IV Certamen de narrativa breve - Canal #Literatura

Noticias del III Certamen

15 marzo - 2007

24- Busco piso. Por Iris
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Busco piso. Zona centro. Salón y una habitación. No importa cocina americana. Último y a ser posible aislado de ruidos.

Después de cuatro años de infierno, me sentía feliz. Acababa de encontrar el piso de mis sueños, tiene los metros ideales para mí, los muebles se adapta perfectamente a su distribución, y sobre todo, ¡es un último piso!, ¡un ático!, no está aislado de ruidos pero no tengo vecinos encima de mí.

En mi otra casa, yo también era feliz, soy una persona educada, no me meto con nadie, saludo amable a los vecinos cuando me cruzo con ellos, nada más entrar me pongo las zapatillas, uso cascos para ver la televisión y escuchar música, y cuando viene alguna amiga a mi casa, bajo el colchón al suelo para que no se sienta ningún ruido de la cama, como he dicho era feliz, hasta que llegó esa vecinita al piso de arriba.

El caso es que el primer día que me la encontré en el portal pensé “que chica más mona, que rasgos más dulces tiene, rubita con los ojos azules, delgadita, no muy alta pero con un tipito armonioso”, hasta pensé en ligar con ella. ¡Caray con la niña dulce!, en que hora no ligue con ella, si llego a enrollarme me saca los ojos con las uñas,

Todo empezó con el ruidito de los tacones por las mañanas antes de irse a trabajar. Se ponía los zapatos, y tikiitiki, tikitiki , se tenía que dar un paseíto por toda la casa antes de salir. Como era enfermera, trabajaba los sábados y los domingos, y tikitki, tikitiki, sábados y domingos incluidos.

Yo me la encontré en el portal y lo único que le dije es si no se podía poner los zapatos en el momento de salir de casa porque tenía que comprender que yo estaba durmiendo a las horas en que ella salía y me molestaba, sobre todo me molestaba los sábados y domingos en que me gustaba levantarme tarde y si me despertaba no conseguía volver a coger el sueño.

Al día siguiente el tikitiki, tikitiki, se convirtió en tokotoko, tokotoko, porque en vez de recorrer la casa andando la recorrió haciendo el caballito. Entonces le pegué un grito: “Señorita Silvia me tiene usted hasta los cojones”. Al siguiente día al tokotoko, tokotoko se le añadió un clak, clak, clak, clak, que no era más que canicas dando brincos por el pasillo.

Entonces decidí que si ella me importunaba por la mañana, yo la fastidiaría por la noche. Y como me tardo en dormir con dejar de ponerme cascos y poner la televisión alta hasta las dos o las tres de la madrugada, ya la jodía el sueño. Tras hacer esto resultó que ella, no debía de dormir, y a las tres de la madrugada que era cuando yo cogía el sueño, comenzó a poner la lavadora, el lavavajillas y ¡pasar el aspirador! Ó por lo menos dejarlo un buen rato encendido..

Le grité, esta vez mentando a la madre que la parió, y la muy fresca me respondió con risitas mientras decía “¡Contrate energía nocturna, que hay que ahorrar!”. Si fuera un hombre le metería de hostias. Encima era una mujer, tal y como están las feministoides estas que las das un soplido y te encarcelan. ¡Lo que me faltaba!.

Comenzaba a envenenarme la sangre. De modo que a las tres de la madrugada decidí aumentar el volumen de mi televisión y añadir a la sinfonía de sus electrodomésticos, golpes con el palo de la escoba en el techo de mi dormitorio que también correspondía a su dormitorio. Empezaba a estar enloquecido, a tomarme somníferos para dormir y estimulantes cuando quería estar despierto, ansiolíticos y antidepresivos, y sedantes y revitalizantes. Y volví a fumar, y a beber café por litros, y a regañar con mis novias, con mis amigos, con mis compañeros de trabajo, con mis padres. Y a consumirme en el infierno de la vecina de arriba.

Descubrí que cuando yo no estaba en casa no hacía ningún ruido. Esto lo supe porque me fui una semana de vacaciones y al regresar no se enteró con lo cual tuve dos días de de total calma y tranquilidad en mi casa. Desde entonces me iba y procuraba que no se enterara de cuando volvía, no hacía ningún ruido, no levantaba las persianas, andaba como los gatos, y tocaba los platos y los cubiertos como si fueran la vajilla de Luis XIV, con tal de que nada me delatara.

Al poco tiempo de mis fingidas ausencias se dio cuenta de mi juego, estalló como una fiera. Empezó de dejar caer la tapa del water a cualquier hora del día o de la noche, se le caían los platos y las cacerolas de las manos, daba golpes en las paredes y el colmo fue que al recoger de las cuerdas del patio mi chándal tendido, éste tenía migas de pan como para alimentar a todas las palomas de la ciudad.

Cuando salí de casa y ví su coche, no pude reprimir dar un puñetazo en el capo, la respuesta no se hizo esperar, a la mañana siguiente, yo tenía selladas con silicona las cuatro cerraduras de mi coche.

Se me ocurrió llamarla perturbada, neurótica y no se cuantas cosas más y a los pocos días me encontré con que me había puesto una denuncia por ofensas e injurias que con fortuna retiró antes de que saliera el juicio.

Al final conseguí ilusionarme buscando otra casa y procuré llevar con la mayor paciencia posible y la peor mala leche factible, la guerra establecida.

Después de cuatro años de infierno, cuando por fin encontré la casa que me gustaba y se adaptaba a mis posibilidades, me sentí feliz, y además un ático, ¡sin vecinos, encima!.

El día que conocí a Claudia, mi vecina de al lado, me pareció una chica muy simpática a la que podría invitar a tomar café cualquier tarde. ¡Menos mal que no lo hice! Le comenté que por las mañanas hacía mucho ruido con las puertas correderas del armario de su habitación, que daba con la mía, me soltó la neurasténica, que el sonido dependía de los umbrales de percepción que cada uno tuviéramos y si el mío era muy elevado posiblemente lo que necesitaba era tapones en los oídos o un psiquiatra.

Empezaron las televisiones altas, la música a todo volumen, los ruidos en el cuarto de baño que daba con el suyo, en la cocina que daba con la suya. Soy un desgraciado.

Busco piso. Zona centro. Salón y una habitación. No importa cocina americana. Último. Aislado de ruidos.
FIN

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