A las ocho en punto he pedido a mi despertador cinco minutos de espera y ni un segundo más repitiendo toques me he levantado a otro día rutinario. Un café me ponía las pilas y otra vez me sentaba en un coche que bien sabía su camino. Todos los días el mismo recorrido, los mismos semáforos, las mismas curvas.
Hoy, en la autovía, a la altura de la avenida Juan Carlos I, he visto luces que se apagaban y se encendían, lo de siempre: una nueva retención. He frenado como sabía mi coche y he hecho funcionar todos los intermitentes. Entonces, no sé de donde ha salido pero ha sido tan rápido que sólo ha sacado de mí un mecagoenlá.
En la carretera, con nervios y con la mente en otro sitio he recordado tontamente lo de : ‘ el que da por detrás siempre paga ‘ a no ser que no tenga seguro. He mirado hacia atrás y he visto una cabeza apoyada en un volante , después unos ojos y unos labios que me hablaban. En el arcén, el coche de ella con un golpe tremendo no funcionaba, no sé porqué ¡ no soy mecánico! Y entonces ella me ha hablado de su último examen de Veterinaria, le quedaba una asignatura para terminar su carrera, ¡ qué casualidad! Y estaba a veinte minutos de comenzar el ejercicio. Su estrés y su nerviosismo y el decir – por favor, por favor- me han hecho soltar el llavero de elefante con la trompa hacía arriba que contenía la llave del único coche que la podía tranquilizar.
– Ella a su examen.
– Yo, en la autovía esperando, más tarde sentado en un camión grúa junto a un coche desconocido.
A veinte metros del dichoso taller de Murcia mi móvil ha comenzado a sonar. Llamaban de mi trabajo, seguramente para preguntar si me había pasado algo o acaso porqué coño no estaba allí ya. No podía decir abiertamente que era un arrastrao, que miraba a los ojos de una mujer guapa y se me ablandaba el alma. Ale! Que piensen que no tengo cobertura o lo que quieran pensar.
El Peugeot 205 de la chica junto al taller de su casa y yo otra vez en la grúa pidiendo –por favor, por favor lléveme hasta la parada de autobús universitario más cercana. Y es que mi coche, mi Megane estaba donde no debía estar, ¡arrastrao, que soy un arrastrao! Su ejercicio en el aula 2.3, un banco en el pasillo y las diez y media, le quedará poco, las once…tal vez quede…creo que….
La una y cuarto, cinco llamadas de móvil del mismo número dadas por perdidas y aparece Isabel – “Isa” – cambiando los porfavores por unas milgracias, es que…, es que…
Nada, que le había salido muy bien y yo tan contento, ¡ale! Como si fuera mi hija o mejor ¡como si fuera mi amante! , y en ese gesto de sorna cambiado a mejor fue cuando oí si nos tomábamos algo. Total, también tenía que comer.
Invitar, invitar era evidente que iba a invitar yo. Los labios con sonrisa, mi corazón asustado y pensar que tampoco estaba tan gordo bien valían festejar un aprobado, ¿qué aprobado? ¡el sobresaliente! ¡chin-chin!
La alegría desbordada que desinflaba una tensión del mismo calibre llevó más tarde a Isabel a coquetear con mi corazón arrugado, que acercó sus labios hasta juntarlos con los míos.
Que no hubo más. ¡Ya quisiera!
Me ha gustado tu relato, sobretodo porque muestras que babosos y arrastraos se muestran los hombres ante una chica guapa y joven . Es verdad, pierden los papeles y puedes hacer con ellos lo que quieras.Aunque hay unos que se lo merecen y otros también. Muy bien,Milón.
hola mirón: por una parte me ha gustado tu relato,está contado de una forma original, sólo un comentario para decir que me ha costado un poco enteander la trama ¿cuantas grás hay? ¿tú te montas en una y la chica en otra?
El germen de tu relato me ha gustado, pero quizá le hubiera venido bien darle un giro diferente, como por ejemplo que el coche de ella fuera robado, o que no apareciese más la chica y el hombre se quedara con aquel marrón….
En todo caso, ya te digo que la historia es entretenida, aun cualndo el lenguaje resulta algo trivial.
Te deseo suerte en el certamen.
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