Aquella noche me invadió un bello sueño, que durante toda mi niñez me había acompañado. Varias noches a la semana, mi sueño empezaba con una niña del barrio de Kunsai, (Kunsai era el barrio más pobre y desolado de mi país), con sus insaciables ganas de vivir, en la comisura de sus labios se podía observar la esperanza, la vida…
Anea que así se llamaba, la bella princesa, era como la llamaba Cóndor, tenía una vida solitaria, y sin esperanza, vivía con la ilusión de que su pájaro volara cada noche y fuera a darle lo que no tenía «amor, cariño y sueños».Cada noche se trasladaba a un banco del parque “Bienvenido” que había justo en frente de su pequeña chavola, hecha de cañas y placas de uralita. Sentadita y con sus pequeñas manitas cruzadas encima de las delgadas rodillas, esperaba a su gran amigo el Cóndor, él era una combinación entre una especie de pájaro y de ángel.
Ellos dos permanecían de la mano, se miraban, y a través del contacto de sus manos hacían realidad ese gran sueño que tenía, de que alguien le diera un beso, la acariciara, la mimara, porque Anea vivía en un lugar horrible, el lugar más pobre y desolador de la tierra. Anea se sentía libre, querida, amada y segura con Cóndor hasta que empezaba a repuntar el día, entonces, se despedían hasta la próxima noche, cuando el Cóndor la volvería a llamar al caer la tarde, para darle su mano y acompañarla en ese trance de miedo y temor que ella tenía y no podía despojarse.
Durante el encuentro Anea se olvidaba de todo eso que le rodeaba durante el día, no recordaba nada, solo vivía esas horas como las más bellas, esperadas y ansiadas de su existencia. Soñaba como las princesas, reía como las hadas, ella solo sentía aquella gran fantasía en aquellos momentos acompañada de Cóndor. Pero una noche Cóndor no apareció, ella estuvo durante toda la noche sentadita, esperándolo y no apareció….
Al día siguiente, Anea creyó que el Cóndor la había olvidado y abandonado, como la mayoría de las personas que habían existido en su corta vida, así que la tristeza invadió de una forma desproporcionada su animo, estuvo llorando todo el día y cuando llegaba la noche, las lagrimas habían cambiado de color, las pequeñas perlitas resbalaban por sus mejillas de un color púrpura brillante, y al llegar a la comisura de sus labios se convertían en pequeños pajaritos, que arrancaban a volar alrededor de su carita. Ellos revoloteaban por alrededor de la carita y de tanto en tanto le picaban en la mejilla con sus pequeños piquitos. Aquello sorprendió a Anea, ella se quedo pensativa, empezó a nacer una pequeña sonrisa, veía como de ella salían, volaban decenas de pajaritos, no podía controlarse. Al cabo de unos minutos, uno de esos pajaritos se poso encima de su hombro y acercándose con sus diminutas patitas le susurro al oído:
-Anea ¿Por qué lloras?, no debes estar triste, Cóndor no se ha ido, el está siempre a tu lado, él siempre te vigila, nunca se apartó de ti. Pero tienes que comprender que tiene mucho trabajo, hay niñas como tu, y en peores condiciones, tiene que ayudar a todas las princesas y príncipes que existen en la tierra.
Anea entendió perfectamente el mensaje del pajarillo, ella era una niña muy comprensiva, sabía perfectamente que cuando te sientes como ella se había sentido antes de conocer a Cóndor las cosas son muy difíciles.
Así que agradeció la ayuda y le pidió al pajarillo que le mandará un besito a Cóndor, el pajarillo le dijo que no hacía falta que se lo enviará, ella tendría oportunidad de dárselo, porque Cóndor no había desaparecido de su vida, solo se había ausentado en unos días. Tenía mucho trabajo, la tierra es muy grande y hay muchos niños y niñas que tenía que cuidar.
