“Sólo es laburo, laburo nomás”, repetía como un mantra.
Gualterio Falcón nunca desperdició una palabra, un gesto, una sonrisa. Gualterio era seco cual la tierra en invierno y espeso como los yerbatales.
Cuando niño, Gualterio fue salvajemente alegre, como lo son los niños criados al aire de las pampas sin otro límite que el horizonte amplio o el miedo a los leones.
Porque Gualterio nació “guacho” y si tuvo padres, que debió tenerlos, nadie supo de ellos; entre milico y barragana dicen que anduvo el lío, pero lo que sí es seguro es que al angelito lo dejaron “arrumbao” donde la pulpería de Doña Lasti y ya fuese por caridad, o porque algún pecado tenía en la conciencia -que también ella se olvidó de algún mamón allá por esas tierras de Dios- fue sentir llorar al desdentado, que se le puso un calor así, bien prieto al pecho, y una emulsión feroz de lágrimas antiguas, y tanto pudo la naturaleza de las viejas penas que donde la ley de las cosas rectas hubiera dado en sofocos y sudores, estallaron dos manchas de leche incontenible que escurría en su camisa como llanto de pezones.
Semejante prodigio se corrió urgente por toda la comarca, pues ni la edad de Doña Lasti ni sus circunstancias personales dejaban un resquicio para explicar tal milagro. Y bien es verdad que en los primeros tiempos era peregrinaje lo que allí había para ver a la doña sentarse en el zaguán y darle de tetar con abundancia al mamantón, al que llamó Gualterio, quizás porque le recordaba a alguien que la hizo feliz, y también le donó su apellido duro y filoso: Falcón, lo que, en su momento, resultó ser premonitorio.
Como ocurre siempre, la sorpresa dio paso a la costumbre, y al tiempo ya nadie recordaba que Doña Lasti no era madre, o que las mujeres sesentonas, las corrientes, no sacan su historia por los pechos. Pero así eran las cosas en aquellos días.
También hubo quien se malició que todo era un engaño de Doña Lasti para esconder un devaneo inconfesable, y que tal milagro no fue sino teatro para preservar su honra, y que de tan gorda que estaba nadie notó el embarazo. Tal vez, aunque en verdad la virtud de la doña, bien dudosa, no necesitaba tapujos, y que su avanzada y arrugada edad seguía otorgando al asunto la categoría de extraordinario.
Lo que tiene la natura es que no miente, y al cabo de cuatro años de alimentar tantos hijos perdidos -que ni un día dejó de darle el pecho al pequeñín-, Gualterito había medrado fuerte y compacto, sano y “colorao” como un potranco, al tiempo que la doña se consumía igual que la cecina seca, que tal pareciera que se le iba el ser disuelto en leches y calostros. Y donde hubo abundancia no quedó sino tendón y sarmiento, y pieles flojas, y ojeras agarradas. Aquello semejaba una suerte de trasvase entre dos cuerpos, pues lo que se perdía de una parte se instalaba completo en el muchacho, lo mismo las carnes que los genios fuertes de Escolástica Falcón, mujer de frontera, puta cuando tocaba y madre de arriada.
Por eso cuando murió, por extenuación, no hubo gaucho que no pasara a presentar sus respetos, y más los agradecidos que eran muchos, igual por sus favores en arrullos que en sustancia, pues fueron demasiadas las hambres, de cualquier tipo, que calmó la finada.
De pura pena, o deuda silenciada, a Gualterito lo recogió Don Bartolomé Guzmán, estanciero poderoso, cacique sin ser indio y hombre de pocas bromas. La deuda no debía llegar a tanto como para incluir cariño en el trato y lo primero que hizo fue dejar a Gualterio en un “quincho” perdido al cargo de dos viejos gauchos. Por supuesto, éstos no estaban por la labor de ser padres ni acaso hubieran sabido, que bastante tenían con cuidarse del ganado, de la indiada robacueros y de los cuatreros, y poco más que la comida le daban, palabras menos y zurras, algunas. Así que el zagal, con cinco añitos, andaba más que solo por aquellos andurriales ausentes de cualquier dios.
Como el hombre es animal social, y busca compañía, Gualterio halló en los irracionales todo lo que las personas le negaban. Y allí no faltaban los caballos ni las reses, abundaban los guanacos y hasta el ñandú asomaba de cuando en cuando. Y siendo los niños, como son, excelentes aprendices, en seguida supo entender las miradas pausadas de las vacas, los movimientos nerviosos del caballo y sus querencias; y tanto y tan bien se adaptó a sus modos que, al cabo de pocos años, cualquiera hubiera pensado que Gualterio era uno más de la manada.
Y al igual que a los potros les llega el momento de la doma, también a Gualterio le llegó el tiempo de la hombría. No tendría más de doce años, pero la vida dura y el clima extremo habían hecho del pequeño huérfano un esbozo de hombre entero: Morocho y crespo, de ojos negros y mirar equino, silente, muy ancho, cuadrado y poderoso pese a la edad. Para entonces ya montaba los caballos sin necesidad de arreos, pues más se asimilaba a centauro que a jinete, y era tan buena la juntura que no quedaba claro quién era quién en ese monstruo doble. Era tanto su entender sobre el ganado que los gauchos le admiraban con respeto y atendían sus consejos: Cuando iban a “campiar” si Gualterio decía que por aquí, por ahí iban y siempre atinaba para encontrar un matalón perdido o una punta de yeguas desviadas. Como era fuerte, a todo hacía, igual en el rodeo que en la doma; lo mismo atendía a una yegua de sobreparto, que amantaba algún potranco repudiado. ¡Cómo iba a ser de otra manera si más tenía de caballo que de persona!
