Tengo que contar un secreto. Si no lo hago hoy voy a reventar, porque llevo callándolo tanto tiempo, me ahoga de tal manera no poder compartirlo con alguien, que sé que ahora ha llegado el momento. Sobre todo porque no traiciono mi palabra de ninguna manera, pues no lo revelo a ninguna persona física, sino a estos folios en blanco que no van a ninguna parte.
Tiene que ver con la Noche de Reyes de mi octavo cumpleaños ( nací un 6 de enero así que mis festejos particulares coinciden con tan bonita fecha ). Como decía, esa noche mágica, como todas las anteriores, yo estaba desvelado y nervioso, además una dolencia estomacal me hacía ir y venir al baño con mucha frecuencia. Serían las 4 de la madrugada cuando volví a levantarme por enésima vez camino de la luz que mi madre había dejado encendida en previsión de mi tripa suelta. Noté que una claridad tenue salía del salón y unas sombras se reflejaban en la pared opuesta del pasillo, gigantescas, doradas, anchas de ropajes. Yo no recordaba haber visto en mi casa ninguna lámpara que diera ese color ambarino-azulado, así que me acerqué sigiloso a indagar lo que se estaba cociendo en ese extraño ambiente. Nunca fuí un niño cuidadoso – mejor no preguntar a mis padres – por lo que dí un cabezazo en el quicio de la puerta de modo que retumbó el cristal cuadriculado que llevaba incorporada la madera. Lo que vieron mis ojos me dejó clavado al suelo como un imán, y no sé si sabré contarlo con mediana claridad ahora que ya tengo mis 40 años bien cumplidos.
¿Cómo decir que allí estaban, en cuerpo y alma, los Tres Reyes Magos? ¿Cómo esperar que me escuchen sin evitar la sonrisa de condescendencia que acompaña a quien está asistiendo a las alucinaciones de un niño, o de un loco? Bueno, nada espero, nada me debe quien me lea, suponiendo que alguna vez este escrito caiga en manos de alguien; ya he aclarado que me conformo con poder, al fin, aliviar mi alma en la virginidad de estas cuartillas. Efectivamente es el sueño de todo niño VER a los Reyes, y tan fuerte es el deseo que creen firmemente haberlos visto, al menos una vez en la vida, montados en sus flamantes camellos; incluso son capaces de describir al detalle sus capas de colores y sus barbas variopintas.
Vale. En eso estamos todos de acuerdo. Pero es que resulta que YO LOS VI de verdad, y no sólo eso, sino que mantuve con ellos una secreta conversación, y que de esa conversación se derivaron una serie de hechos, que…….bueno, vayamos por partes.
Mi cabezazo en la puerta llamó su atención de manera que los tres, afanados con una bici que resultó ser para mi hermana, levantaron sus ojos hacia mí dando un respingo y abriendo sus bocas barbudas con la misma sorpresa que yo demostraba. Callaron unos segundos, se miraron entre sí, y volvieron a mirarme, acercándose despacio, muy despacio, mientras yo no movía ni un músculo de mi cara ni osaba levantar un pie para salir corriendo. Les sonreí. Les sonreí largamente y me pareció que pasaba una eternidad.
Cuando llegaron a mi lado, uno de ellos se arrodilló y plantó su cara frente a la mía :
_ Así que aquí tenemos al pequeño Damián
_ Si
_ ¿Tu sabes quién soy yo?
_ Melchor
_ ¿Y qué vamos a hacer ahora, Damián?
_ No sé………..¿dónde están los camellos? _ una pregunta evidente, claro está. Yo me afanaba por mirar hacia la ventana que me tapaba el oscuro Baltasar con su gran capa azul y blanca.
_ Están en el jardín, descansando. Mejor no molestarlos.
_ Mañana es mi cumpleaños. ¿Me traéis también otro regalo mas?
Ellos se echaron a reir y yo me extrañé de que mis padres no se despertaran con este barullo que había montado en el salón, a tan pocos metros de su cuarto.
_ ¿ Por qué estás levantado tan tarde, muchacho? ¿No sabes que hoy hay que dormir mucho?_ Esta vez era Gaspar quien hablaba y pasaba su mano alborotando mis rizos, ya despeinados de por sí.
_ Es que estoy malito de la tripa y he vomitado.
_ Vaya, vaya, día de Reyes, tu cumpleaños, y malito……algo habrá que hacer con eso.