Pajarillo, que así lo llamó, a partir de ese día se había hecho inseparable de Anea, él era ahora su amigo, guía, su ángel de la guarda, siempre iba sentadito en su hombro y la acompañaba a cualquier lugar. Tenía ordenes expresas de Cóndor de no dejarla sola, tenía que cuidar de aquella princesa como si fuera su hija. Anea estuvo protegida por el aura de Cóndor, aunque realmente no volvió a verlo, lo sintió durante toda su vida.
Pajarillo se separó poco a poco de ella, a medida que pasaban los años, y era más independiente, más fuerte y segura, hasta que Anea camino sola por el mundo, pero sin miedo, se le cumplieron todos sus sueños, y fue profesora de niños en un barrio como el que ella salió.
Pasó toda su vida enseñando, guiando a personas que sin una ayuda, una mano, un simple pajarillo no hubieran llegado a ser nada en la vida, se hubieran desvanecido como se desvanece la tarde de cualquier día, como se desvanece ese amanecer que tan solo dura unos instantes.
Ella supo entender a los niños, porque ella salió de un lugar al que jamás ningún niño debiera entrar o vivir, un lugar que debería desaparecer de la tierra, para convertirse en un trocito de cielo.
Un trocito de paraíso donde los niños fueran niños, donde el juego, el amor y la ternura fueran algo normal, algo de lo que nadie se sorprendiera por que era algo normal y natural.
Durante su adolescencia tubo que realizar muchos viajes a lugares que jamás imaginó que existieran. Pueblos, aldeas, ciudades, donde nada era lo que parecía. En los lugares menos imaginarios había la pobreza más grande, la violencia más desgarradora que jamás se había visto. No comprendía, no podía imaginar que hubiera personas que llegaran a odiar, a ser tan violentas, quería cambiar el mundo, quería convertirse en un mago, sacar la barita mágica y destruir y hacer desaparecer todo aquello que tan solo con verlo le dolía, le hacía temblar y estremecerse.
Cuando Anea estaba a punto de morir, ya muy viejecita, se le apareció Cóndor, aquella maravillosa tarde de verano, en la que el cielo regalaba destellos de varios colores, entre el rosa, amarillo, azul, y dorado.
Apareció Cóndor en la repisa de la ventana, con su pico hizo sonar el cristal para que Anea lo mirará, allí estaba majestuoso y valiente le dijo:
Anea, tu no te vas a ningún lugar, tu vendrás conmigo, estarás siempre junto a mi, y yo te enseñaré que es la verdadera felicidad, volaremos juntos alrededor del mundo y podrás ver que es eso que todos queremos, donde está eso que anhelamos, y que pocos consiguen ver. Tu nunca te alejarás de mi, al contrario, vas a ser mi guía, mi princesa, mi hada, igual que lo fui yo en un momento de tu vida. Cóndor sopló fuerte hacía el interior de la ventana, y en aquel momento apareció un polvillo púrpura, alrededor de Anea, que la envolvió y la convirtió en cóndor. Se había convertido en uno de los pájaros más bellos que existen.
Poco después Anea se posó junto a Cóndor y los dos salieron volando por aquella ventana, rumbo a algún lugar, a un país donde aun no conocían que era eso tan bello que ellos querían repartir, amor, ternura, esperanza, juegos, sonrisas….
Cóndor y Anea empezaron un viaje que jamás los separaría, , un viaje para ayudar y conseguir algo que casi era imposible, pero jamás les venció el desanimo, la tristeza de ver que hay ocasiones que aunque te lo propongas, no se consigue tu propósito, pero eso no tiene que dejar vencer el animo, al contrario es eso lo que tiene que darte las fuerzas para luchar la próxima vez. Las manos de la tierra estaban unidas con las del cielo, y hoy en día, alguna tarde miró al cielo azul y veo dos sombras allá en lo más alto, dos pájaros que vuelan repartiendo su felicidad.
Quizá abusas un poco de los dimunutivos, sobre todo en la primera parte del relato. También se echa en falta haber pasado el corrector ortográfico así como colocar los acentos que se han escapado, porque en algunos momentos se aprecia cierto desaliño que desluce un poco esta historia.
Pero por lo demás, tu relato tiene cualidades y valores positivos y hay que felicitarte por ello.
Suerte en el concurso.
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