Pero en todo paraíso cabe un rinconcico del infierno, y aquí no había de ser diferente.
Tal día se presentó Don Bartolomé, el estanciero, con cinco de sus fieles a recoger una cuerda de potros nuevos, y tras terminar la faena, así como quién pide un café, tiró el “pucho” del cigarro al suelo, miró muy lento a Gualterio y le dijo: “Ahora te acercas a ese “bagual bichoco” lo degüellas, y le sacas los cueros, que “pa” mí los quiero”. Traía aquella mirada todo el veneno de un reto porque no era el estanciero hombre de lealtades a medias: exigía sumisión y obediencia ciega. Y, buen conocedor de la debilidad que nace del afecto, bien sabía que ordenarle esto a Gualterio equivalía a proponerle una suerte de suicidio íntimo, pues no había seres con los que más se identificase que con los caballos, y especialmente con ese viejo garañón, calmo y paciente, que había ejercido como “padre” de Gualterio mejor que ningún humano.
La reacción del chico fue idéntica que la de un caballo malón cuando se espanta, ahí se encalabrinó y salió huyendo por la llanura con los ojos idos y el alma en la boca, hecha de espuma y horror. Largo trecho tuvieron que enlomar los esbirros de Don Bartolomé para darle alcance a lazo, como a cualquier otra bestia; y aun entre cuatro no se daban maña para sujetarlo, pues tanta era su rabia, o instinto, o lo que quiera que se diga en estos casos.
Lo trajeron a rastras, envuelto en sogas y ensangrentado; pero como todavía le quedaban arrestos, aún se revolvió salvaje, desbocado, furo. Y allí mismo, sujeto al poste, el amo pidió el “arriador”, lo desenrolló con parsimonia y con mecánica indolencia fue descargando sus golpes. Muchos debieron parecer, incluso a los más acostumbrados, porque de las primeras risitas, pasaron al silencio nervioso, y luego a los gestos desencajados. Pero nadie osó parar la mano implacable del sayón.
Cuando, jadeante y sudoroso, terminó, Don Bartolomé se acercó al muchacho semimuerto, y, con los dientes prietos y los ojos desbordados, le espetó, despacito y a media voz: -“laburo, muchacho, laburo y obediencia, nomás te pido. Dale al fierro y por tus huesos nunca jamás me encares una orden, ¿entendés?- entonces, sentándose sobre una piedra, se encendió otro cigarro, se secó el sudor de la frente, y esperó con la serenidad del que se sabe dueño de haciendas, de cuerpos y, más aún, del miedo que injertaba en esas almas.
Tardó Gualterio en moverse, pero al cabo, renqueante y machacado, se acercó al garañón, le acarició muy suave el cuello mientras le iba susurrando lágrimas y sangres; lo arrodilló primero, lo tumbó después y sin perderle la vista, como quien se despide del mundo, con un movimiento certero y seco dio dos tajadas exactas: Una que rebanó el gaznate del cuadrúpedo, la otra, invisible, que segó cualquier atisbo de cordura o entendimiento en los sentires, ya muertos para siempre, del muchacho.
A partir del aquel día, Gualterio ya no sonrió más, y si hablaba poco antes, ahora simplemente no mentaba. Tan sólo cuando sacrificaban alguna res bisbiseaba algo a modo de oración mientras encaraba a la víctima con una mirada entre ida y lastimosa. Porque desde aquél suceso se transformó en el más diestro matarife que conocieron las pampas. Era exquisitamente hábil con cuchillas, fierros y garfios. Nadie como él apiolaba tan finamente, con tanta premura y precisión, que jamás se escapó mugido o relincho de ninguno de sus “clientes”. Daba la impresión de que con esas palabras que musitaba quedas en las orejas de los brutos los hacía cómplices de su holocausto, como si al darles muerte les hiciera el favor de evitarles toda la crueldad y el daño que él mismo había sentido aquél día infame cuando perdió el instinto.
De alguna manera, en algún rincón íntimo y lejano de su mente, se había propuesto transformar la barbarie en triunfo, porque sabía que cualquier otro, menos certero que él, sólo conseguiría alargar el sufrimiento y las angustias.
Después, al terminar, siempre repetía su letanía a modo de conjuro salvador:
– “Sólo es laburo, laburo nomás” –
Por eso, algunos años más tarde, cuando fue llamado a filas por el ejército, le seleccionaron para una siniestra misión en los sótanos de la Comisaría General de Tucumán, probablemente debido a su carácter, reservado en extremo, sus maneras hurañas y solitarias, y, por supuesto, a la fama que le precedía como matarife.
Y allá, entre gritos y sollozos a los que parecía inmune, siempre se encargaba del último golpe. Y con el mismo ritual sedante que empleaba con las bestias, encaraba los ojos de la víctima mientras susurraba aquellas misteriosas razones que tanto serenaban al premuerto al tiempo que, con un movimiento fulgurante, degollaba a los torturados señalados, que morían sonrientes como quien ha visto la Gloria.
