95-Sombras. Por Soledad
Anoche, mi madre me preguntó si había vuelto mi padre del campo. Le anudé la servilleta al cuello y le di cucharadas de sopa mientras le ponía al corriente de las últimas novedades del pueblo.
Anoche, mi madre me preguntó si había vuelto mi padre del campo. Le anudé la servilleta al cuello y le di cucharadas de sopa mientras le ponía al corriente de las últimas novedades del pueblo.
No mide más de uno cincuenta, de formas tan redondeadas que podría resultar atrayente como cojín. Sus manos, gastadas, muestran la rigidez propia de los engranajes oxidados.
Anoche mi madre sufrió un infarto. Mi madre es diabética y de vez en cuando nos da algún susto. La doctora siempre ha dicho que su corazón es como el de una joven; por eso no te esperas un infarto.
De espaldas a nosotros, el hombre que vemos sentado frente a la gran ventana del modesto salón se nos revela triste. Aun sin poder ver sus ojos, lo sabemos por el abandono de su cuerpo recostado sobre la mesa de comer casi cuadrada.