192-La Guerra por los Bemaizoles. Por Ilario Toro

Halló la raíz del conflicto en un documental fechado un siglo y medio atrás. Eugenio Colaiacovo se refugió en la estación espacial Omega XXIII para revisar cada uno de los testimonios audiovisuales que recopiló en sus expediciones.

 

Por más de dos décadas visitó tanto los territorios devastados de Euroasia como los campos protegidos de Transamérica y Multiáfrica. Su rol de investigador le abrió puertas que aún permanecen cerradas para los combatientes de las naciones que luchan en la V Guerra Mundial.

 

Ingresó, a los veinticuatro años de edad, al ejército Indoamericano. Lo hizo al aceptar la invitación del Alto Mando para integrar el equipo de desarrollo de antídotos contra los tóxicos de sexta generación generados en los laboratorios de la Confederación Zidú.

 

Este grupo enemigo estaba conformado por jóvenes gobiernos, surgidos en los albores del siglo XXII por la desintegración de las naciones euroasiáticas. Pequeñas extensiones territoriales y un número reducido de habitantes eran el denominador común entre estas patrias venidas a menos.

 

Ante su inminente desaparición estos países, unidos en la Confederación Zidú, convinieron en crear los soldados robots Gandols para sumarlos a la batalla. Al otro lado del océano Atlántico las tropas eran integradas en su mayoría por soldados de carne y hueso.

 

Al inicio de esta guerra, en el año 2113, el gobierno Indoamericano usó sus recursos materiales para alimentar a su mil millonaria población y no destinó lo necesario para enfrentar lo que se convirtió en un teatro de operaciones lleno de desigualdades.

 

Colaiacovo consiguió en sus búsquedas algunos caminos para encontrar el fin a una lucha, similar a las guerras medievales que perseguían la expansión territorial. El objetivo de los promotores de la V Guerra Mundial era conquistar los espacios propicios para el desarrollo de los combustibles orgánicos de séptima generación, Bemaizoles.

 

Neutralizar a los ejércitos robotizados y proteger los extensos territorios que existen entre el Atlántico y el Pacífico fue la misión del científico devenido General.

 

II

 

Colaiacovo, con 50 años de edad, era uno de los militares indoamericanos más experimentados en lo que a estrategia se refiere. Su apariencia no revelaba esta condición. Se le veía como una persona tímida, de movimientos pausados. Reflexivo y contemplativo.

 

Aceptó la misión después de superar las muertes de su esposa y de sus dos hijos. Víctima de la guerra esperó el tiempo propicio para aclarar que su motivación no fuera el producto de una venganza personal, sino de un objetivo superior: alcanzar la paz.

 

Para lograr el convenio entre las naciones debía atender dos escenarios simultáneos. Uno el del campo de batalla, para el cual su rol científico sería primordial. El otro en el foro de las ideas, en la Asamblea de las Naciones.

 

Estudió minuciosamente la programación con las que habían sido creados los Gandols desde su primera versión. Logró intervenir algunos comandos capaces de distraer órdenes emitidas desde el Sistema de Control Central.

 

El resultado de este tipo de acciones tuvo poca efectividad. La inteligencia artificial de la milicia Zidú activaba alarmas que eran atendidas instantáneamente. Desechó una solución informática y decidió estudiar los componentes mecánicos de los androides para encontrar su punto débil.

 

Descubrió que entre la versión Beta 15 y la Gamma 3 los constructores disminuyeron la cantidad de Fruyu, una aleación del oro con cantidades menores de metales blancos principalmente de plata y níquel, similar en apariencia al Electro pero con mayor resistencia y memoria de forma que el Nitinol.

 

El Fruyu se había marginado por sus altos costos. Siete décadas después la situación había cambiado y Colaiacovo encontró en éste producto la solución a su primer escenario.

 

El ejército Indoamericano desarrolló su maquinaria bélica, con este elemento que había sido rechazado por sus enemigos, y obtuvo buenos resultados.

 

Había alcanzada la paridad en el campo de batalla, era el momento de encontrar la solución política-diplomática.

 

III

 

Un archivo fichado en la desaparecida Biblioteca Virtual Suramericana reveló al General Eugenio Colaiacovo el por qué de los males de su generación. El documento digital mostraba los primeros momentos de la hambruna mundial, aún vigente.

 

En la tercera década del siglo XXI se registró el desabastecimiento de alimentos básicos para la dieta diaria del 90 por ciento de la población mundial. El origen del problema fue la lucha por el control energético.

 

Los sectores dominantes de la economía decidieron en aquel momento romper de manera definitiva sus relaciones con los productores de petróleo y aceleraron el desarrollo de biocombustibles. Le mostraron a la opinión pública los supuestos beneficios ecológicos y económicos del uso de estos recursos naturales.

 

Desestimaron los aspectos negativos del cambio de utilidad de los alimentos. Veinte años antes organismos multilaterales denunciaban su utilización y proclamaban que el costo de los alimentos subía.

 

La decisión tomada respondió a intereses económicos, no sociales. Al mismo tiempo, que la inversión hecha para el desarrollo de los nuevos productos aumentaba de manera descontrolada.

 

El hambre generó luchas internas en las naciones. La anarquía se apoderó de los habitantes de la tierra. De allí el constante desmembramiento de las naciones y la proliferación de conflictos armados.

 

Al mismo tiempo, los defensores de los biocombustibles iniciaron conflictos transoceánicos en la búsqueda del control de amplias extensiones de terrenos fértiles para la siembra de sus materias primas.

 

Al ver aquel archivo, Colaiacovo supo que el único camino efectivo era volver al origen del problema. Convocó a todos los actores de la V Guerra Mundial, llamada también “La Guerra por los Bemaizoles”, a una asamblea extraordinaria, en el Anfiteatro Kaboja del Atlántico Medio.

 

Reivindicó los discursos de la primera década del siglo XXI. La realidad demostraba lo errado de seguir avanzando en el camino de los Bemaizoles. Terminó su discurso sin recibir aplausos.

 

El silencio, que siguió a sus palabras, fue interrumpido por la incursión del grupo elite de la milicia Zidú que lo apresó.

5 comentarios

  1. Indudablemente le falta un argumento sólido. En las historias de ciencia ficción no basta con inventarse palabras rimbombantes. Parece más una crónica que un relato.

  2. Puesto que me pides explícitamente mi opinión, te la brindo, confío en que no te la tomes a mal.
    Es evidente que tienes algo que contar (en tu caso, es evidente que mucho), lo más importante para ser escritor, pero, quizás, la aproximación que has hecho al género no es la más adecuada. En tu historia hay demasiados sucesos y demasiado resumidos y, para mi gusto, la historia es demasiado objetiva, pues te limitas a referir los hechos desnudos y escuetos; me gustan más las historias más psicológicas, tamizadas por el punto de vista del protagonista o el narrador. Pienso que las normas están para orientarnos, no para someternos a ellas, pero contravienes algunas de las convenciones del género, en especial la de que el argumento del cuento debe abarcar un breve lapso de acontecimientos.

    Suerte.

  3. Lo siento muchísimo. Quien pidió mi opinión fue el autor del relato anterior y, por error, he leído y comentado el tuyo. Espero que no te moleste.
    Mil disculpas.

  4. La imaginación al poder. Mucha suerte, comandante Colaiacovo en esta aventura.

  5. No es fácil escribir sobre estos temas, quizá te falta dejar de ser objetivo, como dice valentina, y sugerir más las situaciones. sin embargo hay que felicitarte Ilario

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