- 7 Certamen de Narrativa Breve 2010 - https://www.canal-literatura.com/7certamen -

8- Las yeguas de Pedro. Por Mabel

Me costó lo suyo entender a la prima Rocío. Cuando en las carreras de caballos me llamaba ingenua; de hecho era una palabra nueva para mi, como embelesada, aunque esta última sonaba mas dulce y melódica. Me decía que era muy joven, que ella ya sabía de los mozos que montaban los caballos, y que eran unos machistas y arrogantes, y que no era a la única que miraban las rodillas asomándose bajo la faldilla y haciendo fiu-fiu con los labios. Pensé que la prima Rocío era una envidiosa porque a ella, la burlaban por sus carnes desbordadas y el pelo de color zanahoria. Embelesada como diría ella, no faltaba ningún Domingo a ver a mi Pedro como atizaba a su yegua y corre que corre atravesaba el primero la meta para lanzarme un guiño desde la victoria. ¿Ingenua? ¡ja! Envidia bonita, que no te comes un rosco y me llevo al jinete ganador; no se lo dije , pero me lo leyó en los ojos, y meneo la cabeza haciendo volar sus trenzas rojizas.

            Nimbada por halagos mas dulces que el algodón de azúcar, acepté  la propuesta de matrimonio de mi Pedro, y loca de alegría se lo conté a la prima, que con los ojos mas abiertos que una lechuza me repitió lo de que era una ingenua, y que a Pedro no le gustaba montar siempre la misma yegua; luego guiño un ojo, y yo le contesté que no me importaba, que a mi me gustaba hacer ganchillo y que cada cuál tenía su entretenimiento. Ella resopló como si pensara que era tonta, y no hizo falta que volviera a decir la palabrita pues ya deduje que me quería llamar eso otra vez. Pasaron los meses y me casé de blanco con mi Pedro, nos llevaron en carruaje de caballos negros, y venga arroz y arroz; y muchos ¡Que se besen los novios!. La primera noche tenía que ser especial y así se lo hice saber a mi Pedro, que aunque creo que no me entendió bien, pues no paraba de decirme que ya había montado mas yeguas, yo le decía que no hablábamos de caballos y él me sorprendió cuando de repente me llamó ingenua.

            Pasaron los años y mi Pedro ya no era el mismo jinete de antes, ya no me miraba las rodillas ni me hacia fiu-fiu con los labios cuando salía de la ducha. Un día decidí seguirle, pues harta de escuchar siempre la misma palabra, la busqué en un diccionario y entonces entendí lo que significaba, y todo ahora tenía sentido. ¿Qué yo era tonta? No hubiera hecho falta seguirle para descubrir lo que estaba pasando, pues lo deduje mucho antes de que mis ojos avistaran la horrorosa escena. Mi Pedro encaramado a las rebanadas de carne de mi prima Rocío y muaks-muaks exagerados que me hicieron gritar haciéndolos caer casi de culo:

            ¡Panda de sinvergüenzas! Que creíais que nunca os pillaría, como me volváis a llamar ingenua, a ti Rocío te corto las trenzas y  tu Pedro, te quedas sin yegua.