Porque por alguna extraña alquimia infernal, Gualterio transformaba el miedo y el horror en un acto de amor extremo, el más sublime que se pudiera dar, pues era último y definitivo.
Y, tal vez contagiado por esa exaltación, también descubrió entre lamentos un nuevo sentimiento de deseo que nacía desde su desterrada condición viril. Aquello sucedió esa extraña noche en que, tras la infame ejecución de una guerrillera tupamara demasiado joven, exclamó compungido y en voz alta:
–“¡La pucha, que valiente la pobrecita con sus ojitos de yegua!”- y con esas pocas palabras, Gualterio había expresado lo más parecido a una emoción que sintiera en toda su vida.
Luego quedó pensativo, estatua durante unos segundos inmensos. Por fin, vuelto a su ser ausente, sacudió la cabeza como quien rechaza un mal pensamiento, y acabó repitiendo:
-“Sólo es laburo, laburo nomás” –
181-Laburo, nomás. Por Alba Longa ,Enviar a un amigo Imprimir
A la administración: Dejo este comentario para rogarles que corrijan el título del relato. Debe ser «Laburo, nomás» y no «Laburo, Nomás». En definitiva se trata de modificar la mayúscula incorrecta de «nomás». Ya sé que es un detalle menor, pero así somos las que nos pretendemos escritoras: quisquillosas.
Gracias de antemano y un saludo.
Sencillamente impecable. Relato rebosante de frases y expresiones hermosas hiladas con muchísmo oficio.
Mucha suerte.
Gracias Hóskar Wild por tener el detalle de leer mi relato y dejar un comentario tan grato. Lo cierto es que es el segundo relato que escribo, y me das una gran alegría. Si lo has disfrutado, misión cumplida.
Un saludo.
Un relato de tema duro y bien confeccionado.
Lectura con parones, porque no entendía un buen número de vocablos «argot». Evidentemente, problema mío.
Excelente relato.
Me parece estupendo, muy auténtico. Suerte.
De nuevo tengo que recurrir a la administración para corregir una errata, en este caso por culpa mía: hacia la mitad del relato, donde dice: «lo mismo atendía a una yegua de sobreparto, que amantaba algún potranco repudiado» debería decir: » lo mismo atendía a una yegua de sobreparto, que amamantaba algún potranco repudiado».
Lógicamente la palabra correcta es «amamantaba».
¡Y mira que lo repasé! pero siempre se escapa algo.
Gracias de nuevo
Me gustó el relato y te soy sincero que la temática del campo no me resulta atractiva, he probado con varios autores de mi país y Argentina sin éxito (hago la excepción de algún cuento de Borges), pero tu relato lo disfruté mucho. Con tu historia ya tengo siete relatos que me gustaría ver como finalista de este certamen estoy confeccionando mi lista de cuentos favoritos, gracias por compartirlo.
Hay mucho oficio, puedo verte pensar alguna de las frases una y otra vez durante horas. Me pierdo entre tanto términino local y exclusivo del oficio que describes. Me parece que tiene un mérito enorme escribir así, sólo para unos pocos. Mucha suerte.
Bastante duro, pero excelente relato Alba Longa. Me gusta la forma en que describes. Muy buen trabajo. ¡Suerte compañer@ de concurso!
Alba Longa, las palabras tienen su propia magia; fijate que «amantaba» podría quedar… casi perfectamente.
Gracias Luc por tener el detalle de leer y comentar. En cuanto a los modismos, la intención mía era que hubiera algunos para dar «color» y acercar al ambiente rural, pero sin excesos, y qué éstos se comprendieran bien por el contexto. Parece que no lo he conseguido, y bien que lo siento.
Un saludo.
Un relato muy trabajado que me recordó la prosa de José Eustaquio Rivera y otros autores criollistas.
Quizá por lo mismo, no tuve problemas con los modismos. La ambientación y los personajes me resultaron de lo más creíbles.
Felicitaciones.
Me dejas impresionado, que maneraq de escribir, a mí me pareció un aguafuerte. Ya estás entre los finalistas
Gracias Trece Rosas por tener el detalle de leer y dejar un comentario, breve, pero cálido.
Un saludo.
Lindo, que decís por allá. Es agradable comprobar que escribís bien y no os da por criticar los trabajos de los demás. La perfección está en un@ mism@.
Suerte.
Alba Longa, lo que me parece más interesante de tu cuento ( y sin ánimo de negar las demás cualidades que posee) es el dominio a la hora de darnos un recorrido por la vida de este señor que, desde el mismo nombre que le has otorgado, nos enseña la crudeza del universo donde es capaz de existir. Alba Longa, felicitaciones.
Simplemente muy bueno. Sólo una puntualización. Para mi gusto el relato queda «cerrado» en el penúltimo «Sólo es laburo, laburo nomás». Su continuación de la historia, narrando la época de soldado del personaje, me ha producido una sensación de «añadido», incluso «precipitado». No obstante, me reafirmo en la opinión de que, en conjunto, es excelente.
Sin duda su trabajo estará en la final.
