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251-La sexta reunión anual de la familia Cucarachona. Por Andy Carey

Desde los albores de la humanidad, el ser humano se ha considerado increíble. Insuperable. Supremo. El único ser sobre la tierra que se ha adaptado completamente al medio ambiente.

“Nos miramos a nosotros mismos, y nos sorprendemos. Que manos útiles, que cerebro desarrollado, que nariz interesante, etc. etc.”

Tantas especies están extintas, que nosotros creemos que somos la especie más beneficiada.

“Si el mamut hubiera empezado a caminar en 2 patas en vez de seguir siendo cuadrúpedo y hubiera desarrollado manos y pies con motricidad fina, así como un cerebro más grande, no se hubiera extinguido.” Afirma un sabio científico.

“Si el mamut hubiera desarrollado todo eso, descenderíamos del mamut y no del mono” Le respondo a la distancia yo.

Hay una raza, muchachos, que ha evolucionado a niveles que nosotros no podemos ni imaginar. Una raza que es más antigua que la nuestra, y casi podría decir que hasta más inteligente.

Hoy les probaré queridos humanos de mi corazón, lo equivocados que estamos al pensarnos tan espectaculares caminando por las calles, junto con esta raza a la que tanto odiamos, pero que tanto tiempo llevamos acompañando.

                                    I

Polly Cuchi estaba terminando con los preparativos para la sexta y última reunión anual, del año. Todos en la comunidad sabían que podrían haber llamado a esas reuniones “bimestrales”. Pero, también todos, consideraban que decir “anual”, sonaba mucho más elegante y sofisticado.

Terminó de poner los hongos a podrir, cuando se preguntó donde se había metido Roquito, su marido. Sin pensarlo, agarró el frasco de perfume y se dirigió a la alacena de la casa donde estaban viviendo- Habían tenido que mudarse 7 veces durante el año, ya que había llegado un nuevo fumigador al barrio humano, que parece que cobraba baratito baratito, porque toda la comunidad cucarachística andaba de acá para allá escapándole.-

Abrió la puerta de la alacena, y vio a Roquito otra vez roncando al lado de la trampa para cucarachas.

“Sos un alcohólico incurable” gritó Polly para levantar a su marido. “Yo pudriendo hongos toda la tarde, y te vengo a encontrar acá otra vez tomando insecticidas. Esto es increíble.”

Roquito se levantó y sonrió, pero en el momento que se estiró para besar a Polly, esta le tiró perfume encima. Nadie en la comunidad podía soportar el olor a perfume o a cosas limpias, pero no había tiempo de bañar a Roquito, asique el perfume sería suficiente para que todos supieran que Roquito había estado otra vez tomando raid.

Roquito se levantó como pudo y se ensució las patas y bocas para ir a comer.

Cuando llegó a la mesa no entendía nada, y pronto todos notaron lo triste que sus ojos estaban.

Miró con pena a su primo, y se sentó. Cuando todos estaban por brindar, se escuchó una voz humana diciendo “Cariño, todavía hay cucarachas acá!!” Toda la familia Cucarachona empezó su carcajada acostumbrada ante estas palabras.

Jajaja, jujuju, jijii, risas, y más risas hasta que de repente, el silencio. Uno a uno, cada miembro de la familia Cucarachona fue entendiendo de a poco, que solo quedaba una semana para que todos los hombres de la comunidad se embarcaran hacia Irak, Afganistán, Rusia y Estados
Unidos para poner fin a la guerra de los humanos.

La familia Cucarachona contaba con 627.000 integrantes, de los cuales 498.514 eran machos, bueno en realidad, de sexo masculino, porque machos habría unos 15 nada más.

Era una familia chica, pero de nombre muy respetado. Los machos de esta familia y otras, se habían unido hacía ya 3 meses, para discutir el asunto del desarme, y buscar una solución a las guerras.

Las cucarachas on una raza coherente. Ellas saben que las queremos matar porque nos dan asco, pero también tienen en cuenta, que más de un humano, solo abre la puerta de la casa y espera que la cucaracha se vaya, o pone insecticida en la puerta para avisar que ahí, no las quieren. En verdad, son pocas las personas que corren a las cucarachas con una escoba por toda la casa al grito de “AAAHHHHHH” o “Morite, morite bicho feo”; peor los que compran esas trampas con un pegamento, que supuestamente sirve para que ellas queden pegadas, pero en realidad, entre nosotros, lo usan para hacer peleas en el barro, y como apuesta usan la comida de los platos que ustedes dejaron para “lavar mañana”.

Eso es información general, pero volviendo al tema, las cucarachas habían decidido que el ser humano era completamente incapaz de poner fin a la guerra. Como consecuencia, cada vez tenían menos plata, por lo que comían todo lo que estaba en el plato, si es que todavía podían comer, y ello significaba menos comida para las familias cucarachescas.

Estaba decidido en una semana, saldrían 500.000 cucarachas al mundo humano, para ayudarlos a terminar con la violencia.

