara.
Antítesis de aquella vida que llevaba
cuando el teatro era real
y no fingía, interpretaba
cada vida como si de la mía se tratara.
De aquellos años, sólo recuerdos,
que cambié por estos días
de frustración en el trabajo
y alegría en mi familia.