Pido perdón a los demás comentaristas, a los que iré contestando paulatinamente, pero me voy a saltar el turno temporal para responder a lo que plantea Antístenes.
Y esto es así porque expone un asunto que me parece importante.
Dices, Antístenes, que el final del relato, cuando el protagonista es llamado a filas, lo encuentras como algo «añadido» e incluso «precipitado». En lo segundo, puede que tal vez la falta de espacio (por no exceder las 2000 palabras exigidas) haya podido causar esa impresión, tal vez. Pero en cuanto a lo de «añadido» no puedo estar más en desacuerdo, puesto que, de hecho, ese es el «meollo» del relato y a donde de verdad me interesaba llegar. Todo lo anterior se puede considerar como un «preámbulo» que intenta hacer comprender qué ha pasado en la vida de ese «asesino» para llegar a dicha situación.
Evidentemente es un personaje de ficción y con certeza poco verosimil, pero esa era la intención. Porque lo que he procurado es suscitar una reflexión sobre qué tipo de personas pueden dedicarse a torturar y asesinar sin que por ello sufran ningún tipo de arrepentimiento o cuestionamiento moral. A no ser, claro, que sus antecedentes sean anómalos, como lo son los del protagonista.
En fin, entiendo que sobre literatura hay tantos gustos y opiniones como personas, pero en mi caso soy partidaria de que tras la lectura de un relato quede un poso, el que sea, bien una reflexión, un pensamiento, una sonrisa…
Y por supuesto quiero teminar dándote las gracias por un comentario tan elogioso que, viniendo de tan estricto crítico, me sabe aún mejor.
Un saludo.
Hasta hora he leído pocos relatos de los presentados a concurso, pero sin duda éste tiene méritos más que sobrados para ser finalista, tanto por su argumento como por el vocabulario y la forma de contarlo.
Gracias, Úrsula, por tu comentario. Te digo como a Trece Rosas, es un comentario breve, pero no por ello es menor su carga de apoyo y ánimo.
Enhorabuena por un un relato que ha conseguido estremecerme, eso para mí lo hace bueno, y creo que sí, que dejará poso en aquellos que lo lean.
Suerte, creo que puedes estar entre los finalistas.
Gracias LuchoX por tu lectura y comentario. Me halagas incluyendo mi relato en tu lista, así que gracias dobles.
En cuanto a lo que dices sobre el ambiente rural, te digo más o menos lo mismo que le expliqué a Antistenes. Todo el principio del cuento sirve para llegar a la cuestión de la tortura, que es lo que quería tratar. Ambientar al personaje en el campo me permitía aprovechar la supuesta «inocencia natural» del hombre en el ambiente silvestre (al modo Rousseauniano) y su posterior degradación, aunque esto esté completamente desacreditado. Pero le venía bien al relato y además, a mí sí me gustan esos espacios (con moderación).
Un saludo.
Hola Alba,
tu relato me ha gustado, quizás más cuanto más iba entrando en él.
Al principio me ha resultado algo recargado. Me costaba entender la historia. Quizás ha sido el exceso de localismos, no estoy seguro.
Mientras seguía leyendo, la historia me ha ganado, y al final incluso quería más!! En verdad, pensé que el asesino se vengaría de D. Bartolomé, es decir, que éste iba a caer en sus manos, o algo parecido. Esto quizás enlaza con esa otra crítica que decía que la parte del «soldado» abría una nueva historia…
En fin, ahí quedan mis comentarios para tu reflexión. En todo caso, creo que tienes madera.
Pregunta de inculto: en la pampa hay leones? Mencionas a los leones y me ha desconcertado.
Un abrazo y suerte!
PD: Me encanta tu pseudónimo, yo también adoro la ciudad eterna…
De nuevo me salto el turno para aclarar las dudas de F.Beyle.
En primer lugar gracias por tan amplio y razonado comentario. Es de los que se agradecen.
Por lo que respecta a los leones, evidentemente no los hay en la pampa ni en ningún otro lugar de América, excepto en los zoológicos. Ocurre que así se nombra popularmente al puma, al igual que al jaguar le dicen «tigre». Acaso hubiera debido entrecomillar esa palabra para no crear confusión.
En cuanto a los localismos, he procurado no incorporar muchos por no recargar el relato, pero sí algunos por dar «color» y ubicar con claridad el cuento. De hecho no hay tantos y muchas palabras en realidad son castellano puro y duro, aunque combinadas con los localismos pueden llevar a confusión.
Verdaderamente lamento ésto que varios me habéis indicado, pues no era mi intención que el relato se hiciese «espeso», así que tomo buena nota para otra ocasión.
Un saludo.
Hola, Alba.
En primer lugar, decirte que me ha impresionado el paralelismo de mi relato con tu vivencia personal. La realidad supera a la ficción, ¿No es cierto?
Respecto a tu relato…No tengo palabras. Me quito el sombrero. La forma de narrarlo, irreprochable. Y el fondo, desde luego, sobrecogedor, complejo, profundamente humano, terriblemente deshumanizado.
Mi más sincera enhorabuena. Te deseo toda la suerte, porque con tu forma de escribir, la mereces.
Hermoso, trabajado y aleccionador relato.