Entonces formaron un círculo hablando en una Lengua que yo no entendía, en voz alta, sin miramientos, lo que me hizo sorprender de nuevo ante el sueño profundo de mi madre, normalmente alerta a todas horas del día y de la noche. ¿Estaría ella enferma también y por eso dormía así?
Yo les miraba sin parpadear, ellos me miraban de hito en hito y me sonreían en medio de ese idioma tan extraño, que a mí me sonaba a mucha H y mucha J. Los dientes blanquísimos de Baltasar resaltaban al contraste de la luz violeta que se había apoderado de toda la habitación y yo no podía apartar de él mis ojos hipnotizados. POR FIN volvieron a prestarme atención. Melchor, que ya estaba claro que era el mandamás del grupo, tomó de nuevo la palabra para hablar conmigo ( menos mal que en castellano, si no, lo que me hubiera perdido).
_ Damián, eres un niño bueno ¿verdad? _ Yo asentía con la cabeza _ Y mañana cumples 8 años y encima te duele la barriga _ otra vez asentí silencioso.
_ Pues hemos decidido ofrecerte un regalo único, escucha bien, U-NI-CO. Ninguna otra persona en el mundo lo tiene mas que tu, porque hasta ahora nadie nos había visto de verdad. ¡ Fíjate, desde el Niño Jesús no ha habido otro niño, sólo tu ! Eres un muchachote con muuuuucha suerte…..( Yo asentí de nuevo, mudo de emoción y con el corazón a punto de estallarme).
Sacó de un bolsillo oculto de su capa una bolita dorada que cambiaba de color con una rapidez inusitada, ahora roja, ahora verde, ahora violeta y rosa. Era pequeñita, muy pequeñita, mucho mas pequeña que mis canicas, y parecía tener dentro de sí todos los colores del arco iris, y muchos mas que yo no había conocido nunca. Me dijo que era «El Cronómetro de los Minutos Felices» ; que recurriera a él cuando algo me afligiera en extremo, cuando me sintiera verdaderamente desgraciado, pero cuidado, no debía malgastar esos minutos con tonterías.
_ ¿Sabes a qué me refiero con tonterías? _ y yo imaginaba mis peleas con mi hermana Susana, en las que yo acababa castigado en un rincón y ella llorando rabiosa y victoriosa. _ Debes llevarlo siempre contigo, y tocarlo cuando quieras cambiar un momento triste de tu vida por otro mas alegre, pero has de guardarlo en un lugar donde sólo tu sepas que está. A ver, dime dónde.
Me rasqué la cabeza pensando y ellos aguardaron pacientemente mi decisión.
_ Ya sé, en la nariz. Mi hermana se frota la nariz imitando a una niña bruja de la tele que consigue así lo que quiere. Se llama Tábata.
_ Muy bien _ dijo Melchor muy solemne. Me apretó la nariz con un gesto suave y me dijo que ya estaba colocada.
_Gracias _ y me icé de puntillas para darle un beso. Entonces los tres me estrecharon la mano como caballeros que éramos, y cómplices de un secreto universal.
_ Ahora vete a la cama, que nosotros tenemos que seguir trabajando. Y no toques los regalos que hemos dejado junto a la ventana, no debes mirarlos aún. Recuerda que eres un chico con mucha suerte, y que llevas en ti 525.600 minutos de Felicidad. (Esa cifra no entraba en mi cabeza ni supe su auténtico valor hasta que unos años después me molesté en calcular que equivalía, exactamente, a un año de Felicidad.
_ Anda, vete ya_ me apremió, con una palmadita en la mejilla.
Con mucho esfuerzo logré separarme de ellos, pero antes toqué una a una sus capas sedosas , no sé por qué ese capricho. Me acompañaron al pasillo para verme desaparecer en mi habitación. Antes de entrar volví a mirarlos: vi sus cabezas escalonadas y atentas y dirigí mi manita en alto hacia sus sonrisas luminosas y sus blancas barbas. Me metí en la cama y, pese a la agitación de mi pecho infantil, me dormí casi de inmediato, sin caer en la cuenta de que ya no me dolía la tripa ni tenía la boca seca y áspera.
