V Certamen de narrativa breve - Canal #Literatura

Noticias del III Certamen

12 abril - 2008

157-la Abuela postiza. Por Fenicia

«Todo comenzó a fraguarse aquella noche de septiembre, la mujer que traspaso la puerta parecía llegada de un barco fantasma, y no porque tuviera aspecto de haber sobrevivido a un naufragio, todo lo contrario, su aspecto era impecable, ropa adecuada para viajar, cómoda y casual, bolso y zapatos coordinados, maleta y un aire en la mirada etéreo. Entró decidida sin dudar a que persona debía dirigirse y no era fácil, las cuatro que nos encontrábamos en la estancia éramos mujeres, ella tan solo tenía un nombre, alguien que había dado respuesta a una petición suya.

– Lola, buenas noches, soy Virginia, siento llegar tan tarde-

– Bienvenida Virginia, pensé que ya vendría mañana, ¿como ha sabido que era yo?-

– Lo sabía-

Su acento era impreciso, acababa de llegar de Londres, el correo que inicio todo, decía que llevaba muchos años sin volver a España, pero su acento denotaba unos antepasados Latinoamericanos, su tez era cetrina, cerúlea, y su pelo negro caía ensortijado hasta media espalda, lo que más llamaba la atención era esa mirada.

Todas se percataron de su presencia, no era seguridad, era aplomo. Septiembre devoraba los días, la ciudad empezaba a necesitar recogimiento y pese a que había anochecido, todas empezaron a escuchar como Virginia relataba la necesidad de sus servicios, cada una parecía seguir en sus papeles, pero la mujer que acababa de entrar, llevaba tras sus pupilas algún que otro misterio clamando por salir.»

Y así comenzaba a narrarle a Eva, la historia de la abuela Sara Lalima. Sus múltiples viajes a Nueva Delhi, la fiesta en la que conoció al abuelo Kandiah  . El momento en el que su nuevo  nombre le fue entregado, el namakarana samskara. La maravilla, esplendor y la grandeza de su boda rajasthani. Todo un mundo de fantasía y fabulación.

Nuestra abuela postiza, la que nos daría noches de cuentos sin fin.

Nunca conocimos a Sara Lalima, pero el encargo de vender su casa, nos llevo hasta ella, la mujer morena de pelo ensortijado era su sobrina, después de 10 años decidió vender la casa de su tía, apenas sabía nada de ella, y esa herencia a la que no había prestado atención la iba a sacar de apuros. Solo nos encargó vaciar la casa, limpiarla y ponerla a la venta, tan solo eso, pero en aquel encargo nos llego un mundo de cuentos nocturnos.

Nadie había pisado esa casa en mucho tiempo, y tan solo una fina capa de polvo importunaba lo cotidiano, cuidadosamente todo estaba en su sitio, las manos de una anciana parecían dedicarle cada día los mimos necesarios. Antes de que la empresa de mudanzas llegara, pase unas horas en la casa, mi curiosidad innata disfruto de cada rincón, la botellita de sherry, las lecturas de Isabella Bird, V. S. Naipaul, Eric Newby, todos en edición inglesa. Confieso que rebusque en los cajones, necesitaba saber, conocer porqué Tagore estaba presente en cada cajón, «‘¿De dónde vine yo? ¿Dónde me encontraste?’», saber porque discos de Neil Young debían de sonar siempre en las tardes largas, “-Estabas en las muñecas de mi infancia; y cuando, cada mañana, yo modelaba con arcilla la imagen de mi dios, en verdad te hacía y deshacía a ti”.                                      Encontré juguetes y preciosos vestidos, saris de seda suave y fotografías donde  tu

nombre era latente «lalima» belleza, me miraba al espejo y creía ver sus manos peinando mis cabellos, las maletas no portaban ropa, muñecas de mi infancia postiza, cruelmente escondidas a la espera de mi vuelta, y en los joyeros cuajaditos de cristales tornasolados, las joyas de la corona, pedacitos de dientes, y eslabones de colgantes.

“En mi adolescencia, cuando mi corazón abría sus pétalos, tú lo envolvías como un flotante perfume.”
Debía dar la orden de tirar todo aquello, y me sentía incapaz, hice acopio de mis tesoros, mi herencia, mis nuevos recuerdos, a partir de los cuales un nuevo miembro entró en nuestra familia, la abuela Sara Lalima, la que nos daría noches de cuentos y tardes de costura, desde aquel momento la vieja caja de galletas inglesas llena de hilos coloridos perfectamente alineados, en degradé, paso a ser nuestra caja de costura de la abuela Sara Lalima, la abuela postiza, el recuerdo robado.

Citas en cursiva: La Luna Nueva, Rabindranath Tagore

156-La Culpa. Por Don Antonio
158- La tarea de filosofía. Por Argosgulto


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Participantes

SANTIAGO SOLER:

Cuando alguien, mediante su letra cabalgada de hermosura anímica, es capaz de hacer que el lector se vea transportado a la paralela realidad que presenta, es cuando sentimos estar en presencia de un escritor; esa transmutación de los afanes, de lo subjetivo a lo universal, me sumerge en los pasajes del relato comentado. Un texto descriptivo pero a la vez lanzadera de sensaciones ex abundantia (soberbio influjo hindi)


Norma Jean:

Es una de esas historias para leer a la luz de las velas; evocadora, ingrávida, penetrante como un perfume. Para dejarse llevar…..

Mucha suerte en el certamen


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