Hermoso por el modo mismo de la narración, concienzuda pero fluida y bella, por empaparse y empaparnos de la atmósfera del personaje; trabajado por la búsqueda y el encuentro con los términos adecuados al relato en sí, haciéndonos partícipes del espacio vital y emocional de los personajes y aleccionador porque termina por subirnos a la esperanza de que a pesar de que el ser humano es víctima –o consecuencia- de sus propias circunstancias vitales, a las que no tiene más remedio que amoldarse, siempre le es posible un atisbo de luz desde donde quedarse con una lección de cordura y espiritualidad. Ni el más rudo de los huérfanos deja de tener corazón y reservarse un espacio íntimo para la ternura, hasta provocando la muerte.
Apunta guiños narrativos de los maestros hispanoamericanos –García Márquez, Cortázar, Vargas Llosa, por citar algunos- pero también deja vislumbrar giros o expresiones de los clásicos españoles, por lo que a pesar del tema en sí y del esfuerzo creativo y de ubicación de su escenario, yo diría que la autora no es hispanoamericana sino europea, sin que esto tenga la menor importancia en ninguno de los sentidos. Es una mera apreciación de este lector inconsciente.
En suma, que me gustó la historia, la conclusión y por encima de todo, el modo de contarlo, sin que la profusión de términos relativos al argot o al ambiente pampero me resulte excesivo.
Sea el segundo o el vigesimoquinto relato, creo que la autora apunta maneras.
Por Longa que sea el Alba, siempre acaba amaneciendo. Un saludo.
Alba longa, me gustaría que te fueras a los comentarios 14 y 15 y te darás cuenta de que algo no concuerda. yo no soy 13 rosas.
Por aclaracione:
La ciudad, ya sé que no eres Trece rosas, pero el comentario nº 15 va dedicado a el/ella siguiendo el mismo orden en que van llegando. De cualquier modo aprovecho éste para agradecerte, y mucho, el comentario que me dejas, breve en su forma e increíblemente profundo en su contenido. Es de esos que hacen cosquillitas en el alma.
De nuevo gracias.
Bueno Alba Longa, desde luego tienes mi voto. Es lo mejor que he leído en este concurso. Me ha gustado tanto el fondo como la forma. Un relato profundo y auténtico. Enhorabuena.
¡Qu´e bueno! Si no el mejor, uno de los mejores relatos que he le´ido en el concurso. Tanto por la forma como por lo impresionante que resulta la historia. No hay ni una sola frase o palabra de m´as o de menos, nada que chirr´ie.
Enhorabuena
Sin palabras. Como le digo a todos mis favoritos: ojalá lo hubiese escrito yo. He descubierto recientemente «El llano en llamas», de Juan Rulfo, que me ha llenado la cabeza de sugerentes ideas que soy incapaz de transformar satisfactoriamente en relatos. Tú, sin duda, lo harías sobradamente bien. Por eso te uno a mi lista de participantes envidiados.
Y, aunque el origen de su insensibilidad no se deba a los mismos motivos, de alguna forma tu protagonista me ha recordado al de la novela «La ofensa», una extraordinaria obra de Ricardo Menéndez Salmón que me atrevo a recomendarte.
Espero ansioso ver tu ficha en la página de Canal Literatura.
Gracias Cánquel por pasarte por aquí y dejar este comentario. No sé si horas, pero es cierto que me gusta repasar mucho cada relato y procurar que todo funcione como un conjunto bien engrasado. Ahora mismo, si vuelvo a releerlo habría muchas cosas a cambiar. Pero siempre llega el momento en que hay que dejar que el texto vuele a su aire y se haga mayor él solo. Si te gustó, será que lleva bien su camino.
Un saludo.
Fantástico, me ha encantado. Te deseo mucha suerte, aunque creo que no la necesitas. El relato es genial.
Muchas gracias, Ojos Oscuros, por tu lectura y tus palabras de aliento. Estas son el alimento que nutre nuestros desvelos.
Un saludo.
Tienes razón, Panzermeyer en la cuestión de la palabra «amantaba» que adquiere connotaciones muy interesantes y que van más allá de la aceptada relación significado-significante. Ocurre, que además de relatos escribo poesía y ahí sí que me gusta mucho innovar en ese aspecto. Cuando estoy con los relatos me tengo que refrenar en muchas ocasiones para no caer en la prosa poética, en el lirismo de contenidos e imágenes, pues entiendo que son registros diferentes.
Pero sea bienvenida, aunque sea errata, y también son bienvenidos y agradecidos tu comentario y lectura.
Un saludo.
Gracias Hara Kei por tu lectura y comentario. No he tenido el placer de leer nada de José Eustaquio Rivera, e imagino que según lo que aquí dices, merece la pena hacerlo. Así que buscaré algo suyo. En cuanto al ambiente criollo, era necesario para ubicar de alguna manera el relato, pero tampoco quise abusar del argot propio. En fin, me alegro de que te haya gustado.
Un saludo
Lee «La vorágine» de Eustaquio Rivera, es la obra más conocida, también algo de Horacio Quiroga pero ambientada en la selva, tienen puntos de contactos, como un núcleo en común, el hombre tragado por la tierra, por decirlo de alguna forma.
