17-Noches en vela. Por Escorpiana

La ciudad entera soñaba. Únicamente el sonido del viento se colaba de vez en cuando por  las rendijas abiertas que dejaba el silencio.  Las horas pasaban despacio, tediosas, desde que decidió que aquella noche no había sido concebida por los dioses para que ella pudiese dormir.

Él siempre dormía de día.

Las calles se sucedían una tras otra como si fueran ellas las que caminaran y Gilea solo se mantuviese en pie.  Un caserón enorme que nada pintaba en medio de tanto asfalto, se acercaba a paso lento hacia ella.  Se sentía en otro mundo, ajena a todo lo que no estuviese delante de sus ojos y, delante de ellos solamente una gran puerta de madera, vieja y majestuosa había llegado para ocupar todo su campo de visión.

Fernán había decidido no salir de casa aquella noche. Esperaba visita.

Un pellizco en el estómago avisó a Gilea de que algo importante estaba a punto de suceder.  Empujó lentamente la puerta y ésta cedió sin oponer resistencia, a pesar de los kilos de antigüedad que oxidaban sus bisagras.  El interior temblaba entre ocres y sombras, al ritmo de las velas. Cada escalón que ganaba era un aliciente para una exquisita ansiedad que oprimía su pecho cada vez con más viveza.

Apartó la vista del fuego que calentaba la habitación.  Siempre tenía frío.  Era un frío de soledades enormes, de vacíos de hielo, de indefinidas ausencias.

El interminable pasillo de la planta superior se abrazaba a sí mismo dejando un breve espacio para el oxígeno y la tenue luz que llegaba a hurtadillas desde la escalera.  Al fondo, otra luz pugnaba por escabullirse por la rendija que dejaba una puerta entreabierta.

Se levantó del sillón. El fuego se reflejaba en su largo pelo rojo dando más intensidad al color y restando protagonismo a la melancolía eterna que irradiaban sus ojos. Gilea abrió la puerta, despacio. Su corazón latía profetizando el mundo que había soñado siempre y que siempre olvidaba al despertar.   Algo comenzaba y terminaba en aquella estancia.  Se acercó en silencio.

Él miró cómo se acercaba.

Ambos miraron al alma del otro y vieron su belleza escrita en algún rincón de ellas.  Cayeron de rodillas, entregándose a un deseo más profundo de lo que pueda sentir un cuerpo.  Un sol de fuego enmarcaba sus besos.  Las frías manos de Fernán robaban la calidez de Gilea con sus caricias y ella decidió entregarle todo su calor aquella misma noche.  Fernán la desnudó despacio, explorando cada centímetro de piel que descubría. Gilea dejaba su aliento reposar sobre su cuello y con sus temblorosas manos se aferraba al largo cabello de Fernán.  Su piel ya no era suya si él la tocaba, sus labios se desvanecían en cada beso y volvían a formarse para ser besada eternamente… se dejaron caer sobre la alfombra, abrazados, unidos los cuerpos, sintiéndose en cada roce el uno al otro y sólo ellos.  Un mundo de humedades se abrió ante el deseo que apremiaba.  Gilea sintió toda la fuerza de un sueño ya vivido entre sus piernas. Con ellas rodeó el cuerpo de él atrayéndolo hacia sí, intentando crear un único mundo donde habitasen dos almas.   Fernán rozó el cuello de ella con sus labios justo cuando un relámpago comenzaba a trepar desde los pies de ella hasta su espalda, y de allí hacia su cintura haciéndola temblar entre los brazos de él…no pudo esperar más y clavó sus colmillos, atravesando la suave y blanca piel de Gilea.  Ambos se estremecieron a un tiempo, en una extraordinaria sinfonía de placeres.

A la mañana siguiente, un par de cuerpos se disponían a dormir plácidamente en el sótano del caserón.  Él detrás de ella, rodeando su cintura con un brazo y con el otro formando una confortable almohada donde Gilea reposaría su cabeza el resto de los días de toda la eternidad.  Dos cuerpos fríos destinados al cálido amor de las noches en vela.

Y que diga la gente que los vampiros no tienen alma.

6 comentarios

  1. Carmen Andújar

    Relato muy poético y bien escrito con un buen final.
    Te deseo suerte

  2. Muy bueno, Escorpiona. Sabes mezclar lo poético con el terror.

  3. Siempre he sentido cierta simpatía por los vampiros, será porque soy un demonio y en parte tenemos las mismas inclinaciones.
    Bonito relato.

  4. Me encanta tu relato. Me gustaría votarlo, pero no sé ni dónde ni cómo ni cuándo.

  5. MUY BUENO TU CUENTO, DEMUESTRAS QUE NO ES NECESARIO ESCRIBIR PÁRRAFOS Y MÁS PÁRRAFOS PARA CONTAR UNA BELLA HISTORIA DE AMOR. FELICIDADES

  6. HÓSKAR WILD

    La atracción de los caserones en la colina sobre los que se posa la luna. El deseo de entregarse a un desconocido. La búsqueda del amor eterno.Bello, poético. Enhorabuena y suerte.

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