Se desploma el glaciar sin un lamento.
La estufa el humo gris al sol dispara.
El toldo sideral sufre una escara
que le muerde profundo hasta el aliento.
El río su caudal bebe sediento
y el mar arruga la salobre cara.
Enrarecido, el aire descascara
la pelambre del árbol macilento.
Gime la boca de la tierra dura
que atamos con apósitos de seda.
Gime la nube en turbia polvareda
y el rayo ultravioleta sostenido.
Salvad al mundo del postrer latido:
la inclemencia de Dios lleva premura.