Gracias Erramún por tu lectura y gratificante comentario. Pero si soy sincera, no me dedico a criticar o alabar simplemente por respeto (que también), sino por ignorancia. ¿Quién soy yo, una recién llegada a las letras, para enjuiciar el trabajo de nadie? Al fin y al cabo, hay tantas opiniones y gustos como lectores.
Un saludo.
Me ha gustado mucho tu relato, tanto por la forma, muy cuidada, como por la propuesta: ¿quiénes son aquellas personas capaces de esas atrocidades? ¿qué les ha podido llevar a esos extremos?.
Creo que tendrás suerte en el concurso. La mereces.
Cosimo
Muchas gracias Gael por tener el detalle de leer el relato y dejar un comentario tan gratificante. Me alegro de que te haya gustado.
Un saludo.
Duro. Lo leí hasta él final…….Suerte.
Gracias, Gárgola, por tu lectura y comentario. Me alegra, sobre todo, la valoración conjunta que haces del relato: Contenido y forma.
Un saludo.
Un gran relato. No es fácil encontrar autores que utilicen la palabra con tanta precisión, tan afilado el matiz. Lo he leído entero y, más aún, lo he disfrutado. Supongo que te irá bien en el concurso.
Gracias, Roberta.B por tu lectura y grato comentario. Ya estuve leyendo el tuyo, como bien sabes, y allí te dejé mi opinión y mi voto.
Tal vez, si la suerte nos acompaña, podamos conocernos en la final… tal vez.
Un saludo.
Vuelvo a tu relato, porque después (por fin) de haber leído todos los relatos que se presentan a concurso y votar a aquellos que más me gustan, que por cierto son más de diez, reconozco que el tuyo para mi es el ganador.
Hola ALBA LONGA:
Antes que nada, gracias por pasarte por mi relato y por dejar tus impresiones. No te equivocas: soy bastante joven. No especificaré (por las exigencias del anonimato), pero sí puedo decirte que mi edad es bastante cercana a la mínima requerida para concursar.
Dicho esto, ya sabes que tienes ante tí a un lector joven que ha leído pausadamente y con atención tu relato. Te seré completamente sincero: en general, antes opinaba que el nivel general de este certamen era un poco mediocre y homogéneo. No veía ningún relato mucho mejor que los otros. En general, he leído relatos no demasiado buenos, aunque tampoco nada malos. Nivel medio, honrado y trabajador, pero no genial. Eso según mi humilde e inexperta opinión.
Pero tu relato sí que me parece muy bueno. Está muy bien escrito y me parece bastante original y exótico. Como lector joven que soy, también puedo comentarte que no me he aburrido en ningún momento. Creo que es un trabajo excelente y que, probablemente, estará en la final.
Saludos y suerte, ALBA LONGA
Tiene frases muy buenas. Parece literatura sudamericana de la buena.
Para acabar, comentarte que ya te dejé mis manzanas. Saludos.
Muy bueno.
Describes la realidad cruda y desnuda del personaje, de forma impecable. Y ubicas la historia en un contexto pampero que pareces conocer bien. Como lectora, he experimentado una especie de mimetismo con Gualterio.
Los modismos, y ese naturalismo del lenguaje, le dan riqueza a tu relato.
Disfruté de la lectura.
Enhorabuena y saludos.
ALBA, es un relato francamente estupendo, es obvio que tienes «madera» de escritora.
Destaco una frase que me ha gustado:
» Pero en todo paraíso cabe un rinconcico del infierno, y aquí no había de ser diferente». No cabe duda que en toda felicidad siempre hay ese «rinconcico del infierno» que con ese entrañable «ico» has conseguido dulcificar.
¡Suerte!
Gracias F.Beyle por tu amplio y razonado comentario. Me encanta lo que en él dices. Y sí, tienes toda la razón, la historia podría seguir, porque así son las historias, como la vida, largas, cruzadas, complejas. Fíjate si podriamos seguir con la vida de Doña Lasti, que debió ser para enmarcar. El propio estanciero, que de seguro tuvo un mal final. Y Gualterio, ¿qué será ahora de él?. Esto es la literatura, ¿o es la vida? A veces es difícil distinguirlas.
Un saludo.
Tienes una prosa excepcional, Alba Longa. Me alegro de haber leído tu relato. Me ha impresionado la historia.
Un saludo
Con respecto a mi relato te diré que no es una crónica en absoluto aunque pueda parecerlo, pero respeto tu apreciación. Del tuyo te diré que en general me ha gustado bastante, aunque en exceso condensado, demasiada información pero que no desmerece en absoluto el texto. Muy trabajado y como resultado un gran relato. Enhorabuena
Emocionada lectura. Las palabras se te llevan por multitud de imagenes y escenarios casi al vuelo. Me ha gustado mucho, sobre todo el modo de narrar.
Mucha suerte.
Gracias por tu crítica a mi relato. No he criticado ninguno y he leído pocos de los participantes, pero agradezco que me pidieras que lo hiciera porque el tuyo me ha gustado mucho. Muy lindas algunas expresiones y muy bueno el ritmo hasta la muerte del caballo. Combina media sonrisa tatuada en la cara con dosis de congoja. Pero a partir de esa escena, para mí escena final, el relato pierde fuerza, quizás por el vigor que destila el sufrimiento de ejecutor y ejecutado.
