- 7 Certamen de Narrativa Breve 2010 - https://www.canal-literatura.com/7certamen -

3- Eso que llaman Amor. Por Isaac Albín

Para: xxxxxx@hotmail.com
De: xxxxx@gmail.es

Asunto: Hasta nunca.

Te escribo desde mi nuevo ordenador, que está sobre mi nueva mesa, en mi nueva habitación, de mi nueva casa, de mi nueva ciudad. No trates de buscarme.

Como tal vez no recordarás, hace más de seis meses que no nos vemos. Nuestro último encuentro fue suficiente para acabar de darme cuenta que eras el elemento que estaba terminando de joder mi vida. Supongo que a estas alturas aún te estarás preguntando que es lo que has podido hacer mal, tú que eres tan perfecto. Nunca, por muchos años que viva podré olvidar tu clasificación de las personas, están los guays y los no guays, y éstos últimos son los que no se parecen a ti o no viven como tú; qué profundo eres, amor.

Para serte completamente sincera no has hecho nada malo, solo ser como eres, que ya es bastante. En realidad la culpa de que nuestra relación terminara es mía, se me cayó la venda de los ojos y te vi como realmente eres, guapo, viril, arrogante, pendenciero, superficial y profundamente narcisista. ¿Qué como no me di cuenta antes? es sencillo amor, el sexo siempre fue tan genial contigo que nubló el resto de mis sentidos.

¿Recuerdas la primera vez? Acababas de volver a casa de tus padres tras un par de años viviendo con tu exnovia, quien en un arrebato de lucidez te abandonó por otro hombre. Yo aún estaba en la Universidad, no teníamos dinero, y tuvimos que esperar a que tus padres se fueran a comer a casa de una de tus grotescas tías para poder estar por primera vez a solas. La situación era patética, ahí estábamos dos adultos intentando hacer el amor en la cama de tu infancia, en la que apenas cabía una persona, mientras nos observaba desde la cabecera la foto de tu primera comunión.

En aquel momento apenas llevábamos un par de meses saliendo. Nos habíamos conocido por casualidad, de la forma más simple, compartiendo mesa en unas clases inglés a las que ninguno de los dos prestamos atención. Tras dos semanas rechazando tu invitación a tomar algo (no sé si recuerdas que yo tenía pareja en aquel momento) por fin acepté. ¡En que hora! Antes de que me diera cuenta estabas desplegando todas tus armas de experto cazador, y yo, como la boba que he sido siempre, caí en tus redes. Tuve un par de momentos, estando sentada en el sofá de casa de tus padres viendo como gritabas a tu equipo de futbol, o tratando de tener una conversación mínimamente inteligente con alguno de tus espabilados amigos, que pensé que narices estaba yo haciendo con semejante garrulo, pero cualquier atisbo de razón fue ahogado por el resto de mis sentidos.

Cuando echo la vista atrás lo primero que me viene a la mente, para que negarlo, son tus ojos, con ese color verde esmeralda tan profundo en el que cualquier mujer podría perderse para siempre, o los rizos de tu pelo, tu espalda, tu voz… aún hoy me sorprendo a veces rememorando hasta el más mínimo de los detalles de tu anatomía. Recuerdas cuando me dio por llamarte mi David, porque tus músculos eran tan perfectos como el de Miguel Ángel, y tú pensante que te comparaba con un exnovio, en fin…

Si he de ser sincera, sobre todo conmigo misma, el placer que me dabas hizo que mereciese la pena tener una relación contigo. Todavía puedo sentir como las yemas de tus expertos dedos seguidas del tenue roce de tus labios recorrían mi cara, mi cuello, y bajaban hasta mis pechos, donde se detenían lo imprescindible pero también lo necesario para que te pidiera, que te suplicara, que continuaras el camino emprendido. Cuantas veces he soñado con tu lengua.

No había nada que no estuviera dispuesta a probar contigo. Prácticamente no tenías ni que preguntar, sabías como hacer que me rindiera a tus caprichos con tan solo insinuarlo. Hubo un momento en el que solo podía pensar en estar contigo, todos los demás aspectos de mi vida pasaron a un segundo plano, nada, salvo el inabarcable mar de sensaciones que se abría paso al filo de tus ojos verdes, tenía importancia.

¿Qué si te amaba? Supongo que en cierta forma, si. No era amor en el sentido romántico de la palabra, no creo que los sentimientos inspirados por una relación basada en la práctica compulsiva del sexo se los pueda considerar amor, pero se le parecen mucho. Si lo pienso detenidamente, creo que la acepción más exacta para definir lo que me unía a ti era necesidad, yo necesitaba verte, sentirte, tocarte, dejar que me penetraras una y mil veces hasta que ya no supiera mi nombre, hasta que ya no pudiera ver la sordidez que nos rodeaba.

¿Y tú, mi amor, me quisiste alguna vez? Ahí si que estoy segura que no. Si realmente me hubieses amado no me habrías manipulado como lo hiciste para moldearme según la forma de tus deseos, para que fuera la imagen de tus perversiones… No me habrías gritado si llegaba tarde a alguna de nuestras citas o decía algo que no encajaba dentro de su estrecha visión del mundo, me habrías llevado más allá de las cuatro paredes de la habitación de tu infancia o de aquel sucio hostal de la calle San Bernardo, me habrías preguntado en algún momento por mi vida y, por encima de todo, no te habrías acostado con media ciudad estando conmigo.

No sé muy bien en que momento comencé a ver las cosas con claridad, o mejor dicho, a ver sin más. Creo que fue cuando tuve que rendirme a la evidencia de que me engañabas con toda mujer que cruzara en tu camino, cuando por fin comencé a percatarme de la realidad que nos rodeaba, de tu actitud hacia mi. Tampoco puedo decir que me engañaras, en todo momento fuiste muy claro conmigo, nunca te habías comprometido con nadie y yo no iba a ser una excepción. Afortunadamente para mi, pues llegué a estar tan obnubilada por todos tus encantos que de no haber sido tan engreído y despegado tal vez aún estaría esperándote en aquel asqueroso hostal, a pesar de saber que nunca tendríamos un futuro juntos.

Me costó trabajo despegarme de ti, no lo voy a negar, pero me allanaste mucho el camino. Cada vez que conocía uno más de tus engaños era aún más duro que en el anterior. ¿Cómo podías ser tan cruel? supongo que te deleitaba contarme todos los detalles de tus aventuras mientras estábamos en la cama, era evidente que te excitaba, te hacía sentir muy hombre, sobre todo conmigo, pero el colmo fue cuando me dijiste que yo era especial porque era la única que conocía la existencia del resto; sabía que era un objeto, pero aquel día conseguiste que me sintiera uno.

Sé que en cierta forma me has echado de menos. Me contaron que fuiste a mi antiguo trabajo preguntando por mi, me sorprendió mucho, estuve a punto de volver, pero entonces recordé que tal vez simplemente habías sentido herida tu hombría porque yo, y en eso sí que conseguí ser la única, te había abandonado sin ninguna explicación.

A estas alturas te estarás preguntando el por qué de este correo electrónico, es sencillo amor, sólo quería decirte que te he superado, que puedo vivir sin ti y, sobre todo que he encontrado a otro amante mejor.