                                          II

Las cucas estaban muy entusiasmadas con esta idea. Pensaban que si lo lograban, no solo iban a tener más comida, sino que el ser humano iba a dejar de hacer el ridículo tratando de matarlas. En las comunidades todas se preguntaban como el ser humano podía ser tan cabeza dura de no entender, que si no había podido eliminarlas hasta ahora, nunca iba a poder. Las cucas saben que ellas existen desde antes que nosotros. Ellas sobrevivieron dinosaurios, cambios de clima, agrietamientos de la tierra, inundaciones; evolucionaron 100 veces más rápido y mejor, y nosotros seguimos creyendo que el kerosén les hace algo más que cosquillas.

A cargo de las misiones iba a estar el señor “Poncho Cucarachón”. El era un cucaracho viejo pero con mucha experiencia y sabiduría. Había luchado contra los humanos en 7 cocinas, escapado de 3 baños, y todavía tenía en la antena derecha la cicatriz de aquella habitación infantil. Oh, perdición de los dioses cucarachescos! Esos cuartos llenos de comida, olor a dulces por todos lados y un ser humano indefenso, pero que generalmente incluye unos padres agresivos y sobreprotectores.

Poncho iba a ser el héroe de la comunidad, y después de salvar al mundo, iba a retirarse y vivir en la cocina de un restaurante chino.

Por algunas horas, todos se olvidaron de que solo faltaba una semana y siguieron riendo y comiendo hasta quedar hartos. Sacudieron sus antenas y se fueron a acostar.

Cada uno, en su cama, soñó con la semana siguiente, algunos, fueron héroes en sus sueños, y el resto cambió las sabanas y juró que había una gotera en su cama cuando se despertó.

Los días anteriores a la partida de las tropas, la comunidad bailaba de alegría. Con Poncho como comandante, nada podía salir mal. Si bien el nunca había peleado una guerra tan grande, el tenía estrategias y planes que a todos les parecían coherentes.

Iban a viajar a cada uno de los puntos estratégicos, metiéndose en los almuerzos de un avión. Al llegar, iban a ir directamente el punto de enfoque, y sin siquiera pedir permiso, empezarían a correr por los lugares donde dormían los soldados. Despertarían a todos, y cuando estos quisieran matarlos, ellas les tirarían honguitos en la cara. Tan ocupados iban a estar los soldados matando a las cucarachas, que ya no tendrían tiempo de pelear y “lo dejarían para mañana”. Las cucarachas sabían perfectamente que lo que se deja para mañana, no se hace nunca más.

Era el plan perfecto. Poncho, vigilaría a toda la tropa y les daría lugares estratégicos para esconderse si eran perseguidas. Por otro lado, él era el único que sabía cómo meterse en el avión, ya que cuando era joven había estado de novio con una azafata, todo dependía de él, por eso, todo iba a salir bien.

                                         III

La noche anterior a la partida, Poncho vio que su mujer andaba preocupada. Susi sabía que el había andado mal del corazón, y tenía miedo de que no regresara de la misión. Hablaron por un rato y se ensuciaron el oído diciéndose cosas dulces y dándose basurita en la boca.

Cuando por fin Susi se durmió, Poncho salió de abajo del cartón que el dueño de la casa había puesto para tapar el agujero que el zócalo había dejado cuando se rompió, y que iba a “arreglar mañana” desde hacía 9 meses.

Necesitaba caminar solo un rato, ver si encontraba algún resto de polenta fría o restos  de café con leche en una taza.

Lo único que llegó a ver, fue a Broco, el perro de la familia. Sigilosamente se metió en la taza de comida de este y sacó su tenedor del bolsillo. Se disponía a dar el primer mordisco, cuando levanta los ojos y lo ve. Era el bebé de la casa. “agu, agu, acá taaaaaaaaaaaaaa” dice el bebé. “Ay, cariño hay una cucaracha atacando al bebé” dice la madre. “Acá está la pantufla” dice el padre. “Paf” dice el aire. “AUCH!!!”Grita por última vez Poncho antes de morir,

Al día siguiente, la comunidad despierta agitada, lista para cumplir su misión, se forman en filas como habían quedado y esperan. Esperan y esperan, hasta que llega Susi desesperada, diciendo que no encuentra a Poncho por ningún lado. Desde la otra punta del zócalo la prima nro, 3564, confirma que vio a las hormigas, llevarse el cuerpo sin vida de Poncho, para alimentar a su reina.

Los soldados cucarachos, se sacan su uniforme y salen en patota a atacar a los humanos. Cuando salen del zócalo, encuentran bajo la puerta, un folleto del fumigador que cobra baratito baratito y entre todos, deciden que no vale la pena. No puede ayudarnos, no pueden matarnos, no pueden explicarnos, nada. Lo mejor, fue agarrar el folleto y comérselo entre todos. Por lo menos así tenían menos hambre y no se arriesgaban a que la familia dueña de la casa contratara hoy a este señor.

La familia cucarachona, decidió que si nosotros no podemos erradicar la violencia del mundo, ellos no van a ayudarnos. Evolucionar, está en nuestras manos.