Tienes toda la razón Fernán Caballero (¿o mejor Cecilia?) en lo del paralelismo. Fue una de las vivencias más duras de mi vida y, como ya te dije, puedo contarla como algo pasado y superado. Desgraciadamente la meningitis, pese a los avances médicos, sigue dando muchos sustos, muchos más de lo que nos imaginamos.
Bueno, volviendo a la literatura, muchas gracias por tu comentario, tan, tan generoso.
Un saludo.
Muchas gracias Anny Zetto por tan detallado comentario y generoso análisis. Para los que estamos empezando es toda una lección. Sobre lo que apuntas, pues eso, que me lo guardo para mí… de momento.
Un saludo.
Reitero mi comentario. Impactante relato, creo que resultará muy dificil para nosotros, los otros concursantes, escoger entre los finalistas…
Gracias Adafina por este comentario tan elogioso que me dejas. Es de aquellos que, por un lado, casi dan sonrojo de tan generoso, pero por otro dan calorcito al corazón, y hacen pesar que lo que una hace no lo hace tan mal.
Mil gracias, de verdad sinceras.
Un relato magnífico.y ganador -bajo mi punto de vista-.
Muchísima suerte
Alba Longa, tu relato demuestra un proceso de adaptación o degradación en el que se mezcla lo bestial y lo tierno y el triste amparo que proporcionan a los desamparados, causa de su modo de ser.
Que hay formas mejores de morir, es algo que se sabía desde la Edad Media, por ejemplo una película con respecto al verdugo «La sombra de la espada» (Cine Online). También en la historia argentina., se sabe de Marcos Avellanera que ordenaron que lo degollaran con el cuchillo mellado. Hay una gradación para el lector desde el caballo amado hasta la guerrillera y, tanto en el campo como en la ciudad hay lugar para la muerte violenta, aunque al sótano lo sentimos más depravado y es historia ,más cercana.
Con respecto al narrador no hay mucha coherencia, pues habla en «estilo indirecto libre», o sea en tercera persona pero con las palabras de los gauchos (Y entonces,por ejemplo ,no diría «mantra», ni pondría entre paréntesis «colorao».Creo que tendría que haber más precisión en el tiempo y en el espacio, ya que en un yerbatal (la selva) no se arrea ganado. Y el lenguaje gauchesco debe ser más preciso, (sin lunfardos, italianismos, frases dichas como en España, etc. Fijate bien y pulí esto con tiempo..Hay una gran facilidad de palabra y mucha fuerza y garra para enhebrar la crueldad. Con todo, me ha gustado tu relato.
Liria
De nuevo me salto el turno para comentar el interesante comentario de Javier (Liria).
Realmente me ha gustado mucho tu comentario, en especial porque entras en un terreno en el que he tenido muchas dudas. A estas alturas ya nadie debe dudar, supongo, de que soy española. Cuando decidí ubicar este relato en la pampa argentina, tuve muchas dudas sobre cual era el límite entre utilizar un vocabulario gauchesco para dar «color», pero sin caer en un exceso de tópicos y tipismo (me podía ir directamente al lenguaje del Martín Fierro, por ejemplo). Como obviamente no es mi forma natural de expresión, consideré que era irreal, además de peligroso, intentar mimetizar con precisión el habla de las pampas (además ¿de qué zona exactamente?). Si te fijas los términos propiamente gauchos no son tantos (extraídos de diccionarios gauchos), ni la ubicación se precisa demasiado. Prefería moverme en esa ambigüedad espacial, porque además de permitirme una mayor libertad de lenguaje (por ejemplo los yerbatales, en efecto, son de otra zona, pero es una palabra preciosa), me proporcionaba una mayor accesibilidad a todos los hablantes, fueran de donde fueran, y no sólo a los propiamente argentinos (incluso algunos comentarios «critican» el exceso de localismos.
Llegue a barajar la posibilidad de dar el texto a repasar a un amigo gaucho, para darle una mayor precisión, pero lo desestime por los motivos anteriores (me hubiera parecido una traición a mí misma).
Por supuesto que corría el riesgo de que cualquier lector de las pampas notase en seguida estos detalles que señalas, pero preferí asumir esa posibilida en pro de una mayor comprensibilidad. En definitiva lo que me interesaba no era una historia costumbrista, sino indagar en las múltiples razones que pueden llevar a semejantes aberraciones en el alma humana.
Con todo, te reitero mi agradecimiento sincero.
Un saludo.
Gracias Croqui por tu paso y tu lectura. Es tu comentario otro de los que me han llegado porque sin necesidad de extenderte dices todo aquello que cualquiera quisiera escuchar. Sé que me falta mucho, pero, de verdad, así se suben los ánimos.
Un saludo.
Gracias Arponero por tu comentario tan gratificante. En cuanto a lo de desarrollar ideas, ya sabes que no siempre salen las cosas como se quieren, y que cada escrito es un reto nuevo, sin que lo anterior de réditos, si acaso algo de correa.
Tomo nota de tus recomendaciones, puesto que esos libros no los conozco, pero seguro que son buenos.
Un abrazo.
Este relato es una pequeña joya del certamen. La prosa está muy elaborada y las imágenes se describen fuera de tópicos. Resulta una forma muy original de contar una historia y que sea en español castizo o asemejando el español de sudamérica me parece tan sólo anecdótico (si acaso, doble esfuerzo por parte de la autora).