Desperté temprano con los gritos de mi hermana, que hurgaba histérica entre los regalos. Abrí los míos, ya no recuerdo cuáles, ni de eso se trata ahora. Sé que estuve extraño a los ojos de mis padres y que busqué durante todo el día un motivo para probar el artilugio mágico que ocultaba en mi nariz respingona. Pobre infeliz, ya la vida me haría el gran favor de otorgarme minutos -y horas- de extrema infelicidad, y ocasiones no me faltaron para confirmar que los Reyes no me habían engañado: cuando llegaba a casa con malas notas y recibía el esperado chaparrón de reproches y cachetes en el trasero, o cuando comencé a sufrir mis primeros desengaños amorosos de adolescente barbilampiño, y los segundos, de mocetón impertinente. Así, al mínimo indicio de angustia, toqueteaba un par de veces «el sitio encantado», y mi mente vagaba entre imágenes asombrosas de paisajes desconocidos, de gentes amables que se dirigían a mí con dulzura, que me guiaban por una realidad muy distinta a la que yo vivía con el corazón encogido.
Según fuí creciendo adquirí conciencia de que debía administrar con sumo cuidado esos 525.600 minutos. ¿Qué es, al fin y al cabo, un año de Felicidad Extra dentro de una vida humana? Apenas un suspiro…..
Hace unas semanas agoté el cupo: desde entonces me siento vacío, triste, desamparado. Tengo un hijo de 4 años, y sé lo que me espera en los próximos 6 ó 7 : espiarlo en un desvelo enfermizo cada Noche de Reyes por si él hubiera heredado mi buena fortuna, y en un descuido propio de la edad (digo yo que por muy Magos que sean ya van siendo mayorcitos), mi hijo los sorprenda en el salón, y no les quede mas remedio que entregarle, como hicieron conmigo hace 32 años, ese Regalo Ú-NI-CO.
Un relato delicioso… de esos que al final te dejan un agradable sabor en la boca y el corazón pensativo.
Y el estilo narrativo es pulcro y claro, algo que es muy de agradecer.
[Cruzaré los dedos y lo que haga falta ;-)]
Un canto a la esperanza.
La magia, y los milagros, existen.
Si muy bonito, muy bonito, pero el final no me lo esperaba, un poco egoista el rapaz, todo lo gastaba en él y parecia algo como la canción de los Beatles, Lucy in de sky with diamons, …¿No seía que la bola esa de la felicidad fuese un ….Bueno se me entiendo?
Te deseo mucha suerte en el concurso, Campanilla.
Saludos.
Me ha gustado mucho, es diáfano, limpio, de lectura ágil. Además nos evoca cosas, pues muchas cosas que tenemos incorporadas desde niños van más allá de los seis de enero de nuestras vidas.
Cruzo los dedos de las manos y de los pies.
Muy bonito, tierno y emotivo.
Enhorabuena, es precioso.
En este relato tan animado y límpido, se revela un metalenguaje que aplicado semánticamente al contexto del mismo, reflexiona sobre referencias de situaciones arcánicas, inspiradas en leyendas élficas y que a su vez tienen un paralelismo con los inconscientes y las memorias colectivas de la tradición en su más pura y clásica acepción mantenida a través del lenguaje y escritos desde tiempos pretéritos por nuestros ancestros.
El cuento me ha llevado a recordar cuando inventaba historias para mi hijo sobre los RR. MM. de Oriente: una vez, con las prisas, se dejaron olvidado uno de los camellos en la terraza del salón; el niño lo descubrió por la mañana, antes que a sus regalos, comiéndose la palmerita enana del macetón y los flecos de las cortinas… Y mi hijo se reía a rabiar y los padres del niño, cuando se percataron del problema, llamaron a la Sociedad Protectora de Animales pidiendo consejo y ayuda. Tanto el niño como mi hijo protestaron con todas sus fuerzas, porque su ilusión era otra bien distinta a la solución que se avecinaba.
Me ha gustado tu historia, Campanilla. Agradecido por la evocación.
Me ha gustado el comentario del profe.
El tema está un poco trilladito y en general me resulta algo blando, aunque no dejo de reconocer que al menos estilísticamente el relato tiene algún valor.
Te deseo suerte en el certamen.
Concretando; para los tiempos que nos tocan, se soporta la relatividad anímica y fantástica del relato en unas ciertamentes susodichas analogías concatenadas con la lógica elemental qu postula Levi Strauss (NO ES EL DE LOS PANTALONES)Por consiguiente y dicho en roman paladino, agradable, fácil de leer y ameno
Os agradezco a todos vuestras palabras; para bien y para mal se aprende siempre y ya es de agradecer que os hayáis molestado en leer mi relato.
Gracias y suerte a todos los participantes.
Campanilla
Debe identificarse para enviar un comentario.