Si es tu segundo relato, sigue escribiendo el tercero, el cuarto, el quinto… De lo que no hay duda, es de que tienes aptitudes y que, de seguir en esta línea, la literatura de dará muchas alegrías.
Gracias Lucio Anneo por tu palabras generosas y el ánimo que me dan.
Un saludo.
Excelente relato, aunque soy partidario de una literatura más ligera, más dinámica, me ha transmitido gratas emociones. Se nota que escribes más poesía que narrativa, aunque en ambos casos, el secreto está en la capacidad de emocionar, entretener, de imaginar e interpretar lo plasmado en el texto.
Voto por este relato
Voto por este relato.
Admirada Alba Longa: quiero agradecerte el detalle que has tenido votando ‘Cartas desde París’. No tengo duda alguna de que tu relato estará en la final del jurado. Permíteme que te diga que mi voto (lástima que sólo disponga de uno) irá para otra historia, casi tan buena como ésta, que me ha arañado el corazón por una cuestión personal, muy personal. Tal vez en algún momento coincidamos y pueda contártela. Toda la suerte del mundo para tí.
Voto por este relato.
Voto por este relato.
Voto por este relato
¡Hola, ALBA LONGA!, bueno, te dije que pasaría por tu relato y aquí estoy. Tu relato me ha gustado mucho, aunque otro me llegó más…
si pudiera votar a dos relatos, el segundo voto sería para ti. Suerte.
Te he de decir que escribes muy bien, con magníficas expresiones y con un sentimiento sincero y tenso que mantiene toda la historia.
Te felicito
Ahí va mi voto
Suerte
Es el relato ganador del concurso. Sin discusiones.
Voto por este relato
Yo lamento también no poder votar dos o tres relatos que me parecen fantásticos. El tuyo es uno de ellos. Lo siento Alba, pero que sepas que lo guardaré con toda mi admiración. Un abrazo
Voto por este relato.
Voto por este relato.
Voto por este relato.
Parece que ya va quedando poco para terminar el certamen y para que podamos saber quiénes serán los finalistas. Será un momento emocionante después de tantos días leyendo, comentando, disfrutando….
Por eso quiero aprovechar para agradecer a todos aquellos que me han leído y, en ocasiones, me han dejado un mensaje de aliento, (especialmente a tantos a los que todavía no he contestado como LuchoX, Cósimo, Templario, Uno, Las trece rosas, Esperanza004, Ágata, Luzzz9, Atenea de fuego, Ruiz de la Muela, Seres entrópicos, Bola de Sebo, Percival, Francis Drake, Sebastián, Violeta, Rosa Azul, Rubén García, Adafina… y espero no haberme dejado ninguno).
También a todos aquellos que me votaron en la primera fase (sin los cuales hubiera sido imposible y que han sido, para mi sorpresa y alegría, tantos), por supuesto también a los que no, porque sus buenas razones tendrían.
Y, por último, agradeceros mucho a todos los que me estáis votando en esta segunda fase, puesto que -independientemente de que gane o no- no os imagináis la inyección de moral que suponen para una escritora desconocida, como es mi caso, que trabajo completamente apartada del ambiente literario (especialmente en narrativa) todos y cada uno de los votos que me voy encontrando cada vez que entro a la página. Es un recordatorio permanente de que las horas invertidas en esta pasión, tienen receptores, no se han perdido, y, de alguna manera, nos ponen en contacto por encima de distancias y tiempos.
A todos, millones de gracias.
Tal vez tengamos ocasión de saludarnos personalmente, tal vez…
Saludos sinceros
Escribo este comentario como, supongo, un marido adúltero confiesa a su mujer (aún amada) su recién cometida infidelidad. Porque, querida Alba Longa, sin duda para mí eres la ganadora (en un ajustado mano a mano con Hara Kei, Violeta y Antístenes), y si no hubiese un reconocimiento final (y, no nos engañemos, el más importante), mi voto habría sido para ti. Al final, convencido de ya te has ganado al jurado, he preferido darle «otro sentido» a ese modesto voto… en fin, alteraciones mentales de los perdedores que espero que nunca te aquejen.
Quede por tanto dicho que celebraré sinceramente tu victoria y que, como me pasa con otros tres o cuatro compañeros de los que serán finalistas, de ahora en adelante buscaré periódicamente vuestros nombres en la red para comprobar que continuáis por la buena senda y, si es posible, para seguir disfrutando vuestras historias.
P.D. Me sigue pareciendo asombroso que éste sea tu segundo relato. Enhorabuena.
Enhorabuena por ser finalista y mucha suerte en la final.
¡Enhorabuena, ALBA LONGA!, me alegro un montón que estés también en esta final, creo que todos lo dábamos por hecho…¡Te deseo mucha suerte! Un abrazo.
Estimada Alba Longa:
¿Que puedo decir sobre tu relato que ya no se haya dicho? En un comentario anterior escribí que no tenia ninguna duda de que estarías entre los finalistas. Escribiendo de la forma que lo haces, es fácil jugar a ser adivina. Mi más sincera enhorabuena y suerte, suerte, suerte.
Mucha suerte.